Junqueras, diez pautas para poner orden en el puzle catalán
Un escenario de fractura dentro del bloque independentista podría desembocar en una repetición electoral
El vicepresidente del cesado gobierno catalán, Oriol Junqueras, solo ha dejado clara, según ha confirmado, una cosa que ya nos había dicho. Se considera un “hombre de paz”, un “creyente”. Poco más. Intuimos por lo que ha dicho o escrito que simpatiza con el estoicismo y que es lector de Pessoa. El resto es paja. Verborrea para intentar salir de prisión. Un equilibrio que en circunstancias normales no podría ser tomado en serio. Sus creencias no aclaran si está dispuesto a acatar y cumplir el juramento de respeto a la Constitución y al Estatuto de Cataluña al que está obligado para tomar su acta de diputado.
Pretende convalidar ese compromiso con ese juego de palabras sobre sus convicciones religiosas y su amor por la paz. El fiscal le ha recordado que cuentan los hechos, no las declaraciones almibaradas que además son agotadoras por inconvenientes. ¿Solamente los creyentes son merecedores de la libertad provisional? ¿Ser creyente exime de cumplir la ley?
No estamos en una obra de Eugène Ionesco, aunque pudiera parecerlo. Un dirigente de un partido republicano y de izquierdas usa y abusa de sus creencias religiosas como garantía y como valor en sí mismo. Y siempre queda la duda de si este absurdo es sencillamente una forma de tomar el pelo al Tribunal Supremo y a toda la opinión pública. Que sea un hombre de paz no desacredita la autoría de graves delitos castigados con importantes penas de prisión. Pero es todo lo que pone en valor para pretender ser excarcelado.
Un dirigente de un partido republicano y de izquierdas usa y abusa de sus creencias religiosas como garantía y como valor en sí mismo
Todavía ignoramos qué decisión tomará y cuándo lo hará la Sala de Apelación del Tribunal Supremo. Para ser serios, aunque solo sea por contraposición, no debiéramos establecer quinielas. En esta obra que no es de Ionesco, se pretende que un prófugo de la Justicia, Carles Puigdemont, sea investido telemáticamente presidente de la Generalitat de Cataluña. Porque incluso para quienes pretenden que acatan el artículo 155 de la Constitución que cesó al anterior Govern y convocó elecciones, sigue siendo el presidente legítimo de Cataluña. Exhiben unas elecciones que consideran ilegítimas, pero en las que han participado, para contraponer el número de votos obtenidos como antídoto para sus responsabilidades penales.
Tengo que confesarles que este artículo es en realidad un puzle. Está compuesto por piezas de distintos colores y naturalezas. Encajarlas, para que den una imagen de conjunto, requiere entre otras cosas poner en relación un calendario procesal y un calendario político, cuyos engranajes son de distinta naturaleza y reconocen o cercenan derechos contrapuestos. Enumeremos las reflexiones para facilitar el orden.
Puigdemont pretende que el Estado cancele la separación de poderes
Primera, Puigdemont solo regresará a España si se produce un pacto político con el estado español. Traducida esta condición a la realidad, es la pretensión de que alguien, presuntamente el Gobierno, cancele la separación de poderes para conceder impunidad a un prófugo escapado a la acción de la Justicia.
Segunda, ERC se comprometió a apoyar la investidura de Puigdemont si regresaba a España para someter su candidatura al Parlament. Esta realidad cancelaría la pretensión de que Puigdemont es el legítimo presidente de Cataluña en el exilio. Intuimos y tenemos algunas pistas de que, al no cumplirse la previsión anterior, ERC libre de su convenio con Puigdemont, intentaría la investidura de Oriol Junqueras, que de momento sigue en prisión provisional.
Tercera, los dos partidos independentistas, ERC y Junts per Catalunya, reúnen 66 diputados. Dependen de la CUP, o lo que queda de ella, que en la actualidad tiene cuatro escaños. Pero la CUP ha adelantado que solo apoyará una candidatura que garantice la “progresión de la república”; es decir, la vía unilateral. Algo a lo que Junqueras habría renunciado.
ERC se comprometió a apoyar a Puigdemont en la investidura si regresaba a España
Cuarta, hay cinco diputados electos prófugos en Bruselas. Y tres en la cárcel. Dando por hecho que los prófugos no van a regresar, tendrían que renunciar a sus actas y dejar correr las listas para que sean sustituidos por otros que pudieran acceder a la sesión de investidura. Esos votos son imprescindibles.
Al mismo tiempo, los tres diputados electos en prisión provisional, tendrían que conseguir la libertad provisional o gestionar y conseguir permisos penitenciarios para asistir a la votación de investidura. O, como los de Bruselas, renunciar a sus actas de diputados.
La CUP es un actor imprescindible y ya demostró el placer que le produjo sacar del tablero a Mas
Quinta, conjugar estos factores para conseguir una mayoría de 68 diputados es el reto de dos partidos enfrentados con unas relaciones en crisis. Y la CUP en medio como actor imprescindible que ya demostró el placer que le produce cuando consiguió sacar del tablero al aspirante Artur Mas.
Sexta, todo lo anterior demuestra que la aplicación del artículo 155 ha tenido consecuencias importantes en la política catalana. Un escenario de fractura dentro del bloque independentista con, por lo menos, ocho diputados electos con imposibilidad o limitaciones para acceder al ejercicio pleno de sus funciones y con plazos perentorios que podrían desembocar en una repetición electoral.
Séptima, el artículo 155 sigue vigente hasta la toma de posesión normalizada de un nuevo gobierno catalán. Además, podría ser vuelto a activar si hubiera una reincidencia en la vulneración de la Constitución. Un freno importante para la tentación de repetir la conculcación de las leyes. Empezando por el reglamento del Parlamento catalán y todas las acciones de gobierno.
Ciudadanos tiene el liderazgo de la oposición tras ganar las elecciones
Octava, no se puede obviar que Ciudadanos, un partido constitucionalista, ganó las elecciones en Cataluña, lo que le confiere el liderazgo de la oposición y dificulta, aunque sea simbólicamente, el manejo torticero del Parlamento catalán.
Novena, pudiera darse el caso de que, dependiendo de los factores anteriormente mencionados, el partido de Ada Colau y Xavier Domenech pudieran ser determinantes. Pero también pesaría la precaria situación en que las elecciones del 21-D han dejado a Podemos en el conjunto de España.
Décima, ¿a quién favorecería o a quién perjudicaría más una nueva convocatoria electoral si no se puede poner en orden este laberinto tan complicado?
Voto emocional
Hay a su vez otros factores. ¿Cuál es la solidez del voto emocional que le ha dado la victoria a Puigdemont al margen de su propio partido? Es probable que la pretensión de legitimidad se consuma con el paso del tiempo. ¿Puede la economía catalana soportar la prolongación de este estado de incertidumbre sin que repercuta en la opinión de sus ciudadanos de forma sustantiva?
Es difícil imaginar cómo resolvería todo este asunto Ionesco si fuera la trama de una obra de teatro. La realidad siempre puede ser más punzante y atrevida que la ficción.
Sencillamente, no me siento con fuerzas para establecer vaticinios.
No nos queda más remedio que permanecer atentos a los acontecimientos.