Taiwán está venciendo al coronavirus sin cerrar escuelas
Ubicada a 130 kilómetros de China, la isla reportó su primer caso de Covid-19 diez días antes que España y hasta este sábado tenía solo 53 contagios
Taiwán fue uno de los primeros territorios fuera de China continental en computar un caso de coronavirus Covid-19. En concreto, el 21 de enero, diez días antes que España. Ocho semanas después, este sábado 14 de marzo, la isla tenía apenas 53 contagios, al mismo tiempo que en España ya se multiplicaba por más de cien esa cifra y el Gobierno decretaba el estado de alarma. Los números no son lo único que diferencia a ambos países: Taiwán —reconocida como república solo por 14 países y no miembro de la OMS por pressing de la vecina China— lo ha hecho sin cerrar escuelas ni suspender toda la actividad debido a la pandemia.
Ahora, que el coronavirus se expande rápidamente por Occidente, muchos gobiernos vuelven a ver a Taiwán para intentar explicarse sus asombrosas cifras, máxime teniendo en cuenta su cercanía con China (está a 130 kilómetros) y que en torno a un millón de taiwaneses viven y trabajan en el gigante vecino y se trasladan constantemente entre ambos territorios. La preparación temprana, la acción inmediata y el conocimiento obtenido tras lamentables experiencias con otras pandemias, han sido señaladas como las razones por las que Taiwán se ha convertido en la anomalía del Covid-19 y, por tanto, en la envidia de cientos de países.
La mala noticia es que para ser como Taiwán hay que hacer lo que hizo Taiwán hace mucho tiempo, según sus autoridades sanitarias y los científicos que han estudiado ya su gestión de la nueva pandemia. La isla se ha estado preparado para afrontar un brote como el del coronavirus desde 2004, cuando creó el Centro Nacional de Comando de Salud (NHCC, por sus siglas en inglés). Fue la respuesta del Gobierno a una dura lección que dejó la crisis del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) aparecido en 2002, que mató a decenas de taiwaneses y causó una catástrofe económica en gran parte por una gestión deficiente.
«Estado de alerta constante»
Los analistas tenían previsto que Taiwán, cuya población es de 23 millones de personas, tuviera la segunda mayor cantidad de contagios del coronavirus. Era lógico, hasta cierto punto. Pero la isla optó por una proactividad discreta. «Taiwán ha estado en alerta constante y listo para actuar contra las epidemias que surgen de China desde la epidemia del SARS en 2003», reza un artículo científico del Journal of American Medical Association (JAMA), que analiza la respuesta del país al brote. Tan alerta que, el 31 de diciembre de 2019, cuando la Organización Mundial de la Salud fue notificada por primera vez del coronavirus, Taiwán actuó.
A partir de ese día, las autoridades abordaron e inspeccionaron a los pasajeros de todos los vuelos directos desde Wuhan, buscando síntomas de fiebre o neumonía. Aunque no hubo contagios en Taiwán hasta tres semanas después, se tomaron más medidas mientras avanzaba enero: a partir del día 5, se notificaba al centro de control de prevención de enfermedades de cualquier pasajero de Wuhan con fiebre o inspección respiratoria alta; y el día 21 se elevó la advertencia de viaje de Wuhan al nivel 2 y se activó un Centro Central de Comando Epidémico, parte del ya citado NHCC.
Un escáner término en el aeropuerto de Taipei, Taiwán, para mediar la temperatura de los pasajeros por el coronavirus, el 2 de marzo de 2020 | EFE/EPA/DC
Cuando se registró el primer caso de Covid-19 en Taiwán, inmediatamente se subió la adverencia de viaje de Wuhan al máximo nivel y se vetó la entrada de los residentes del epicentro del virus, además de requerir a todos los viajeros de China una declaración de salud. En breve se suspendieron todos los vuelos a China. El cierre de fronteras, o en su defecto las medidas tomadas para analizar a los pasajeros en los puertos de entrada, fueron incrementando en cuestión de días, sin quedarse nadie de brazos cruzados. El grueso del Gobierno taiwanés se puso manos a la obra, y el plan de contención no se limitó a los rígidos controles de acceso al país.
En las raras ocasiones en las que las autoridades hallaron el contagio, los pacientes eran enviados a cuarentena. El Gobierno daba a los contagiados un dispositivo móvil para rastrear sus movimientos durante el tiempo de aislamiento; si rompían la cuarentena, el mismo dispositivo alertaba que si el paciente seguía haciéndolo, las autoridades le irían a buscar. Se impusieron multas. Se elevaron los controles. Se garantizaron los suministros necesarios para mantener en pie los servicios sanitarios. Total, que JAMA contó hasta 124 acciones concretas para frenar el brote hasta el 21 de febrero. En aquel entonces, España tenía tres casos, pero ninguno en la Península (esto llegó el 26 de febrero).
«En una crisis, los gobiernos a menudo toman decisiones difíciles bajo incertidumbre y limitaciones de tiempo. Estas decisiones deben ser culturalmente apropiadas y sensibles a la población. Mediante el reconocimiento temprano de la crisis, las sesiones informativas diarias para el público y los mensajes de salud simples, el Gobierno de Taiwán pudo tranquilizar al público mediante la entrega de información oportuna, precisa y transparente sobre la evolución de la epidemia. Taiwán es un ejemplo de cómo una sociedad puede responder rápidamente a una crisis y proteger los intereses de sus ciudadanos», dice el informe de JAMA sobre el Covid-19 en la isla.
Preparación para la crisis
El investigador de políticas de sanidad de Stanford, Jason Wang, ha afirmado en una entrevista reciente que «lo más importante en la gestión de crisis es prepararse para la próxima crisis», señalando que precisamente eso hizo Taiwán, y deslizando la razón por la que los países más afectados actualmente por el coronavirus no pueden copiar todas las medidas que e tomaron allí: ya van tarde. «Lo interesante es que, cuando solo habían unos cuantos casos en China, las autoridades sanitarias taiwanesas entraron a cada avión que llegara de Wuhan y chequearon a las personas por síntomas», ha añadido Wang.
El ejemplo de Taiwán sugiere que, si ciertes medidas agresivas son efectivas al inicio de una posible pandemia, no es necesario escalar al confinamiento de la población o el cese de la vida cotidiana, que naturalmente cambia. En las cafeterías y restaurantes de la ciudad, solo se entra previa limpieza con gel desinfectante. En las escuelas, se han colocado divisores amarillos en los escritorios. Campañas informativas para combatir las fake news y para enseñar sobre hábitos de higiene necesarios se implantaron en toda la isla. El Gobierno informa todos los días, durante al menos una hora, sobre el avance de la enfermedad.
Las escuelas siguen abiertas. Pero Taiwán parece tener un plan para todo: si un niño tiene síntomas, se cancelan las clases; si se enferma, se cierra la escuela; y si se cierran varias escuelas, se cerrarán todas. No ha sido necesario, hasta ahora.