Madrid, contra la economía española
Un estudio alerta sobre la concentración empresarial de la capital y la indefensión ciudadana
Madrid es el problema. Es la concentración empresarial, las maniobras políticas y económicas alrededor de una capital que no defiende los intereses del conjunto de los españoles, pero que se apropió de la españolidad, hasta el punto de que sólo lo madrileño ha sido considerado inequívocamente español, y lo demás local, periférico o nacionalista.
El argumento es directo, claro, sin vericuetos, con el objeto de pensar y articular otra España, que cuide de sus ciudadanos, que los respete y ofrezca más oportunidades. Ese es el mensaje del investigador Oscar Pazos, nacido en Vigo, que ha plasmado un enorme fresco de la España contemporánea en Madrid es una isla. El Estado contra la ciudadanía (Los libros del lince, 2013).
Visión periférica
Sí, Pazos es un gallego, con una visión periférica de España, de la España más dinámica, de la España cuyos habitantes se concentraron, desde mediados del siglo XIX en las ciudades costeras, y que, pese a la voluntad centralizadora de Madrid, que actuó bajo el amparo de instituciones políticas extractivas –como las define Acemoglu y Robinson en Por qué fracasan los países (Deusto, 2012)– consiguieron salir adelante y ser ejemplos claros de la economía productiva.
El autor de Madrid es una isla propone un recorrido histórico desde que Felipe II decidió elegir Madrid como sede de la Corte. Desde aquel momento, y hasta el actual Gobierno de Mariano Rajoy, Madrid se ha retroalimentado, adueñándose de la propia nacionalidad española, creando y alimentado un entramado político, económico y social, con lazos familiares, y de amistad, que ha perjudicado, de hecho, al resto de territorios españoles.
«El fundamento histórico del progreso económico de Madrid ha sido la permanente enajenación pública de la riqueza española y su transferencia a la capital, una exacción en la que han participado las principales instituciones madrileñas, la jefatura del Estado, el Banco de España, el Tesoro Público y los sucesivos gobiernos», afirma Pazos.
Pasión por la deuda
El libro sigue la senda, y Pazos lo destaca, de la obra del economista catalán Germà Bel, España, capital París. Origen y apoteosis del Estado radial: del Madrid sede cortesana a la capital total (Destino, 2010). Es decir, se trata de autores que, desde la periferia, han querido saber qué ha ocurrido en España para que siga en la cola de las economías occidentales, una situación que se ha mostrado ahora con toda su crudeza al comprobar que el gran salto adelante de la economía española en el último decenio se había producido por una apuesta desmedida por el crédito.
Porque eso es lo que ha ocurrido. Las grandes empresas españolas, radicadas en Madrid están totalmente endeudadas. Pazos recuerda algunos datos. Entre 1986 y 2006 España llegó a invertir unos doscientos mil millones de euros en el desarrollo y modernización del sistema radial de infraestructuras, y destinó la mitad de las ayudas recibidas de la Unión Europea en ese periodo, cerca de 100.000 millones de euros en total, para financiar ese objetivo.
Para ello, las compañías constructoras españolas, tradicionalmente relacionadas con la banca y el poder político, obtuvieron enormes beneficios y «un gigantesco flujo de caja con los que financiaron la concentración del sector –inflando de esta manera su propio valor– y participaron de los juegos de poder político-económico de la banca y las eléctricas». Y tras treinta años de beneficios, las seis mayores empresas del sector, presentes en el Ibex 35 de la Bolsa de Madrid, presentaban una deuda financiera superior a los cuarenta mil millones de euros.
Residuos de industrias nacionales
Pazos asegura que sólo tres empresas del Ibex 35, DIA, Grifols e Inditex, «pueden considerarse ajenas a la política o al tradicional entramado de intereses capitalinos desde su fundación».
El autor analiza la banca, las eléctricas, el entramado de funcionarios, el mundo del derecho –clave en la apropiación del Estado por parte de un núcleo de altos funcionarios madrileños– o las relaciones políticas para constatar que esa pretensión de hacer grande Madrid ha ido en detrimento de España, pese a que Madrid ha actuado en todo momento en nombre de España.
