La tentación convergente de Inés Arrimadas
Arrimadas defiende ensanchar el espacio de Ciudadanos con independientes, pero genera el rechazo de los que quieren un proyecto duro contra el nacionalismo
El espacio del centro-derecha catalanista está siendo muy codiciado. La extinta CiU ha dejado huérfanos a muchos electores. Y es la tentación convergente de Inés Arrimadas, que, gracias a varios asesores, entre ellos su pareja, Xavier Cima, ex diputado y ex concejal de Convergència, pretende acercar a Ciudadanos a ese espacio, convencida de que podrá conseguir una posición determinante en el Parlament de Cataluña.
Arrimadas es la nueva portavoz nacional de Ciudadanos, aupada por Albert Rivera. Es la cara que ofrece los mensajes del partido, que ha estado, y en gran medida sigue estando, monopolizado por el líder de la formación naranja. Pero es también la dirigente de Ciudadanos en Cataluña, la líder de la oposición al presidente Carles Puigdemont, con 25 diputados. En las últimas semanas se ha referido a la posibilidad de integrar “independientes” en las listas al Parlament, y ha defendido la necesidad de negociar con otros partidos para “liderar una alternativa de Gobierno”.
Con ello, y a partir de sus discursos en actos de partido, y con militantes, los sectores críticos de Ciudadanos se han puesto las manos en la cabeza, evidenciando un debate interno que pueda acabar en una batalla campal si los resultados no son buenos y esos 25 diputados se reducen de forma significativa.
Críticas por la tibieza frente al nacionalismo catalán
Se trata de la tentación convergente de Arrimadas, que esos sectores críticos le reprochan y que analizan lo que sucede con Ciudadanos en Cataluña con un gran pesar. Esos dirigentes y cuadros del partido, que defendieron las tesis que representó el ex diputado Jordi Cañas en el reciente congreso de Ciudadanos con la candidatura Mejor Unidos –la vía socialdemócrata frente a la liberal que encabezó el propio Rivera– consideran que no existe un proyecto claro frente al nacionalismo catalán.
Los sectores críticos de Ciudadanos se han puesto las manos en la cabeza, evidenciando un debate interno que pueda acabar en una batalla campal
Esa es la cuestión que resulta una auténtica piedra en el zapato en Ciudadanos. ¿Qué hacer en comunidades con una personalidad propia, con una tradición política determinada, como la catalanista en Cataluña? ¿O qué se defiende en otras autonomías, como Galicia, donde Ciudadanos logró sólo 48.103 votos y ningún escaño, con una candidata dirigida por Rivera como Cristina Losada? ¿O en el País Vasco, con Nicolás de Miguel y 21.362 votos?
En Cataluña, Arrimadas pretende beber de ese catalanismo transversal, aunque claramente en contra del proyecto independentista. Pero para los críticos eso es alta traición, porque, como recuerdan, “Ciudadanos no pretende gobernar a cualquier precio, sino poner en cuestión la visión nacionalista de la sociedad catalana”. La líder de la oposición aparece en actos de partido con su pareja –algo natural– pero en gran parte de la militancia de Ciudadanos no se puede entender que Xavier Cima influya en sus decisiones, porque está marcado por su pasado en el partido de Jordi Pujol y Artur Mas.
¿Cualquier independiente puede entrar a Ciudadanos?
El fantasma se agiganta cuando Arrimadas habla de incluir independientes, y se recuerda que Cima fue uno de los impulsores de Lliures, junto a Antoni Fernández Teixidó y Roger Montañola, ex dirigentes de Convergència y de Unió respectivamente. Es decir, ¿cabe la posibilidad de que miembros de Lliures se pudieran incorporar en el proyecto de Arrimadas? En ese caso, estallaría la guerra. Fuentes de Lliures rechazan esa idea, porque son proyectos políticos distintos, pero no se quiere romper relaciones de futuro con nadie, con la consideración de que los pactos, a medio plazo, para garantizar la estabilidad de los gobiernos, será imprescindible.
Ciudadanos es ahora un instrumento político con altos riesgos. Rivera trata de empujar al PP de Mariano Rajoy para que defienda y ponga en marcha el paquete de medidas de regeneración de la democracia que impulsó Ciudadanos. Y, volcado en la política española, deja hacer a Arrimadas. El partido en Cataluña lo dirige un pequeño grupo de personas: la propia Arrimadas, asesorada por Xavier Cima, y su influyente jefa de prensa, Clara de Melo, junto a Carlos Carrizosa, responsable del Área de Administraciones Públicas; José Maria Espejo, secretario de acción institucional; y Fernando de Páramo, secretario de comunicación. Los mismos, junto a otros dirigentes, son también el núcleo duro de Rivera, teniendo en cuenta que Ciudadanos es el único partido que no tiene ejecutivas propias en cada una de las comunidades autónomas.
Ese equipo ha acabado defendiendo proyectos “personales”, más que políticos para el conjunto de la autonomía, según el sector crítico. Pero esas mismas personas tienen ahora el encargo de buscar complicidades, y unir de nuevo el partido, tras ese desgarro que se generó en el congreso, con la apuesta por el iderario liberal, que defendió, además de Rivera, Juan Carlos Girauta, el portavoz de Ciudadanos en el Congreso, que reúne, sin embargo, una característica muy valorada: “es un antinacionalista rotundo”, que conecta con el origen de Ciudadanos en Cataluña.
Esos dirigentes pueden actuar de puente, como Paco Sierra, en el Ayuntamiento de Barcelona, o Manel García Bofill, presidente del consejo general del partido.
La incertidumbre del futuro de Ciudadanos
El problema, como le ocurre a todos los partidos, es qué pasará si Ciudadanos se hunde en las próximas elecciones al Parlament, o pierde varios escaños. Una formación con 17 o 18 diputados jugaría un papel determinante, pero se vería un fracaso. Ahora Ciudadanos tiene 25, es la primera fuerza de la oposición, tras Junts pel Sí, –la tercera si se tiene en cuenta que en esa coalición figuran Esquerra y el Pdecat– y, según Arrimadas, puede aspirar a gobernar la Generalitat si une sus fuerzas a las del bloque constitucionalista, el PSC y el PP, siempre y cuando –y por ello sus esfuerzos ‘transversales’– Ciudadanos se aproxime a ese centro ex convergente.
Existe un dato, sin embargo, que no pasa desapercibido para el sector crítico. En las generales del 20 de diciembre, Albert Rivera perdió 250.000 votos respecto a los comicios del 27 de septiembre de 2015 al Parlament de Cataluña. Es decir, en las autonómicas, Ciudadanos recibió un voto prestado porque se dirimía una disyuntiva clara entre el ‘sí’ a la independencia y el ‘no’ a la independencia. ¿Puede volver a aquellas cotas Arrimadas con una apuesta pseudo-convergente?
“Un partido debe tener un proyecto propio, que no se desdibuje, es cierto que no se puede proyectar una fuerza política sólo con un ‘no’ a algo, pero tampoco con un ‘no sé’”, reflexiona un dirigente crítico. Y ahora Ciudadanos, en Cataluña, “no se sabe qué defiende”.
Como ocurre en todo el tablero catalán, todo está por definir, con espacios electorales cambiantes, que todos los dirigentes políticos interpretan según sus intereses.