Theresa May emula a Artur Mas y gobernará con su propia CUP

La primera ministra británica no obtiene la mayoría parlamentaria deseada y se ve forzada a gobernar con el DUP

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“Ha hecho un Chicac”, decía algún inglés ilustrado el viernes de madrugada al comparar el fracaso de Theresa May con el que le hizo perder a Jacques Chirac la mayoría en Francia en 1997. Pero el símil más apropiado es que ‘ha hecho un Artur Mas’. El adelanto electoral le ha costado los tories su mayoría en Westmister y les pone en manos del DUP norirlandés, una suerte de CUP al revés. El Reino Unido se aboca a más polarización, con Jeremy Corbyn elevado a mesías del Partido Laborista y a un bipartidismo duro dominado no solo por el brexit sino, ahora, por el debate de la agenda social.

La primera ministra convocó los comicios en abril pese a que prometió que no lo haría cuando sucedió hace un año a David Camerón. Su plan era reforzar la ventaja de 12 escaños –escasa  pero suficiente— que tenía en los Comunes para consolidar un gobierno con el que plantar cara a la Unión Europea en las negociaciones del brexit. En lugar de subir los 30 escaños que auguraban las encuestas, ha bajado 12 perdiendo con ello la mayoría.  

El plan inicial de Theresa May era reforzar la ventaja de 12 escaños que tenía en los Comunes para consolidar un gobierno

“Ningún plan sobrevive el contacto con la realidad”, dijo Lord Wellington. La candidata se ha mostrado distante, antipática y defensiva. Los atentados de Manchester y Londres trasladaron la atención sobre los recortes policiales que ejecutó cuando era ministra del Interior, y el programa conservador mostró los recortes –“crueles” fue la palabra operativa— que prevé contra mayores y jubilados, el electorado natural conservador. May no será la segunda Dama de Hierro; en todo caso se le recordará por el plomo que lastrará su gobierno.

Los efectos de los comicios se manifestarán en todos los planos de la vida británica. Y en la europea también. Estas son algunos de las consecuencias más inmediatas:

PARA THERESA MAY: La premier perseguía tres objetivos con el adelanto: una mayoría parlamentaria reforzada de unos 360 escaños con la que aplicar un rodillo en apoyo de su gobierno; una posición de fuerza para negociar el brexit con Michel Barnier y la UE, y un golpe de autoridad dentro del Partido Conservador, en el que el exceso de egos e intereses y la falta la lealtad da pie a frecuentes conspiraciones.

Ha fracasado en los tres frentes. Los primeros en revolverse han sido los mas cercanos aliados de la primera ministra. “May contra las cuerdas”, decía a toda plana el Daily Mail; “Theresa Dismay” (‘Theresa Espanto’, haciendo un juego de palabras con el apellido), gritaba el The Sun. “No nos hemos pegado un tiro en el pie; nos lo hemos pegado en la cabeza”, afirmaba sin recato el diputado tory Nigel Evans ante cualquier micrófono en la madrugada del viernes. El gobierno que forme con los unionistas del Partido Democrático del Úlster (DUP) avanzará a trompicones y condicionado por las exigencias de los diez diputados norirlandeses.  No tardará en surgir un desafío interno al liderazgo de May, quizá tan pronto como en la conferencia anual del partido prevista para octubre en Manchester.

Ahora May no tiene fuerza para dar un golpe de autoridad dentro del Partido Conservador

PARA CORBYN Y LOS LABORISTAS. Los vencedores virtuales del jueves han sido el Partido Laborista y su líder Jeremy Corbyn. En 2015, Labour perdió 48 escaños (40 de ellos en Escocia). Su posterior división ante el brexit abrió una crisis que desembocó en la elección del veterano izquierdista. Tachado de radical por los champagne socialists cosmopolitas, y de comunista por los tories más recalcitrantes, Corbyn se ha revelado como el insospechado inspirador de la resurrección del laborismo al conectar con los votantes más jóvenes, missing en el referéndum del brexit, y recuperar en parte lo perdido frente a los escoceses del SNP y el UKIP.