Y menciona cómo han llegado hasta la actualidad las grandes empresas. «Repsol, Iberia, Telefónica, Aena, Puertos del Estado, Adif, Renfe, Red Eléctrica y otras empresas madrileñas son el residuo de aquellas industrias nacionales –hoy empresas estratégicas y de bandera de una España militarizada, cuya entidad social y funcionalidad económica siguen condicionadas por la perspectiva nacional-madrileña de lo español».
Madrid, contra España
El catalanismo ha intentado, históricamente, que no se produjera esa deriva. Y el último intento fue el Estatut de 2006, que no pudo saltar las barreras de ese entramado jurídico-político madrileño, y acabó derribado con la sentencia del Tribunal Constitucional de 2010, determinante para que se provocara el auge del independentismo.
Pazos defiende que Madrid, de hecho, no ha dado juego a España. En primer lugar ha negado a su propio territorio. Porque Madrid no ha beneficiado a ese centro peninsular que no ha dejado de perder población y peso económico. No ha vertebrado a su propia zona de influencia territorial.
Lo que ha ocurrido, a lo largo de la historia, desde Felipe II, hasta nuestros días, pasando por la Restauración, por la dictadura, de Primo de Rivera y el franquismo, es «una confluencia de intereses político-financieros en la cúspide del Estado que ha corrompido las bases de la economía española hasta convertirla en un sistema deficitario crónico, insostenible sin el recurso al préstamo exterior y la extorsión permanente en el interior».
Criterio político antes que económico
Es decir, que siempre se antepuso los criterios políticos a los económicos. «La hipercapitalización de Madrid tiene y ha tenido un coste enorme, que es la supremacía de lo político en España. Frente a cualquier otro criterio social, económico o cultural, y sobre todo frente a cualquier contraste o competencia de criterios, aquí ha prevalecido el criterio político, el criterio central y dominante del poder».
El ensayo entra en cuestiones políticas con cierto detalle, como el análisis de la ley electoral que permitió a la UCD ganar las elecciones de 1977, y que sigue vigente. Y destaca el hecho, que ha pasado a ser admitido casi sin discusiones, de que el candidato de cualquier partido a la presidencia del Gobierno deba ser el número uno de la lista por Madrid, algo que no sucede en los grandes países del entorno europeo, como el Reino Unido, Francia, Italia o Alemania.
En todos ellos, los candidatos a primeros ministros o presidentes se presentan por sus circunscripciones tradicionales y no por la capital, incluso cuando concurren a las elecciones encontrándose ya en el ejercicio del cargo.
Más centralista que Japón
La grave crisis económica que sufre España está abriendo, por tanto, multitud de debates, con un abanico amplio, desde un cierto regeneracionismo hasta las posiciones independentistas, desde Catalunya. Pero toda España está sometida ahora a una interiorización de gran intensidad, para buscar un futuro mejor.
El libro de Pazos va en esa línea, reflejando que Madrid se ha convertido, de hecho, en un gran monstruo que trabaja sólo para sus propios intereses.
El Estado autonómico, por ejemplo, ha sido burlado por completo. Desde la proliferación legislativa de los sucesivos gobiernos centrales, dejando sin efecto cualquier iniciativa de los parlamentos autonómicos, hasta la concentración de poder en la capital.
La comparación con otros países causa perplejidad. Madrid aglutina tanto poder económico y empresarial, o más, que Londres, París o Tokio, capitales de países netamente centralizados. Y está muy por encima de capitales de países federales como Estados Unidos o Alemania, que se suponía que era el modelo que se quería seguir.
Madrid, ¿vuelve a España?
Y en lo que insiste Pazos es que lo que genera Madrid, el 17,9% del PIB, no justifica toda esa concentración, y ese poder compartido entre PP y PSOE a todos los niveles, como ocurrió durante la Restauración entre Sagasta y Cánovas del Castillo. Catalunya sigue conservando, pese a todo, el 18,9% del PIB español.
El ex presidentPasqual Maragall ya lo advirtió. «Madrid se va», aseguró antes de acceder a la Generalitat en 2003. Y, posteriormente, reflejó que «Madrid se ha ido».
Pazos intenta reclamar que vuelva, en beneficio de todos los españoles.