Sánchez aparca las advertencias a Torra: habrá más reuniones
El presidente del Gobierno y el de la Generalitat saldan su espinosa segunda cita sin más acuerdo que convocar un encuentro en enero entre sus segundos
El único acuerdo que salió del esperado y espinoso encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra fue el de celebrar una nueva reunión en enero, pero ya ni siquiera entre ellos dos, sino entre sus segundos, la vicepresidenta Carmen Calvo y el vicepresident Pere Aragonès, que estarán acompañados por otro miembro de cada uno de los ejecutivos. Por parte de la Generalitat, será la consellera de Presidencia, Elsa Artadi. Por parte del ejecutivo central, aún no está decidido.
La forma, el fondo e incluso el escenario de ese encuentro del mes que viene también están por concretar. Lo que está claro es que una nueva cita entre Torra y Sánchez tendrá que esperar. Al fin y al cabo, la de este jueves hace ya mucho que se convirtió en un dolor de muelas para los dos gabinetes, entregados a fondo a una disputa sobre la forma en que tenía que celebrarse -o, cuanto menos, escenificarse- hasta el punto de que lo de menos acabó siendo el fondo, sobre el que nadie esperaba nada. De hecho, no había ni siquiera un orden del día sobre la mesa, ni más consenso sobre el contenido que el de que no hubiera vetos.
Acabada la cita, Artadi y la ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet, comparecieron por separado y la primera leyó un comunicado pactado por ambas partes en el que unos y otros constatan «la existencia de un conflicto político» y la necesidad de reiterar su «compromiso con el diálogo» y de «potenciar los espacios» que lo hagan posible. Espacios entre los que se llegó a citar la mesa de partidos impulsada por el PSC, que Torra ha vuelto a convocar para una segunda reunión el 8 de febrero, pero que ya nació herida de muerte porque tres de las siete fuerzas con representación en el Parlament se desentendieron: PP, CUP y Cs, que es primer grupo de la cámara.
Desconfianza y buenas intenciones
Así que el balance se limita a declaraciones de buenas intenciones. Es decir, nada nuevo bajo el sol. Por lo demás, los dos gobiernos volvieron a discrepar incluso respecto del contenido de la reunión: si Artadi dijo que Torra volvió a insistir en la autodeterminación, Batet afirmó que el referéndum no se mentó. Tan sucinto fue todo que ni siquiera hablaron de los Presupuestos Generales del Estado. Y a estas alturas, puede parecer hasta normal, teniendo en cuenta el clima de desconfianza con el que se llegó a la cita, cuyos preparativos, consagrados a la forma, llegaron a niveles esperpénticos.
De hecho, Moncloa y Generalitat ni siquiera se pusieron de acuerdo a la hora de definir el encuentro en sus respectivas convocatorias oficiales, difundidas con apenas cuatro horas de antelación: si la Generalitat lo vendía como una “cumbre” entre ambos ejecutivos, la Moncloa anunciaba una cita entre Sánchez y Torra y una reunión de trabajo “en paralelo” entre Calvo y Batet, por parte del Gobierno, y Aragonès y Artadi, por el lado del govern.
Poco más de hora y cuarto de reunión
Torra, su vicepresidente y su consellera llegaron al Palacio de Pedralbes, que acogía el encuentro, minutos antes de las siete, y Sánchez lo hizo a las siete y cuarto. El president salió a recibirlo a las puertas del palacio con las cámaras como testigos y los dos protagonistas se saludaron con frialdad.
La fórmula consistió finalmente en celebrar dos encuentros paralelos, uno entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat y otro en una segunda sala con Calvo, Batet, Aragonès y Artadi, como había anunciado el Gobierno. Y después, se reunieron finalmente los seis. Claro que si la Generalitat vendió esa segunda parte como una nueva reunión, para poder seguir hablando así de esa “cumbre” en la que se empecinó en convertir la cita, la Moncloa la rebajó a la categoría de “saludo de cortesía” entre todos los asistentes.
Y el timing y la puesta en escena le da la razón a esta última: la sucesión de encuentros apenas superó la hora y cuarto, y hubo tiempo incluso para que al principio de cada uno de ellos, se hiciera pasar a los fotógrafos para inmortalizarlos. Pues bien, a diferencia de las fotos tomadas a Torra y Sánchez por un lado, y a sus ministros y consellers, por otro, en las que se les ve sentados y dialogando, en la reunión a seis, el posado consistió en una imagen frontal, con todos de pie y mirando a cámara. Y pocos minutos después de que se tomaran los fotos, Torra y Sánchez abandonaban el palacio.
Sin orden del día, pero con flores
En todo caso, las reuniones, tanto la de Torra y Sánchez como la de sus lugartenientes, se celebraron sin tan siquiera un orden del día previamente pactado. Al fin y al cabo, y visto lo visto, resulta cristalino que a unos y otros les interesaba mucho más cómo vender la fotografía del encuentro que lo que pudiera salir del mismo, toda vez que ambas partes asumen que, por lo que respecta a las reivindicaciones de la Generalitat, siguen a años luz, como aseguró Artadi pocas horas antes del encuentro y remarcó otra vez una vez acabado el mismo.
Una anécdota epitomiza a la perfección la preponderancia de la forma sobre el prácticamente inexistente fondo en el ránquing de preocupaciones de los equipos de Torra y Sánchez. Cuando ambos se sentaron, la mesilla situada entre los dos sofás que ocuparon estaba decorada con dos plantas de flores amarillas. Pero de inmediato un miembro de la comitiva del presidente del Gobierno colocó delante de ambas un tercer tiesto, este con flores rojas, que no se diga. Habrá que ver si tocará cambio de prioridades en esa reunión sin presidentes prevista para enero.