Colau se postra ante Iglesias con el ninguneo del IBEX
La alcaldesa de Barcelona cierra filas con el jefe de Podemos: habrá reedición del pacto de las confluencias y achaca a Sánchez y Rivera el fiasco de un "gobierno del cambio"
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hincó en Madrid la rodilla ante su jefe, Pablo Iglesias. La activista catalana llegó el domingo por la noche a la capital, se vio con Manuela Carmena y esta mañana acudió a los desayunos informativos de Europa Press –uno de los foros que, junto al Nueva Economía, marcan la agenda política y empresarial—.
La reverencia de la líder de Barcelona en Comú se produjo ante la ausencia del IBEX, cuyos directivos se prodigan en este tipo de reuniones excepto hoy, pero frente a toda la cúpula de Podemos. Además, quizá para levantar acta, presenció la rendición de Colau el secretario general de Izquierda Unida, Alberto Garzón.
Nunca antes desfilaron por estas conferencias tal cantidad de jerséis de lana áspera, tejanos multicolor ni zapatillas New Balance. Se llegaron a vislumbrar peinados con aspiraciones a sobrepasar el moño de Marge Simpson y, en medio de todo, la nota discordante la dieron una docena de embajadores. El contraste visual fue el aspecto más atrayente ante la ausencia de un discurso organizado, novedoso y, por tanto, noticioso.
Poco que explicar
Que Colau tenía más bien poco que explicar lo delató, al margen del contenido, su tono nervioso –la voz temblorosa persistió más de 40 minutos—, la repetición de ítems y el latiguillo machacante «espero no alargarme». Hasta que saltó la noticia de la detención de Mario Conde, ver crecer las plantas del centro de la mesa era más interesante que escuchar a la alcaldesa de Barcelona.
Sin embargo, Colau reaccionó (un poco) ante las preguntas de los periodistas. Admite que negocia con Esquerra y el PSC un gobierno estable porque es incapaz de aprobar los presupuestos municipales. Se da un mes para cerrar el asunto. Descarta dedicarse a nada diferente al consistorio; por tanto, tacha otra vez su posible candidatura a la Generalitat y el salto a la arena política nacional si se repiten las elecciones. Todo el mundo tomó nota sobre esto último.
Después tocó seguir el juego de Iglesias. Frente a Íñigo Errejón y Carolina Bescansa, validó las tesis del tótem de Podemos: la culpa de todo la tienen Pedro Sánchez y Albert Rivera y Barcelona en Comú «por supuesto» reeditará el llamado pacto de las confluencias. Colau no es Mónica Oltra y achaca el gatillazo del «gobierno del cambio» a las tensiones internas de los socialistas.
Colau no es Oltra
La nueva lideresa valenciana repartió culpas por igual y reclamó que ningún cabeza de cartel que ahora ha fracasado repita en junio, si procede. Entre zumos de naranja ácida, el ejercicio de ventriloquia siguió. «La gente está un poco cansada de ciertas escenificaciones estériles» y no entiende que los partidos se muevan «por cuestiones estratégicas» motivadas por sus «dificultades internas». ¿Les suena?
Efectivamente, son las declaraciones de Iglesias tras llamar a las bases para votar esta semana sobre los pactos de investidura. Sin embargo, las grabadoras dan fe de ello, los entrecomillados pertenecen a Colau. Cosecha propia: «como responsable municipal me toca alzar la voz para decir que no estamos contentos con esta situación de bloqueo. Necesitamos un gobierno de cambio», enfatizó.
Los labios de Errejón
El protagonista del desayuno, sin margen para la duda, fue Iglesias. Dio muestras de poder incluso cuando con una servilleta limpió la comisura de los labios de Errejón, pero sobre todo su ascendencia se expresa con imágenes aún más simbólicas. Colau entró a la sala con paso ligero y sin demasiada compañía, más de allá de los anfitriones.
Escrito lo anterior, la siguiente frase es una obviedad. Ambos coinciden nuevamente en que hay que hacer un referéndum en Cataluña.