Con 261 escaños en el nuevo parlamento, los laboristas tendrán la oportunidad de articular una oposición robusta contra los conservadores si logran acuerdos puntuales con otros grupos. Particularmente con los 12 diputados liberal demócratas, reacios a cualquier coalición formal, y los 35 del SNP, con el que el Labour tampoco tiene una relación especialmente cálida. Esa oposición se centrará fundamentalmente en combatir la agenda social conservadora y los recortes y privatización del NHS, el servicio de salud público británico; y en propugnar la educación gratuita, las pensiones, la asistencia a ancianos y discapacitados…

LA RELACION FUTURA CON LA UE: Si alguien piensa que Corbyn estará tentado a revertir la salida británica de la UE, que piense otra vez. Los laboristas defienden un acuerdo cercano e inteligente entre las partes. Y –una distinción importante para Bruselas— han dejado claro que quieren respetar los derechos de los comunitarios que ya residen en las islas, algo que Theresa May se ha resistido hasta ahora a declarar. Pero para el viejo socialista, brexit, también, “means brexit”.

Los laboristas tendrán la oportunidad de articular una oposición robusta contra los conservadores 

La reacción continental ha variado desde la ironía hasta la prudencia. Pero existe una general admisión de que las relaciones islas y continente no ha ganado un ápice de claridad: “El riesgo es que a un lío le siga otro; es el precio de la falta de liderazgo”, tuiteó el ex primer ministro sueco Carl Bildt. “Un gol en propia meta (…) que hace aún más difíciles las negociaciones”, dijo el líder demo-liberal Guy Verhofstadt. La canciller alemana Angela Merkel se pronunció con su silencio “por respeto”, mientras el jefe de los negociadores Michel Barnier, conciliador, dijo que “las negociaciones deben comenzar cuando el RU esté listo. (…) Juntemos voluntades para alcanzar un acuerdo”.

Los conservadores han sido erráticos y desconfiados en sus primeros pasos cara a un acuerdo con la UE. Por ello, nada apunta que el nuevo gabinete que forme Theresa May vaya a hacer más fácil un acuerdo. Sus nuevos socios del DUP son herederos del ultranacionalista reverendo Ian Paisley, némesis del IRA y del Sinn Feinn durante The Troubles (‘los problemas’) en Irlanda del Norte.

Solo cambia una letra: el DUP será la CUP de Theresa May. Igual que el grupo catalán que condiciona el procés, tiene 10 diputados, pero son en todo su opuesto: fanáticamente británicos, creen en Dios y en la Reina y son muy, muy conservadores. Y ya han dejado claro que se opondrán a cualquier arreglo especial con la República de Irlanda, con la que el norte tiene ahora las fronteras abiertas al pertenecer ambos a la UE. Esa dependencia, como la de Junqueras y Puigdemont de la CUP, puede convertirse en un obstáculo importante en la negociación del brexit en los próximos meses.

El resultado suscita nuevas preguntas sobre la vigencia o no de la vieja política. El fracaso de May lo es no solo de su oferta sino de la forma en que la presentó: personalizada y bajo el lema ‘strong and stable’ (fuerte y estable) solo le ha servido para que sus oponentes resaltaran que representa todo lo contrario. May rehuyó el debate televisivo con su rival y el cuerpo a cuerpo con los votantes.

Corbyn hizo una campaña vintage: por fuera parecida a la de los años 80 pero por dentro virtual, social y cool 

Corbyn, en cambio, hizo una campaña vintage: por fuera parecida a la de los años 80 pero por dentro virtual, social y cool para que atrajera a los jóvenes británicos. El lema laborista fue claro y hablaba de solidaridad: For the Many, Not the Few (para la mayoría, no unos pocos). Acertaron con algo que echaban de menos muchos ingleses. Bernie Sanders, con quien se ha comparado a Corbyn, le felicitó el viernes: “Estoy encantado de que le haya ido tan bien. En todo el mundo, la gente se está rebelando contra la austeridad y la desigualdad en ingresos y riqueza. En EE.UU., en el Reino Unido y en otros países, la gente quiere gobiernos que no solo representen al 1%”.

El nuevo mapa político inglés parece darle la razón al frustrado aspirante presidencial demócrata americano. Cuatro de cada cinco votantes optaron por regresar al bipartidismo, a un país partido políticamente por la mitad: el 42% votaron por los conservadores y el 40% por los laboristas. Más que decidir sobre Europa o la seguridad, el Reino Unido emitió un veredicto hamletiano ente los have y los have not; entre los que tienen y lo que no. 

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