Ciudadanos sufre otra hemorragia
Arrimadas plantea "cambios estructurales" en un partido que da síntomas de descomposición mientras el núcleo duro de Rivera abandona el barco
Si la deriva de Ciudadanos (Cs) pilotada por Albert Rivera para disputarle al PP el liderazgo de la derecha española generó una sangría de bajas tras los comicios del 28 de abril, aquellos en los que la formación naranja consiguió los mejores resultados de su breve historia, el insólito desplome que el 10-N le dejó con tan solo 10 de los 57 diputados que había conseguido medio año antes ha propiciado una segunda hemorragia.
El reto de Inés Arrimadas, situada en la pole position para tomar sin oposición las riendas del partido, es mayúsculo. Le tocará rearmar una formación que ha sufrido un proceso de desmantelamiento de una magnitud insólita en un lapso de tiempo ínfimo.
Un proceso que puede evocar, pero en versión relámpago, al que, en un periodo de tiempo medido en años, afrontó aquel PSC que primero, tras los pactos con ERC que posibilitaron los tripartitos de Pasqual Maragall y José Montilla, perdió al sector más frontalmente opuesto al nacionalismo catalán —de ese caldo de cultivo nació, precisamente, Cs—, y después, cuando arrancó el procés y el partido se posicionó contra la deriva independentista de Artur Mas, vio como se le descolgaba el sector más catalanista. Recuérdese, verbigracia, que Ernest Maragall hoy está en ERC; Ferran Mascarell, en JxCat, y Toni Comín, huído de la justicia española e instalado en Bélgica de la mano de Carles Puigdemont.
Pero la jibarización de Cs ha sido mucho más rápida de ese PSC que solo ahora ha comenzado a recuperarse. Y el joven partido liberal no tiene ni de lejos la implantación ni la estructura de los socialistas catalanes. Convertido en una fuerza personalista en la que todo giraba en torno a Rivera, el fulgurante mutis por el foro de este tras el 10-N arroja sombrías expectativas sobre el futuro de la formación.
Concatenación de hemorragias
Al dimitido líder no le tembló el pulso a la hora de romper con todo aquel que le tosiera, dejando al partido sin contrapesos que ahora echa en falta. Se tratara del ex primer ministro francés Manuel Valls, al que primero había vendido como un fichaje estrella, o de cualquiera que cuestionara el rumbo que fijó para la formación.
Rivera prescindió de Teresa Giménez Barbat, que había sido una de sus avaladoras en la prehistoria de Cs, pese a las voces que le pedían que volviera a las listas el 26-M para repetir como eurodiputada, y tampoco se inmutó cuando se marcharon el portavoz económico del partido, Toni Roldán; el líder asturiano Juan Vázquez; el eurodiputado Javier Nart; el diputado Francisco de la Torre, o dos de los fundadores de Cs, Xavier Pericay y Francesc de Carreras, que se dieron de baja de la formación.
Ahora, a la renuncia exprés del líder se le suma la de su guardia pretoriana. Si Juan Carlos Girauta, diputado la pasada legislatura y que se quedó sin escaño el 10-N, anunció que dejaba la política horas después de que lo hiciera Rivera, este jueves se sumaron al sangrado el que fue su número dos, y que ahora estaba ejerciendo de número uno en funciones, José Manuel Villegas, y el hasta ahora secretario de comunicación del partido, Fernando de Páramo, hombre de confianza de Rivera desde el principio de su andadura política.
La renuncia de este último, que consiguió el segundo y último escaño por Barcelona, dejará hueco para que entre en el Congreso José María Espejo, otro miembro del núcleo duro del exlíder, y otro de los que en los últimos meses dejaron el Parlament para dar el salto a la política nacional.
Síntomas de descomposición
El goteo puede seguir. Sir ir más lejos, el miércoles, el síndic de Cs en el parlamento valenciano, Toni Cantó, pedía, alimentando el mal ambiente en la dirección autonómica del partido, que hubiera más «gestos de generosidad» como la renuncia de Rivera, en aras de los «cambios» que se tienen que producir para que la formación vuelva a ofrecer un proyecto ilusionante.
La disolución, este jueves, de la junta directiva de Cs en Santander, dictada por la Comisión de Garantías y Valores de la formación sin dar explicaciones sobre los motivos de la misma, no hace más que sumar otro indicio más del elevado grado de descomposición que sufre el partido.
Con ese día a día aciago instalado en las filas naranjas, el PP catalán insiste en su oferta de formar una coalición electoral de cara a las próximas elecciones catalanas, un Cataluña Suma que Cs de momento sigue rechazando. «No entendemos la negativa de Ciudadanos a hacer una coalición electoral cuando llegue el momento”, alegó el líder del PP en Cataluña, Alejandro Fernández, tras mantener una reunión con el partido encabezado en Cataluña por Lorena Roldán.
Arrimadas plantea «cambios estructurales»
El interregno por el que transita Cs hasta el congreso en el que en primavera tendrá que reconstruir su cúpula no ayuda a tomar decisiones en ese u otro sentido, Mientras tanto, Arrimadas ofrece mano tendida a aquellos que se fueron cuando aún estaba Rivera, que está por ver si a estas alturas y con el partido embarrancado querrán volver, y propone «cambios estructurales» aunque sin que comporten modificar «la ideología» de la formación.
Este jueves, la portavoz y líder de facto del partido reiteró que mantiene el no a la investidura de Pedro Sánchez y abogó por aprovechar las primarias que tendrán que celebrarse para renovar los cargos de dirección para «levantar de nuevo este proyecto de centro liberal» que España, dijo, necesita «más que nunca».