De otoño a invierno caliente: el independentismo planea más protestas
Los organizadores de la protesta unitaria con la que el separatismo cerró el 21D llaman a "tumbar el régimen" y anuncian "un nuevo ciclo de movilizaciones"
Las protestas de este viernes en Cataluña, saldadas con 13 detenidos y 77 heridos —35 de los cuales, agentes de los Mossos d’Esquadra—, no solo han supuesto la culminación del llamado otoño caliente que el independentismo, con el president Quim Torra y su gobierno a la cabeza, diseñó para darle mala vida a los jueces, el Rey y Pedro Sánchez. El 21D también constituye el arranque de un invierno marcado por el arranque del juicio del 1-O y la precampaña de las elecciones europeas y municipales (por lo menos), y que el soberanismo pretende que siga marcado por nuevas movilizaciones masivas.
Así lo anunció la actriz Sílvia Bel al leer el manifiesto suscrito por los organizadores de la manifestación unitaria con la que el independentismo cerró en el Paseo de Gracia la yincana de convocatorias de la jornada, y con la que se dio el pistoletazo de salida a «un nuevo ciclo de movilizaciones».
El éxito del rosario de convocatorias con las que durante todo el día se replicó a la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona no ha hecho más que dar impulso a la estrategia de seguir agitando la calle a falta de pasos adelante, a un lado o a dónde sea por parte del gobierno de la Generalitat y los partidos que lo integran, instalados en el terreno de una retórica tan inflamada como ausente de traducción práctica.
Objetivo: «tumbar el régimen»
No en vano, no hubo políticos ni en la cabecera de la misma ni tampoco sobre el escenario en el que se celebró el breve acto con el que le se puso punto y final, presentado por el actor Pep Planas y en que también participaron Roger Español, que perdió un ojo como consecuencia del impacto de una pelota de goma el 1-O, y Marta Torrecillas, que denunció que esa misma jornada un agente de la Policía Nacional le dislocó los dedos.
Quedó claro también en el manifiesto. «En los últimos meses hemos visto que no se puede dejar todo el manos de los partidos polítios. El régimen solo tembló en jornadas como el 1 y el 3 de octubre». Y claro, se trata de «tumbar el régimen», el del 78, según rezaba el lema de la manifestación. Eso sí, se insistió una y otra vez: de forma pacífica. A lo que no hubo apenas referencias, salvo para cuestionar la actuación policial, fue a los incidentes, localizados pero relevantes, que se registraron a lo largo del día.
Tanto el reproche a los partidos como las críticas al operativo de seguridad eran de esperar. Al fin y al cabo, la CUP, que hace tiempo que se desentendió de las estrategias de JpC y ERC en el Parlament y cuya posición respecto de la policía es de sobras conocida, es una de las convocantes, junto con la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural, las juventudes de Esquerra, los Comités de Defensa de la República (CDR), Arran y una docena más de entidades independentistas.
Hora y media y sin incidentes
JpC y ERC dieron apoyo a la convocatoria y enviaron representantes, que se mantuvieron en un segundo plano. Por parte de los primeros, acudieron, entre otros, los diputados Eduard Pujol, Gemma Geis, Francesc de Dalmases o Josep Costa, vicepresidente primero del Parlament. En representación de los de Oriol Junqueras participaron la portavoz del partido, Marta Vilalta, o el alcaldable por Barcelona y exconseller Ernest Maragall, mientras que por el Pdecat asistió su vicepresidenta, Míriam Nogueras. También el govern mostró sus simpatías con la convocatoria, aunque no participó de la misma.
Con Sánchez y sus ministros ya de vuelta a Madrid y los violentos habiendo satisfecho su cuota de protagonismo con los disturbios de la mañana en la zona de la avenida del Paralelo y a mediodía en la Via Laietana, la manifestación, en la que participaron 40.000 personas según la Guardia Urbana —los organizadores hablan de 80.000— transcurrió en calma y con un tempo expeditivo: convocada a las seis, a las siete había completado su breve recorrido, que culminaba en el cruce de Paseo de Gracia con la Gran Vía, y antes de las siete y media, desde el escenario ya habían enviado a la gente de vuelta a casa. El mensaje, que es lo que cuenta, ya estaba lanzado.