Dos de Mayo: Cospedal y Santamaría, más frías que los canapés
En una jornada marcada por la ausencia de la ya expresidenta del PP de Madrid, Cristina Cifuentes, el Dos de Mayo evidenció la división que viven los populares
Ángel Garrido, presidente en funciones de la Comunidad de Madrid, ofició de anfitrión en la fiesta del Dos de Mayo, con cierta distancia, incómodo en el traje que ha tomado prestado en la fuga de Cristina Cifuentes.
Naturalmente no la citó por su nombre – el único que lo hizo fue el galardonado Alfonso Ussía– y pasó de puntillas por cualquier asunto del pasado reciente.
Frente a él, situado ante el micrófono en una tarima instalada al efecto, se encontraban las autoridades. Sencillamente estuvo instalado en el vacío en el que se encuentra su partido
Casi nadie citó a Cristina Cifuentes durante el acto protocolario del Dos de Mayo
Fueron la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; Dolores de Cospedal, que confirmó su asistencia a última hora; la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; Concepción Dancausa, delegada del Gobierno en Madrid y Pedro Sánchez, secretario general del PSOE.
La foto frontal de la primera fila, donde estaban las autoridades, recordaba más a la de la sala de espera de la consulta de un dentista. Todos parecían incómodos, temerosos por el futuro cercano, presintiendo algún tipo de dolor.
Cuando Garrido, presidente en funciones, que ocupaba asiento entre Cospedal y Santamaría, lo abandonó para subir al escenario, el hueco que había entre ambas se ensanchó como por obra de magia, apareciendo entonces el inmenso vacío que las separa.
Todos los asistentes parecían incómodos, como en la sala de un dentista
El automatismo de sus disconformidades mutuas les obligó a mirar cada una en sentido contrario; esos momentos insoportables que evocan encuentros con conocidos a los que no quieres conversar y finges una distracción forzada.
Muy poca solemnidad en el attrezzo de la ceremonia. La incomodidad de los ocupantes de la primera bancada con alguno de sus vecinos se hizo entonces más insoportable por el tamaño reducido de sus asientos y lo apretados que estaban los unos con los otros, como si a la política madrileña le empezara a faltar espacio.
Estos fueron los hechos
Ofició Ángel Garrido una faena de aliño, de circunstancias, provisional, con la fatiga de saber que no está por méritos propios y de que los que tiene, la confianza de Cristina Cifuentes, son el mayor inconveniente para su futuro.
Enunció las generales de la ley, exaltó el carácter de los madrileños, de los que destacó su consistencia. Un término unívoco, sujeto a interpretaciones contradictorias. Tal vez la consistencia de los madrileños radique en la ausencia en la celebración de los últimos cuatro presidentes de la región.
Ángel Garrido y Cristina Cifuentes son ahora dos inconvenientes para el Partido Popular
O quizá a que por muchas irregularidades, corrupciones y escándalos de quienes han ocupado la presidencia de Madrid desde que Joaquín Leguina la abandonó, no eran bien recibidos en la fiesta del Dos de Mayo.
Consistencia, la de los madrileños, para aguantar a esta clase dirigente sin diluirse víctimas de vergüenza ajena.
Fue una ceremonia casi sin morbo
Está claro que el Partido Popular no quería a ninguno de ellos en la foto. Son un pasado convulso que quieren borrar y un futuro realmente incierto.
El resto no tuvo mucho morbo. Quienes más juego hubieran dado en los corrillos se dieron a la fuga cuando acabaron las celebraciones oficiales. Ni la vicepresidenta Soraya ni la secretaria Cospedal se quedaron un minuto más de lo imprescindible.
Pedro Sánchez también se ausentó, cediéndole todo el protagonismo a Ángel Gabilondo, que ya sabe que su candidatura se ha diluido como un azucarillo.
Ángel Gabilondo reiteró sus diatribas contra Ciudadanos, Pablo Casado paseó su sonrisa permanente por los corrillos, con apariencia de candidato e Íñigo Errejón demostró que se había preparado para la ocasión, proclamando que no se pretendía echar a Napoleón para instaurar a Pepe Botella.
Canapés y bebidas para mil invitados
En el exterior, en la Puerta del Sol, una manifestación feminista demostró que los efectos de la sentencia de La Manada no serán efímeros. Tuvo más brío e intensidad lo que pasaba fuera que lo que ocurrió dentro.
Los festejos no aclararon ninguna de las incógnitas. Seguimos sin saber quién será el candidato para la investidura del presidente de la Comunidad de Madrid con obsolescencia programada para el 2019.
No se conoce todavía quién será el candidato para la investidura del presidente de la Comunidad Madrid
Tampoco la fórmula para sustituir a Cifuentes al frente de los populares en Madrid. Ni quienes serán los cabezas de cartel para la alcaldía y la comunidad en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
Siguen chispeando más sondeos. Todos coincidentes en la debacle del PP –se augura la deserción del cincuenta por ciento de sus votantes- y la victoria de los de Albert Rivera.
En la atmósfera quedó latente la invariable sensación de que la política en la capital de España y en la Comunidad de Madrid vive bajo el enorme peso de la política nacional. Demasiados focos para un espectáculo que acumula demasiados bochornos.
Siguen chispeando sondeos, que coinciden en dos cosas: la debacle del PP y la victoria de Ciudadanos
Quienes esperaban noticias del 2 de mayo, se tendrán que conformar con muy poco. Se establece la interinidad de esta comunidad que también se encuentra intervenida por los múltiples episodios de irregularidades que acumulan sus últimos presidentes.
Mal deben estar las cosas en el PP como para encargar un milagro altamente improbable, nada menos que a la vicepresidenta del Gobierno, que hubiera podido ser la sucesora de Mariano Rajoy y ahora aspira a ser la jefa de bomberos que apague el incendio del PP de Madrid.