Así se traduce en los juzgados: «Ellos me vas a vender esto teléfonos a Lavapiés»
Los intérpretes de la empresa Seprotec, que trabaja en los juzgados de Madrid, protagonizan situaciones esperpénticas en los juicios
Podría ser una escena de algún programa cómico si no se tratase de un asunto del que depende la libertad de las personas. Los traductores e intérpretes de los juzgados de Madrid, contratados por la empresa Seprotec, protagonizan momentos descabellados, casi risibles, en los juicios a los que acuden.
Muchos de ellos no tienen titulación, ni experiencia, ni dominio del español. El resultado es que sus traducciones no son entendidas por los jueces que, pese al enredo idiomático, suelen dictar sentencias en base a trabajos completamente discutibles.
Los trabajos a destajo low cost han hecho que cualquier inmigrante se presente en los tribunales como traductor o intérprete. Para comprobar que cualquiera puede ser traductor de un juzgado, un periodista de Economía Digital se apuntó en la empresa como traductor de árabe y se le asignó un juicio a pesar de que no sabe ni una sola palabra de ese idioma.
Acudimos a un juicio en los juzgados de lo penal en Madrid para valorar la calidad de los intérpretes y traductores. El 25 de abril de 2016 presenciamos el juicio oral contra un comerciante acusado de vender móviles robados en su establecimiento.
La juez del tribunal 31 de lo penal de Madrid pregunta a qué se dedica el hombre acusado. Entonces, entra en escena el intérprete de Seprotec, un hombre con chándal y gorra que parece no comprender claramente el significado de «dedica». Pero comienza su trabajo trasladando la pregunta del tribunal al acusado. Usa el bengalí, escucha la respuesta y comienza su intervención en castellano.
-En 2010 compraba móviles. Yo compro sobre pedido, no dejar un pago. Entonces, yo compra móviles en paquistaní…
La juez interrumpe: «No estamos entendiendo nada de lo que explica usted». El intérprete habla en árabe, de nuevo, con el encausado, y prosigue:
– Lo que siempre vendos a proveedor es un chico paquistaní. Ellos ha tenido sólo dos veces lo que ha pedido teléfonos. Yo no me conozco con estos.
Ante las frases ininteligibles, la juez vuelve a intervenir: «Vamos a ver. Es que no estamos entendiendo nada. No sabemos quién compra y quién vende».
Al percatarse de que el traductor tiene un nivel de castellano discutible, el propio acusado decide hablar directamente en castellano al tribunal.
-Proveedor ya no sé dónde está. Yo necesitaba un teléfono para vender 135-137 euros. Yo lo que vendía ganaba 5-7 euros. Yo no lo conoce.
La tensión era evidente en el tribunal que no manejaba la situación. Parecían celebrarse dos juicios paralelos: el de los castellano parlantes y el del comerciante egipcio y el traductor que no tenían éxito al comunicarse con el resto de la sala.
Entonces, la abogada defensora, interviene para pedirle al acusado que explique cuál es su trabajo. Y el imputado vuelve a dirigirse en español al tribunal.
-Yo no comprar a 150. Los clientes me mirar precios de mercadillo a 142 euros. Yo tengo beneficios al 5%.
En plena escena surrealista, el traductor de Seprotec, el profesional low cost pagado con dinero público para garantizar la correcta comunicación en el tribunal, interviene y repite casi lo mismo que el acusado, aunque tal vez con peor suerte en el manejo de su precario castellano.
-Lo que empezamos en 2010 para trabajar para vender móviles. Lo que has comprado, lo que has vendido. Lo que vendemos a proveedor es un chico de pasquistaní. Ellos han traído sólo dos veces los género que has pedido y yo te he dado. Se llama de un señor de paquistaní. Ellos me vas a vender esto teléfono a Lavapiés. Lo que gano es lo que me avisos- dijo el traductor para intentar dejar clara la respuesta del acusado ante el tribunal que lo juzga por receptación, es decir, por vender teléfonos robados.
Ante la traducción sin sentido, la juez vuelve a intervenir para pedir orden. «Vamos a centrarnos. No estamos entendiendo nada. Esta declaración, tal como está formulada, no la podemos recoger».
Pese a la incapacidad del intérprete para trabajar con una declaración en los tribunales, el juicio no fue suspendido. Tampoco ninguno de los intervinientes solicitó la presencia de otro traductor cualificado. Es la historia que se repite en decenas de juicios cada semana en los tribunales madrileños. Con estas declaraciones de difícil comprensión y pese a los problemas de comunicación, los jueces siguen dictando sentencias y decidiendo sobre la libertad de las personas.
Hasta ahora, sólo la juez Pilar De Luna, en excedencia, se ha negado a trabajar con intérpretes o traductores sin conocimiento de idiomas. «Estamos hablando de un tema muy serio. Que un acusado no tenga el derecho de contar con un buen intérprete es una vulneración a los derechos más básicos. Un intérprete debe conocer no sólo el idioma sino incluso la cultura para ofrecer las garantías procesales plenas. He tenido que suspender varios juicios a pesar de los retrasos procesales que ello supone», ha explicado la juez a este diario.
Pese a que este tipo de trabajos son objeto de burla casi a diario en los tribunales, los jueces no denuncian a este tipo de intérpretes. Escudados en la baja cantidad de denuncias, tanto la Comunidad de Madrid como la Seprotec aseguran que las traducciones tienen la calidad suficiente y que las quejas son mínimas.
Este diario solicitó al tribunal una copia del video de la traducción con el propósito de demostrar la precariedad de los traductores e intérpretes en Madrid y difundir la esperpéntica escena. El juzgado negó el video para proteger «la imagen de los intervinientes».