Castilla y León pone patas arriba las expectativas de PP y PSOE para el ciclo electoral español
Las esperanzas de los populares se han deshinchado con fuerza durante la campaña electoral por errores propios y el auge de Vox, mientras que el PSOE acaricia ya la (escasa) posibilidad de gobernar en la comunidad
Una vez habíamos asumido que las campañas electorales apenas servían ya para mover el voto, ha llegado la de Castilla y León para enmendarlo y, en dos semanas, poner patas arriba las expectativas de los grandes partidos en los comicios regionales que se celebran este domingo. El presidente regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco, que apretó el botón de elecciones anticipadas, ha observado una pérdida de expectativas demoscópicas que rozan el 20% por el auge inexorable de Vox y los errores de estrategia tanto de campaña como nacionales. Hasta el punto que, la alternativa socialista, Luis Tudanca, acaricia la escasísima posiblidad de gobernar. El presidente del PP, Pablo Casado, ve cómo el año clave en la carrera electoral a Moncloa puede empezar mal, mientras que su inquilino, el presidente Pedro Sánchez (PSOE), sin jugarse nada, puede llegar a ganar.
El consenso de las encuestas colocan al PP en el entorno de los 32 procuradores en la cámara autonómica. Esto es más que los 26 que tiene en la actualidad, pero menos de los 38 que ambicionaban en el inicio de la campaña. La mayoría absoluta está en los 41 diputados. El apoyo, siempre según los sondeos, lo ha ido perdiendo hacia Vox, partidos uniprovinciales y la abstención. En este escenario base, volvería a gobernar Mañueco, pero cambiando a Ciudadanos por un Vox embravecido, con al menos 10 escaños, que complicaría el futuro acuerdo. En un escenario peor, si perdieran alguno de estos escaños, la suma de la izquierda podría dar una mayoría, y la derecha podría perder Castilla y León.
Esto provoca que, más allá de este resultado, las sedes nacionales de PP y PSOE, así como otros barones autonómicos, vayan a redibujar sus estrategias políticas tras este 13 de febrero. Las mayorías de derecha, percibidas como inevitables en el ecuador de la legislatura nacional, pueden no ser tan sólidas. Por otro lado, el fortalecimiento de la marca PP en aquellas regiones donde gobiernan, puede no ser tan nítido como pareciera en 2021, tras la victoria aplastante de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Valladolid es el principio, pero no cabe duda de la importancia de esta cita en esta carrera que terminará el próximo año en Moncloa.
Moreno y Puig, atentos
Las elecciones en Castilla y León son de suma importancia en el conjunto de España puesto que condicionan otra retahíla de comicios autonómicos. El presidente de Andalucía, Juanma Moreno, está pendiente de Valladolid para pulsar el botón de las anticipadas, que él desea. Pero una mayoría débil del PP y un Vox fortalecido pueden hacerle cambiar de opinión: sería un golpe mortal electoral para su talante moderado tener que ir a las urnas mientras Vox pide ‘el oro y el moro’ en Valladolid.
También será un buen termómetro para la Comunidad Valenciana. El socialista Ximo Puig también baraja la convocatoria de elecciones, pero para ello debe asegurarse que la marca popular se mantiene todavía resentida en el levante y que puede reeditar el tripartito. Más aún cuando el candidato del PP, Carlos Mazón, representa nítidamente a Génova y Pablo Casado como muy pocas comunidades autónomas; entre ellas, la Castilla y León de Mañueco.
El difuso camino de Ayuso a Casado
Cuando la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, convocó elecciones en 2021, se mostró una hoja de ruta para el PP después de tocar suelo: exterminar a Ciudadanos y mantener a raya al Vox. Desde entonces, los barones han buscado el momento perfecto para justificar un adelanto electoral y alcanzar el ansiado escenario madrileño. Mañueco ha sido el primero. Pero en los últimos meses se ha demostrado que la ‘lideresa’ madrileña tiene una resistencia de la que carecen otros. Además, mientras que en Madrid la campaña la destrozó la izquierda, con candidatos líquidos dentro del PSOE y la aparición fugaz de Pablo Iglesias, en este caso ha sido el PP quien no ha sabido gestionar las dos semanas para pedir el voto.
El grito contra Sánchez de Ayuso, «socialismo o libertad», aunque la presidenta lo repitiera ayer, no ha dado tan buen resultado en las provincias castellanoleonesas, y el PP ha tenido que recular. La sensación de desorden en los populares, visualizada en el caos de la votación nacional de la reforma laboral, donde fue el error de un diputado popular el que permitió convalidar la medida económica estrella del Gobierno, no les ayudó en nada. El PP ha tenido que convocar a Ayuso a una serie de actuaciones en estas elecciones para intentar remontar la campaña, lo que no puede dejarles tranquilos en Génova, pase lo que pase. La implicación de Casado en la campaña, con una presencia que no tuvo en los comicios madrileños, también le deja mucho más expuesto al resultado, sea bueno o sea malo.
Pedro Sánchez y las expectativas
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), sin embargo, no se juega nada en estas elecciones y, en cambio, tiene bastante que ganar. Desde el primer momento, los comicios se han interpretado como la desconfianza entre PP y Ciudadanos, siendo una maniobra de Mañueco para reequilibrar el poder en el centro derecha. Tanto, que Sánchez arrancó con poca presencia en campaña. Pero entonces sucedieron una serie de sorpresas, como la polémica cárnica de Garzón, y la bronca por los fondos europeos, además de la aprobación de la reforma laboral, que parece haber beneficiado a los socialistas mediante la pérdida de confianza del PP.
Y todos estos elementos alimentan una pequeña oportunidad para el PSOE de que una fuerte caída de participación pueda alentar una mayoría con Podemos y los partidos de la España vacía. Si la izquierda no alcanzara esta opción (lo previsible), Sánchez seguiría disfrutando con un PP teniendo que negociar duramente con un Vox muy crecido, que habría aumentado bastante en una autonomía como Castilla y León, de voto moderado y tradicional y, teóricamente, más impermeable a las tesis de Vox. Sánchez podría reforzarse políticamente ante una nueva virulencia en la derecha.
El auge de Vox
Vox iba a conseguir apenas una pequeña representación electoral en Castilla y León, un puñado de escaños. Partía con todo en contra; un electorado ajeno y un candidato desconocido y polémico. Y sin embargo, parece escalar posiciones. Y esto es uno de los elementos que más preocupan en el PP: da igual en qué condiciones y en qué plazas, Vox siempre sube, imparable, con ritmo lento pero inexorable. Una idea que comparten también otros barones desde otras autonomías, sea cual sea la estrategia, el candidato o la coyuntura. La marca de Santiago Abascal no deja de crecer.