«Es imperdonable que el independentismo juegue con las personas y el país»
Bricall, que formó parte del gobierno de Tarradellas, asegura que el independentismo juega con muchos catalanes para un proyecto que 'no lleva a ninguna parte'
Josep Maria Bricall (Barcelona, 1936) sigue con incredulidad la evolución del proceso soberanista. Economista, exrector de la UB, Bricall formó parte del gobierno unitario del presidente Josep Tarradellas, de cuyo regreso a Barcelona, con aquel Ja sóc aquí, se conmemora a lo largo de este año el 40 aniversario. Bricall muestra su rechazo a cómo el gobierno catalán ha querido impulsar el proyecto soberanista. Y sentencia que “es imperdonable que el independentismo juegue con las personas y el país, es imperdonable que se secuestren sentimientos, que yo respeto, para defender un proyecto que no lleva a ninguna parte”.
Bricall, que dejó testimonio de toda su experiencia con Tarradellas en un libro esencial, Memoria de un silencio (Plaza/Janés), defiende una premisa: “El drama de Cataluña es que no se ha gobernado desde 1980, con el ejecutivo de Jordi Pujol, sólo se ha jugado con la política”. Y, en oposición a Pujol, señala que queda la obra de Pasqual Maragall. “Yo sí sé que hizo Maragall, lo sé muy bien, Barcelona no tiene nada que ver ahora con la ciudad de hace 30 años”.
Pregunta: El presidente Carles Puigdemont sostiene que hoy Josep Tarradellas no podría bajar del avión para negociar su regreso a Cataluña, comparando a Mariano Rajoy con Adolfo Suárez. ¿Se ha deteriorado la democracia española?
Respuesta: Me parece lamentable comparar el nivel de democracia ahora con la situación de 1977, cuando no había ni Constitución. La democracia en España está consolidada, está enraizada. Es un despróposito decir eso. También añado que Tarradellas bajó del avión porque, antes, negoció bien para poder bajar. Lo que ocurre es que hay que hacer las cosas bien, de forma correcta, y en Cataluña se han hecho mal desde 1979, cuando se elabora el Estatut. Y la responsabilidad es de los políticos que estuvieron más tiempo. Algunos lo dijimos desde la misma elección de Jordi Pujol en 1980, por lo que ha sucedido ahora no es tan sorprendente.
P.- Al margen de lo conocido con la familia Pujol, y su propia confesión con dinero fuera de España, ¿cuál fue el error principal?
R.- Yo conocí a Pujol, sabía qué objetivos tenía, y sus dificultades para entender una organización política. Eso se vio con sus reacciones en el gobierno de unidad de Tarradellas, pero debo decir que los hechos me han desbordado todas las previsiones.
Lo que ha ocurrido con Pujol ha desbordado todas mis previsiones
P.- Gobernó mal la Generalitat, ¿queda obra de gobierno?
R.- Lo que ocurre es que se entendió mal para que se quería la Generalitat. ¿Cataluña quería la Generalitat para recuperar la identidad? ¡Si ya la tenía! La identidad se tiene, incluso bajo el franquismo se demostró. Lo que se debía hacer es gobernar, y no he visto que se gobierne Cataluña desde 1980, ese es el drama. Gobernar quiere decir tener una administración y un sistema jurídico, lo demás son tonterías, lo demás es jugar con la política, que es algo muy diferente. No se puede pedir ahora cosas surrealistas en un mundo que ha cambiado tanto. Pedir la independencia de Cataluña, hay que decirlo claro, es pedir la independencia de la Unión Europea. Y eso es una gran irresponsabilidad.
Bricall: «Cataluña existe gracias a Pasqual Maragall»
P.- Usted sostiene, sin embargo, que el catalanismo surge porque España ha gobernado mal a los catalanes, porque no les ha solventado, históricamente, sus problemas.
R.- España no ha sido nunca un estado que se haya ocupado de los problemas de Cataluña, como lo prueba ahora el tema del corredor mediterráneo. Ha gobernado como si fuera un gran ayuntamiento de Madrid, descuidando, de hecho, incluso, la vieja Castilla. España ha sido un país centralista, pero, además, con errores que no cometen países tan centralistas como Francia, que cuida de su territorio. Ahora bien, la cuestión es que Cataluña no ha aprovechado el autogobierno. El estatuto de 1979 pudo dar mucho más de sí. Y ahora no entiendo como durante los últimos años se ha perdido el juicio.
P.-Pero se ha avanzado mucho, no se puede decir que no se ha transformado Cataluña.
R.- El problema es la potencialidad que se ha quedado atrás. Lo que se podía haber hecho. No es un tema sólo de financiación, como se dice. Es de organización, de gobernar con atención a los ayuntamientos y diputaciones, que se ha dejado que se regularan desde España. Es el reconocimiento y la atención a una gran conurbación como Barcelona. Suerte de Maragall que gobernó durante mucho tiempo. De hecho, hay que decir que Cataluña existe gracias a Maragall. Todo lo que hacía en Barcelona acababa influyendo en el resto del territorio. Ha sido el espejo de Cataluña.
P.- ¿Pero el PSC ho ha cometido muchos errores también, el primero el de no entrar en el primer gobierno de Jordi Pujol en 1980?
R.- Sí, en 1980 había una mayoría de izquierdas que el PSC no supo liderar. Y pudo entrar en el gobierno o ejercer una oposición dura y eficaz. Y no hizo ninguna de las dos cosas. Creo que aunque quede lejano en el tiempo, es bueno recordar eso en un momento en el que se deberá poner el taxímetro a cero. Nos podemos encontrar en una situación similar en poco tiempo. Y admito que sí, que el PSC tal vez tiene una parte importante de responsabilidad en todo lo que ocurrió desde entonces.
