Mentiras y verdades de la financiación de Catalunya
La batalla política ha ocultado el debate sobre qué corresponde a cada autonomía en función del peso de su población
El proyecto soberanista de Catalunya se ha basado en los últimos años en la cuestión económica. Al margen de la fuerza del sentimiento, y del poder del nacionalismo para impulsar un movimiento independentista, los dirigentes políticos quieren convencer a las amplias clases medias de catalanes de que con una Catalunya independiente les iría mejor económicamente.
Han sido, principalmente, los dirigentes de Esquerra Republicana los que han protagonizado esa vía. Ahora es Oriol Junqueras, pero quien inició la llamada vía económica fue Ángel Colom, como dirigente de ERC, a mediados de los años noventa.
Existía ya una literatura contrastada sobre flujos fiscales entre autonomías, y el concepto de balanzas fiscales y el agravio sobre Catalunya por parte del Estado se fue generalizando, aunque quien lo había puesto sobre la mesa, ya en la transición, fue Ramon Trias Fargas, economista y dirigente de Esquerra Democràtica de Catalunya, una formación que se fusionaría con la Convergència Democràtica de Jordi Pujol.
Financiación y balanzas fiscales
Pero el debate sobre las balanzas fiscales y la financiación de las autonomías son dos cuestiones distintas, aunque estén relacionadas. En el caso de Catalunya, la financiación de la comunidad se encuentra en la media, respecto al resto de autonomías. Otra cosa, como ha apuntado el conseller de Economia, Adreu Mas-Colell, es saber si todas las autonomías, en realidad, están “infrafinanciadas”.
La financiación, según los expertos, explica un tercio del total del déficit fiscal. El resto, lo que se suma en una balanza fiscal, corresponde a la inversión de la administración central en Catalunya, el comportamiento del subsidio del paro, las pensiones, o las subvenciones que reciben los municipios.
Entre el 8,2% y el 5,8% de déficit
Los datos, en todo caso, son los que son. Catalunya ha aportado a la administración central entre 2005 y 2009 un saldo neto de 15.646,6 millones de euros anuales (el 8,2% del PIB) en el caso de que se utilice el método del flujo monetario (imputa el gasto en el territorio), o de 13.328,2 millones de euros (el 5,8% del PIB) si se utiliza el método del flujo del beneficio (imputa el gasto en los individuos). Son los datos del estudio Balanzas fiscales: Metodología, resultados y elementos para un debate, de la profesora de Hacienda Pública, Maite Vilalta (UB), publicado a finales de 2012.
Los últimos datos que se conocen son de 2009, ofrecidos por el Govern de CiU. Mas-Colell presentó unas cifras con los 16.000 millones de déficit, a los que se acoge el movimiento independentista.
Tanto para ERC, como para CiU, pero, en realidad para una gran parte de la sociedad catalana que ha asumido el discurso independentista, esas cifras, con uno u otro método, son enormes e intolerables. Pero, ¿cuál debería ser el saldo fiscal correcto, o asumible?
PIB y población, una cuestión de equidad
Los expertos en Hacienda Pública, –la bibliografía económica, en general– ha acabado estableciendo algunos principios. Se aporta según la capacidad, y se recibe según las necesidades. ¿Y cómo lo medimos? La regla es establecerlo según el PIB y según la población.
Datos, de nuevo. Entre 2005 y 2009, la aportación de Catalunya al conjunto de ingresos a la administración central debería haber sido de un 18,67%, porque ese fue el peso de su PIB sobre el conjunto español. Pero fue del 19,48%, según el método del flujo monetario, y del 19,13% según el flujo del beneficio. ¿Y qué recibió? Según la población, debería haber recibido el 15,99%, porque ese es el peso de la población catalana en el conjunto. Pero recibió el 13,66%, según el método del flujo monetario, y del 15,05% según el método del beneficio.
Es decir, según ese criterio, Catalunya aportó algo más de lo que le tocaría, y recibió algo menos de lo que debería. Esa diferencia se traduce, según el flujo monetario, en un déficit fiscal entre 2005 y 2009 de 13.849 millones de euros, que se debería haber corregido hasta los 7.901 millones si se hubiera respetado ese equilibrio entre capacidad fiscal y población.
Una diferencia de 3,2 puntos de déficit
Es una diferencia de 5.948 millones de euros cada año. Corregido hubiera supuesto pasar de un 7,4% de déficit fiscal a un 4,2%.
Es decir, la diferencia –y tomando el flujo monetario, que es el que ofrece un mayor déficit fiscal para Catalunya—es de 3,2 puntos, que resulta de esa resta entre 7,4% y el 4,2%.
Son 3,2 puntos de exceso, y según se mire. Pero el resto, es la contribución de Catalunya a la solidaridad con el país al cual pertenece.
Déficit, pero no expolio
Por ello, con toda la polvareda levantada tras el anuncio del Gobierno de publicar o no las balanzas fiscales, y tras el encargo al investigador del CSIC, Ángel de la Fuente, de aportar más datos y pormenorizar quién y cómo se beneficia del gasto de la administración central, el conseller Mas-Colell insistía en sus tesis.
Consideraba “lógico” que Catalunya, como comunidad rica, pague por encima de la media, pero recordaba la cuestión de la población. “De lo que siempre nos hemos quejado es de que el porcentaje de gasto estatal en el territorio está persistentemente por debajo de la media de la población”.
Todo ello significa un problema de financiación, pero no un “expolio”. Esos 3,2 puntos adicionales, y que se pueden someter a debate, la academia no lo considera “un expolio”, aunque el movimiento independentista haya hecho bandera de ello.