Pedro Sánchez: náufrago en mar abierto
Su miedo cerval a la izquierda vocinglera de Unidos Podemos es de los que hacen época. Tratará de buscar el amparo de Ciudadanos, su aliado en el paraíso artificial de los ángeles caídos
Por la gloria de sus mayores, Pedro Sánchez vivirá del perfil pendejo que le ha tocado en suerte. Es un monje de alacena que guarda papeles y pequeñas venganzas en el trasmundo de su cocina cuartelaría. También es un náufrago en mar abierto acechado por filibusteros que quieren su cetro.
El socialismo español fabrica sancheces y zetapés cada tanto y el éxito o el fracaso dependen del que te caiga en suerte. Zapatero tuvo el don de la gracia divina; Sánchez, en cambio, acepta ser el muletilla de los grandes farsantes: Felipe González, Guerra, Ibarra, Borrell, Almunia y compañía, cofrades de «la puerta giratoria, antes que rota»; sin olvidar a Susana Díaz, claro, alma mediocre del clientelismo secular. Así es Sánchez. Y si es el chico de la tablilla en los cosos de provincias, no digamos en Las Ventas.
Sánchez, el buenazo del PSOE
Vivimos en un país de cilicios pegados a muslos embozados en sedosos camales; un mundo de traje chaqueta en celofán rodeado de procaces sociólogos apuntados al verso fácil de sus clientes. La política es el arte de tirar la piedra y meterte en el burladero. Y, claro, Sánchez, tal tallo alto, se presenta como un buenazo que dice lo que piensa y no cuela.
Le han hecho la campaña, Oscar López y Antonio Hernando, moscones de aúpa; Hernández y Fernández, la dupla de Tin Tin, dispuesta a custodiar las joyas de Castafiore, la mezzosoprano de fa sostenido y frufrú de enaguas que se alejan. Cada vez que Sánchez da un mitin, la platea se llena de señoras progres cicateramente endomingadas y caballeros con golilla de primavera.
Las sillas crujen de tan empático que resulta, pero siempre deja un vaho inerme flotando en el ambiente. Para animar a la concurrencia, el PSOE tira entonces de sus corifeos, la alegre concurrencia de Ferraz, una nube de jóvenes sin hebilla en el cinturón y camiseta limpia de todo poner.
El socialismo, criogenizado
Uno echa de menos a los intelectuales de provincias que venían a Madrid a ver al camarada Isidoro (Felipe a la sazón) y bajaban en el andén de Atocha con el pantalón arrugado y las mantecadas burgalesas en el zurrón. La heroica la ponían entonces los mineros asturianos que llegaban en el bus de la guardia personal mandada por Fernandez Villa, el manirroto de Mieres.
Ahora, el socialismo se ha criogenizado para dejar en el baúl de la historia el aliño devastado de los viejos camaradas. Y así le va. Desde que se inventó la Tercera Vía, el espíritu de la Segunda Internacional se ha ido marchitando hasta quedar en nada.
Sus críticos hacen vida en el Comité Federal de un partido federalista solo de nombre. Allí se dice muy claro: «es mejor no hablar porque, en casa del secretario general y candidato, la discrepancia se interpreta como una traición».
Un entorno que no le favorece
Tras nombrar a Margarita Robles y Josep Borrell para su Gobierno en la sombra, hemos podido comprobar que los años no pasan en balde. En la desquiciada gimnasia verbal del combate político actual, sacar del banquillo a las vacas sagradas tiene su riesgo. Ni Borrell ni Margarita tienen peso orgánico dentro del PSOE.
La primera ha fortalecido su vínculo profesional con la magistratura para curar las heridas de aquel trienio 93-96 en que aguantó carros y carretas al lado de Juan Alberto Belloch. El segundo desbancó a Joaquín Almunia a cambio de nada y vendió su alma a la Andalucía de los Benjumea, excelentes cazadores de patos sobre las marismas del Guadalquivir.
La cosa va de economía y Sánchez es del oficio. Pero no ha trabajado mucho para escoger a Jordi Sevilla, su mano derecha en las cuentas del Estado, un ex ministro fugaz y un redactor (no lo olvidemos) de programas nacionalizadores, que tuvieron en vilo la España de los ochentas hasta que los Boyer, Rojo, Solchaga y compañía pusieron al fresco la socialdemocracia y aplicaron la receta liberal a machamartillo.
Sevilla no es un hijo del maíz precisamente. Es fruto de la reconversión naval y siderúrgica, aunque cada vez que asoma la cabeza lo hace en calidad de Savonarola. Así, rodeado de salvapatrias y atrapalotodos, Sánchez tiene poco recorrido.
Entonará el mea culpa
Su miedo cerval a la izquierda vocinglera de Unidos Podemos es de los que hacen época. Acabar de bisagra cuando uno estaba acostumbrándose al timbre de Moncloa, que cada viernes marca el inicio del Consejo de Ministros, es un palo. Sánchez entonará el mea culpa.
Volverá al redil germánico en el que germinó el felipismo de los años felices. Tratará de sobrellevar la Gran Coalición que le piden sus lapidarios enemigos interiores –»coalición o muerte; dignidad u oposición», grita Rodríguez Ybarra- buscando el amparo de Ciudadanos, su aliado en el paraíso artificial de los ángeles caídos.
Esta vez, pagará la cuenta del banquete que une su centro-izquierda vacilón con el centro-derecha fatuo de Ciudadanos, una fuerza menguante gracias a la maldita Ley d’ Hont que provincializa los comicios en España.