Revuelta contra Rivera por abandonar la oposición en Cataluña
Cuadros medios y militantes reprochan al líder de Ciudadanos que avale la posición de Arrimadas de renunciar a combatir el nacionalismo
Cuadros medios, dirigentes y militantes de Ciudadanos expresan su enorme malestar con Albert Rivera. Se trata de una revuelta interna, silenciosa, pero con muestras en los órganos de dirección, por la política que se sigue en Cataluña. El reproche se centra en Rivera, por avalar las tesis de Inés Arrimadas, y que significan, a juicio de esas fuentes consultadas, la «renuncia» a ejercer de oposición contra el independentismo, contra el propio proyecto nacionalista.
La diferencia de criterios se ha expresado en las reuniones del comité ejecutivo, entre el propio Rivera y Juan Carlos Girauta, el hombre que le acompaña en el Congreso, que reclama una línea más clara respecto al nacionalismo. También discrepan de la línea de Rivera otros dirigentes, como el andaluz Juan Marín, que pide consistencia al proyecto político.
Ciudadanos pasa por un momento muy complicado. Albert Rivera, con el foco en Madrid, con el objetivo de consolidar un proyecto de centro reformista que pueda competir con el PP, cree que en Cataluña también se puede construir un centro político que posibilite ganar y alcanzar la Generalitat. A los problemas internos se sumó este viernes las críticas de la eurodiputada Carolina Punset, quien, en un acto en Madrid con la presencia de dos fundadores de Ciudadanos, Albert Boadella y Arcadi Espada, reprochó a Rivera la falta de democracia interna y su posición tibia, ahora, con el nacionalsmo.
Abrazar alguna suerte de catalanismo
Rivera, sin embargo, tiene la convicción de que debe abrazar alguna suerte de catalanismo, que, por lo menos, no puede enfrentarse con cara de perrro al nacionalismo catalán. El rostro para alcanzar esa cima es Inés Arrimadas. Rivera cuenta con el apoyo y la complicidad de Carlos Carrizosa, portavoz en el Parlament, y José María Espejo.
Todos ellos forman parte de la misma ejecutiva, la única en Ciudadanos, que ha centralizado toda su actividad política. No hay ejecutivas territoriales ni autonómicas. Y, en última instancia, las decisiones las toma el núcleo duro de esa ejecutiva, con Albert Rivera al frente.
Eso ha desatado un enorme malestar en Cataluña, de cuadros medios y militantes, además de los dirigentes de la ejecutiva que desearían recuperar en Cataluña el espíritu fundacional.
El cabreo ha subido de tono cuando se supo que nadie de la dirección de Ciudadanos se despidió de Iván Tubau, fallecido la pasada semana, que fue uno de los impulsores del partido, comprometido contra el nacionalismo catalán, con todas las consecuencias. «Ni una sola corona de flores en su recuerdo», se señala.
¿Y la política lingüística?
Pero hay otros gestos anteriores que no se entienden: «el partido no ejerce de oposición con casos como la mujer fallecida en Reus, con una responsabilidad clara de la Generalitat; o no planta cara ante los presupuestos que plantea el Govern», y, por supuesto, se echa de menos que Inés Arrimadas haya dejado de lado la cuestión lingüística, que se haya aceptado sin más la inmersión lingüística en catalán, el gran motivo de batalla de Ciudadanos desde su fundación.
La dicotomía en Ciudadanos es grande porque se trata ya de dos partidos en uno. En Cataluña, las bases del partido son más humildes, son de centro-izquierda, que no quieren saber nada de buscar la complicidad con el catalanismo que ha podido representar CiU. En el resto de España, la entrada de militantes, por aluvión, proceden del centro-derecha, de desencantados del PP y de otros partidos a su derecha.
Rivera quiere construir un centro político reformista, con su obsesiva idealización de la imagen de Adolfo Suárez, pero sus bases en Cataluña, y los dirigentes más comprometidos con el proyecto inicial, no quieren asumir que se pueda iniciar un acercamiento con ese centro-derecha catalanista que pueda surgir de los restos de la ex Convergència.
Sonrisas y complicidad con Rull
Rivera arropa a Arrimadas. De hecho, fue él mismo, junto a Carrizoa y Espejo, quien se inclinó por Inés Arrimadas para que fuera la candidata de Ciudadanos a la Generalitat. Sea por seguir las indicaciones de Rivera, porque se lo cree, y también porque conoce bien ese entorno sociológico convergente, –se casó con un ex concejal de CDC, Xavier Cima– Arrimadas busca ese proyecto de centro, que no rechaza el catalanismo.
En septiembre coincidió en el mismo tren hacia Valencia con los miembros del Govern de Junts pel Sí. Toda la delegación catalana asistió a una cumbre con el gobierno valenciano para pedir el corredor mediterráneo. Esa imagen de Arrimadas con Josep Rull, mostrando sintonía, no gustó nada en una parte significativa del partido. «O se ejerce de oposición, dura y clara, o no se entiende lo que es Ciudadanos», indican las mismas fuentes.
El problema ahora para Albert Rivera es que su apuesta por la política española le puede dejar en una situación precaria en Cataluña. El proyecto de Ciudadanos se diluye, según sus críticos, porque le falta fuerza, porque ha renunciado a sus orígenes.
Gobernar, pero, ¿para hacer qué?
Carrizoza o Espejo, o Fernando de Páramo, secretario de comunicación que aparece en diferentes tertulias, insisten en que lo que desean es «gobernar», y que para ello deben ensanchar el espacio político. Pero, «¿para hacer qué?, se preguntan los críticos a esa línea.
Rivera se verá en los próximos meses en la tesitura de decidir qué quiere ser en Cataluña, mientras tiene dificultades en Madrid con el acuerdo alcanzado con el PP. El Gobierno de Mariano Rajoy ya le ha comenzado a discutir el pacto sobre los responsables políticos imputados, tras la muerte de Rita Barberá. Y en las próximas semanas deberá negociar los presupuestos.
Se trata de la gran crisis que deberá lidiar Rivera al frente de Ciudadanos.