Mientras Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaban sonrientes —con distintos grados de emoción— el preacuerdo de Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos, en muchos despachos fruncían el ceño. No solo en los de la oposición. Las empresas y muchas personas miran con desconfianza un pacto que puede suponer una subida de impuestos que les afecte directamente o impacte negativamente en la economía, si dispara el déficit o provoca la huida de inversiones.
¿Hay motivos para el recelo? No especialmente si se repasa el preacuerdo, pero es un terreno de juego demasiado ancho como para saber todavía dónde está el balón. El documento escasea en medidas concretas y abunda en buenas intenciones. Leyendo los programas electorales de PSOE y Unidas Podemos, sí que pueden justificarse algunos nervios, pero no hay que olvidar que los programas empiezan a caducar la misma noche electoral y lo hacen a la misma velocidad a la que suenan los teléfonos para buscar aliados.
El programa de Sánchez para el 10-N en cuanto impuestos era vacío, impropio de alguien que lleva año y medio gobernando y a quien, por lo tanto, se le supone una política fiscal más o menos definida. La tenía, pues ya había propuesto a Bruselas, en mayo, un incremento de la recaudación fiscal en 5.654 millones de euros, pero la ocultó en el programa para estar abierto a pactos de distintos colores.
El acuerdo entre Sánchez e Iglesias no concreta subidas fiscales pero establece una línea general y mira hacia Europa
Las propuestas con las que Iglesias concurrió a los comicios ya son otro cantar. En contraposición con los acordes del PSOE, Podemos pone música y letra a un programa, a su entender, progresista. Concreta subidas y bajadas de impuestos e incrementos del gasto que parecen inasumibles para una economía como la española, endeudada, con déficit estructural y bajo un marco común, el euro, que le exige disciplina presupuestaria.
El preacuerdo PSOE-Podemos habla de “justicia fiscal y equilibrio presupuestario”. Pone el énfasis a partes iguales en “el control del gasto público, esencial para el sostenimiento de un Estado del bienestar sólido y duradero” y en “impulsar políticas sociales” que se deben pagar “gracias a una reforma fiscal justa y progresiva que nos acerque a Europa y en la que se eliminen privilegios fiscales”. Pero el marco son “los acuerdos de responsabilidad fiscal de España con Europa”, y eso sí que empieza a poner límites al tablero.
Las subidas de impuestos de Sánchez enviadas a Europa
Los objetivos de déficit y el techo de gasto pactado con la Comisión Europea suponen ya un límite a algunas de las medidas de la formación morada. Para empezar, propone la “relajación inmediata de los corsés fiscales impuestos por Bruselas”. Pero también propone medidas como subir discrecionalmente las pensiones —con la hucha vacía— y luego revalorizarlas anualmente con el IPC. En esto último sí que coincide con el PSOE y forma parte del preacuerdo.
Pero la Comisión Europea deja margen para una política fiscal propia y, de hecho, si se sube el gasto por el incremento de las partidas sociales y no se eleva el objetivo de déficit, no queda otro remedio que ser más racional en el gasto y, sobre todo, subir impuestos. Y ahí es donde Podemos puede aportar medidas más imaginativas, a la vez que perturbadoras para algunos colectivos, que el PSOE, cuyas cartas son ya más o menos conocidas.
El hachazo fiscal que los socialistas propusieron en primavera se basa principalmente en el impuesto de sociedades, el que pagan las empresas por sus beneficios, la tasa Google a las empresas tecnológicas y la tasa Tobin a las transacciones financieras. También incluía impuestos al patrimonio y alguna subida más, por ejemplo del IRPF a las rentas altas.
Es de esperar que estas medidas vuelvan a ponerse sobre la mesa, máxime si Nadia Calviño asume una vicepresidencia —la otra previsiblemente será para Pablo Iglesias—. Además, son una música que suena bien en las filas moradas pues castigan a empresas y personas con un patrimonio más o menos importante.
Unidas Podemos propone subidas del IVA y el IRPF
El programa de Unidas Podemos va mucho más allá y, aunque Sánchez ascienda a la ministra de Economía, que no está bien vista por los de Iglesias, a la primera vicepresidencia, la política fiscal será un caballo de batalla en la negociación de gobierno. El partido surgido del 15-M intentará anotarse puntos en su casillero de progresividad fiscal para en teoría favorecer a las clases medias y bajas, y los socialistas tendrán que hacer cesiones le guste o no a Calviño.
Los de Iglesias son mucho más exigentes en cuanto a los impuestos a las empresas y las rentas altas. Proponen un impuesto sobre beneficios a las empresas por contaminar, un impuesto para las grandes fortunas —de más de un millón de euros— y un impuesto a la banca más agresivo que el de los socialistas. También endurecerían sucesiones y donaciones, que actualmente depende de las Comunidades Autónomas.
En el IRPF, Unidas Podemos entra con todo. Propone subir el máximo al 55%, para rentas de más de 300.000 euros anuales, mientras que para las de más de 100.000 euros, propone subirlo al 47%. Además, aboga por eliminar las exenciones a los sueldos con más ceros y reducir hasta el 18% el tramo más bajo no exento de IRPF.
Para el IVA, Iglesias propone numerosos cambios, que ya hacen temblar a todos los sectores pero en especial al comercio, que debe adaptarse a las subidas y bajadas: incrementar el tipo del 21% al 25% para los artículos de lujo —que no concreta—, situar en el 4% todos los alimentos y bebidas no alcohólicas y en el 10% los suministros básicos. Los productos de higiene femenina y de alimentación animal también pasarían al tipo mínimo.
El resto de programa es parecido al que trazó y mandó Calviño a Bruselas en primavera, justo después de las elecciones de abril que ganó Sánchez pero tras las que no pudo gobernar: menos exenciones fiscales a las grandes empresas, más impuestos medioambientales y, sobre todo, lucha contra el fraude fiscal. La guinda del programa fiscal de Podemos es que la iglesia pague el IBI.