El drama de Cataluña es que no se ha gobernado desde 1980
P.-¿Ve ahora alguna salida con el proceso soberanista aparentemente encallado?
R.-No lo sé. Creo que no lo saben ni los que pilotan el gobierno. Y no tengo claro, incluso, que lo que se dice sea lo que se quiere hacer.
P.- ¿Es Cataluña uno de los territorios en el que existe una mayor diferencia entre el discurso privado y el público?
R.- Es alarmante. Es una situación de hipocresía alarmante. Hay un sustrato en Cataluña de personas que creen que esto de España no le ha ido bien a Cataluña. Eso da pie a unos sentimientos. Lo respeto. Y es lógico que esos sentimientos se expresen. Pero no puedo admitir que se utilice eso para llevar a cabo una política que no lleva a ninguna parte. Es imperdonable que el independentismo juegue con las personas y el país, un país que tiene la vida difícil, en un contexto global. Vemos como Francia, un país grande, necesita a la UE, no digamos un país como Cataluña.
P.- ¿Qué verdades hay en el independentismo? ¿Qué agravios considera que son reales, justifiquen o no el movimiento independentista?
R.- Creo que el planteamiento debe ser diferente. La cuestión es qué pretendo, y cómo lo puedo conseguir. Y llevarlo a cabo correctamente. Lo comprobé en mi etapa de rector de la UB, con actuaciones que exigían tacto y negociación. Uno debe saber qué pretende. Y si se quiere la independencia, es evidente que no se puede hacer de esta manera. Si Tarradellas hubiera pedido la independencia, es evidente que no podría haber bajado nunca del avión. Siempre me dijo que Cataluña con España lo tendría siempre bien si utilizaba la razón y actuaba con rigor.
P.- ¿Pero no distorsiona mucho toda la relación con el gobierno español acuerdos como el alcanzado con el PNV, con el concierto económico?
R.- Sí, pero las cosas se deben hacer cuando tocan. Estar en la parada del autobús no quiere decir que salga el autobús. Se perdieron oportunidades. Pero no debemos pensar en el pasado. Lo que me preocupa es que cuando España diga que quiere hablar de una vez, no sepamos qué decir. Es decir, ¿qué se pedirá como prioridad? ¿Pediremos la inspección de los ascensores en las casas, como se hizo con el estatuto de 1979? Tarradellas sabía las prioridades, y por eso bajó del avión en Madrid, y no en Barcelona, donde hubiera sido, como él decía, un cartucho mojado.
Cuando España diga que quiere hablar, ¿qué se pedirá con verdadera prioridad?
P.- ¿Se equivocó Maragall al plantear la reforma del Estatut, llevando a la actual situación?
R.- Yo le pedí que no lo hiciera, que aprovechara la actitud del presidente del Gobierno –Rodríguez Zapatero– más proclive a Cataluña, para negociar distintos avances: el corredor mediterráneo, la situación de la conurbación de Barcelona, el área metropolitana, el acceso ferroviario al puerto o al aeropuerto. Le dije que para una reforma del Estatut siempre se hubiera estado a tiempo. Me dijo que tenía razón, pero que no podía, que había llegado a acuerdos con otros partidos políticos.
P.- Hemos conocido el caso Pujol y el de toda su familia. ¿No es un fracaso como sociedad conocerlo ahora?
R.- Se conocía, no se ignoraba. Otra cosa es que no se reaccionó. Todos los sectores sociales tienen su parte de culpa. Se habla mucho de sociedad civil, pero tengo muchas dudas de que exista. Y lo vuelvo a decir, no hay sociedad civil porque no ha habido gobierno. Parece una contradicción, pero no lo es. Un país que tiene gobierno, genera una sociedad civil fuerte. Eso requiere madurez. Pero lo que se hizo es controlar esa sociedad civil, de forma indirecta, que vino acompañada, hay que decirlo, de una falta de coraje de los catalanes.
Si a Pujol le preocupa su obra de gobierno, que lo hubiera pensado antes
P.- ¿Qué destaca de la obra de gobierno de Jordi Pujol, que es una de sus obsesiones, la de pasar a la historia como gobernante?
R.- Si eso le preocupa, creo que debió pensarlo antes. Yo sé lo que ha hecho el alcalde Pasqual Maragall en Barcelona. Lo sé. Esa es mi respuesta. Es una ciudad que no tiene nada que ver con la de 30 años antes. Ahora nos quejamos de una cosa –el turismo– de la que no nos quejábamos antes. Y eso ya es un cambio. Repito, si Cataluña existe es gracias a Maragall.
P.- Hay celebraciones para conmemorar el 40 aniversario del retorno de Tarradellas. ¿Fue una operación del gobierno de Suárez para atenuar el catalanismo, como defiende el nacionalismo catalán?
R.- Suárez envió al general Cassinello a entrevistarse con Tarradellas antes de las elecciones. Pero eran las izquierdas catalanas las que querían el retorno de Tarradellas, no Jordi Pujol. En la vigilia de las elecciones, Pujol constata en una entrevista en Le Monde, que no está por esa posibilidad. Pero las izquierdas ganan las elecciones. El Gobierno de Suárez, aunque había explorado esa idea, la pone en práctica cuando ve los resultados de las elecciones de 1977, que las ganan los socialistas, y que defendían el regreso de Tarradellas. El Gobierno de Suárez pudo haber hecho otra cosa y no hubiera pasado nada. Pero era evidente que era una cuestión que debía solventar, como la legalización del Partido Comunista. Aquí los sabios de este país dijeron que no, que la operación era producto de los designios del Gobierno español. En este país siempre se reinterpreta, son sabios que no leen, que saben las cosas por ciencia infusa.