Diada 2020: ERC enfría la precampaña para vencer a Puigdemont
El independentismo celebra su gran día, la Diada, sumido en una profunda división. ERC aparca el clásico "otoño caliente" mientras Junts espera su momento
¿Cómo ganar las elecciones al Parlament de Cataluña de una vez por todas? La pregunta atormenta a la dirección de ERC porque Carles Puigdemont ha logrado vencer las últimas contiendas electorales (autonómicas y europeas) a base de jalear la confrontación con las instituciones del Estado y de lanzar promesas (ilusorias) de gran envergadura. Esquerra ha llegado a la conclusión de que para imponer su hegemonía es necesario enfriar el clima político y este viernes, Diada de Cataluña, hará una exhibición de su estrategia. Ni una voz en grito, ni una sobreactuación de cara a la galería.
El 11 de septiembre, que durante ocho años ha inaugurado el famoso «otoño caliente» en Cataluña, está llamado en esta ocasión a pasar inadvertido si no es que la ANC o los CDR protagonizan algún tipo de exceso. El ministerio del Interior apenas ha enviado refuerzos antidisturbios y el gobierno de Quim Torra apenas se dejará ver. Tan solo a primera hora desfilará el presidente de la Generalitat ante el monumento de Rafael Casanova para protagonizar una deslucida ofrenda floral sin guardia de honor ni parafernalia alguna.
La pandemia, claro, condiciona enormemente la Diada, pero también lo hace la profunda división del independentismo. El imperativo de evitar las aglomeraciones continúa presente para la inmensa mayoría de la sociedad. Pero también lo está el hecho de que Torra diera por liquidado su gobierno hace ocho meses y dejara como legado una Generalitat sin rumbo ni fecha de renovación.
ERC, a la caza de comuns y de socialistas
Desde aquel lejano mes de enero en que el doctor Torra comunicó que iba a inducir el coma a su gobierno, ERC ha aprovechado para alejarse de la ANC, cuya hoja de ruta siempre incluye ideas que desbordan la legalidad quitando, además, toda utilidad a la mesa de diálogo con el Gobierno de España.
Dicho de otra forma, Esquerra está en lo contrario de la ANC porque la estrategia que han diseñado sus cerebros tiene como principal objetivo aproximarse al Gobierno y, en consecuencia, a su electorado (al de PSC y, sobre todo, al de Catalunya en Comú). Al voto más fanatizado con el independentismo, es decir, a los admiradores de Puigdemont ha renunciado aunque pagando dificultades, puesto que en varios puntos de la Cataluña interior cuesta digerir que ERC mantenga abiertas negociaciones con el Gobierno mientras persiste el presidio de dirigentes independentistas.
Sea como fuere, Esquerra piensa seguir este camino. Existen conversaciones con el Gobierno. «Van bien, hay temas importantes sobre la mesa, pero sabemos cómo han ido las cosas hasta ahora. Igual que se torció todo en la legislatura anterior por aquello del relator, se puede torcer ahora por otro tema. Es difícil pronosticar», dicen fuentes soberanistas sobre las negociaciones que existen con Moncloa.
En todo caso, los estrategas republicanos están convencidos de que esta apuesta política va a tener premio en Cataluña porque ERC va a conseguir aglutinar a los votantes más pragmáticos de los comuns e incluso del PSC, puesto que no prometen otra cosa que una solución acordada sin rupturas drásticas ni experimentos unilaterales.
La factura de la división
El problema es que ERC no va a tener más remedio que moverse en el terreno de lo experimental porque la inhabilitación de Torra se aproxima y el presidente de la Generalitat se niega a convocar elecciones. Si Torra no convoca y es inhabilitado, se activarán los mecanismos para que el Parlament invista a un nuevo presidente de la Generalitat (una carta que podría jugar JxCat, aunque el propio Torra ya ha pedido descartarla).
Mientras no fuese investido un sustituto de Torra en la presidencia, el presidente en funciones pasaría a ser el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y si no hubiese investidura serían convocadas automáticamente nuevas elecciones (entre enero y febrero de 2021).
El propio Aragonès ya alertó de que si el Govern queda en funciones, tras una inhabilitación de Torra, no se podrán aprobar los presupuestos, puesto que no tendría las atribuciones para impulsar nuevos proyectos de ley.
Aragonès, candidato in pectore a la Generalitat en las próximas elecciones, tendría que convivir unos meses con JxCat en un Govern en funciones, en medio de un pulso cada vez más tenso entre socios independentistas.
Una tensión que podría ser mayor si JxCat acepta la propuesta de la CUP: que Torra, si es inhabilitado, ejerza la presidencia en la sombra, dando instrucciones a Aragonès de manera informal, sin firmar él los documentos oficiales. Y tensión es justo lo que no desea ERC. Hoy, Diada de Cataluña, podrá relajarse. La semana que viene, quizás no tanto.