Turull evita las alusiones a la república antes de ir al Supremo
Jordi Turull realiza un discurso de investidura sin promesas estrella, sin ataques a la CUP y de bajo perfil político
Igual que aquellos equipos que salen al campo con la cabeza metida en el partido siguiente, Jordi Turull se plantó esta tarde a las 17.00 horas en la tribuna de oradores del Parlament pensando en que mañana, viernes, deberá acudir al Tribunal Supremo para acatar las medidas que decrete el juez Pablo Llarena.
Turull entró al hemiciclo con gesto de derrota, sabedor de que la CUP no piensa cambiar de postura y que, por tanto, su investidura es inviable. Los números no salen. El candidato a la presidencia de la Generalitat intervino durante una hora tratando de mantener el tipo, sin alusiones a la independencia de Cataluña que puediesen complicar todavía más su cita ante el Supremo, y con un discurso de perfil bajo.
Comenzó el candidato de Junts per Catalunya por elogiar el histórico compromiso de los catalanes con «la paz» y explicó que muchos seres queridos le habían pedido no asumir el papel de presidenciable para no exponerse más ante la Justicia. «Me decían que pensara sólo en mi familia y en mí. Pero los que me conocen bien saben que mis convicciones son irrenunciables», dijo Turull, con el tono épico que concede la derrota.
El temor a la prisión
Fue una sesión para lamerse las heridas. Con caras largas en los bancos de Junts per Catalunya y de ERC. Con gestos afectados porque muchos soberanistas están convencidos de que Llarena enviará a prisión a Turull y a otros cinco dirigentes soberanistas (Carme Forcadell, Marta Rovira, Raül Romeva, Dolors Bassa y Josep Rull) tras comunicarles su procesamiento.
Turull colocó un mensaje de «mano tendida» al Gobierno de Mariano Rajoy para resconstruir el diálogo. Evitó en esta ocasión sus habituales ataques al Estado y pasó a desgranar un programa de gobierno rutinario y sin grandes promesas para cumplir con el trámite. Lo hizo sin levantar la mirada, leyendo a toda velocidad un paquete de folios y ahorrándose cualquier golpe de efecto.
El discurso no levantó apenas aplausos. Tan sólo hubo ovación en el momento en que se refirió a la desaparecida Muriel Casals. Por lo demás, Turull pareció ajustarse a las instrucciones de sus abogados. Se dejó el independentismo en casa y actuó como un autonomista.