El presidente de la Generalitat es el encargado de inaugurar la reunión anual del Círculo de Economía en Sitges. Va con el cargo. Pero nunca un president había suscitado tan poco interés como Quim Torra, a quien el empresariado catalán ve como un inquilino temporal, con un alquiler cortísimo, tipo Airbnb, del Palau de la Generalitat. No faltó el tirón de orejas, pero la presencia de Torra ante los empresarios catalanes estuvo marcado por las ausencias, la indiferencia y la falta de feeling.
Es una tendencia que empezó ya con Carles Puigdemont pero que Quim Torra ha sublimado: cada año menos empresarios de primer nivel van a Sitges, a las que son las jornadas más importantes de la empresa catalana, para escuchar al presidente de la Generalitat. A diferencia de Artur Mas, a quien consideraban uno de los suyos —así fue al menos hasta su giro independentista—, ven a Torra como a una suerte de iluminado trabajando solo en una dirección —errónea para muchos de ellos—. Así se lo hicieron saber de muchas maneras.
Torra llegó poco antes de las cuatro de la tarde de este jueves, hora a la que estaba prevista su conferencia, y, como es habitual, le metieron en una estancia contigua a la sala de conferencias. En ésta, el protagonista suele departir con empresarios. Depende del protagonista, la sala se llena y el rato se alarga. No fue el caso de Torra, que en unos cinco minutos despachó a los pocos empresarios que le visitaron.
Muy pocos empresarios de primer nivel fueron a ver a Torra, y la mayoría lo hicieron por su vínculo con el Círculo
Jordi Gual, presidente de Caixabank, era el directivo de mayor rango de los que se vio con Torra. Pero no hay que olvidar que Gual es uno de los vicepresidentes del Círculo, por lo que su presencia era más que nada protocolaria. Además, fue uno de los primeros en abandonar la sala. Con el president se quedaron Carles Tusquets, presidente de Mediolanum, Pau Relat, presidente de Fira de Barcelona y expresidente de la patronal nacionalista Femcat, y Antón Costas, expresidente del Círculo, además del anfitrión, Juan José Brugera.
El actual presidente del Círculo fue el maestro de ceremonias y, como el año pasado, lanzó algún dardo a Torra, en forma de reproche por centrarse en la independencia olvidando la gestión del día a día y por la pérdida de potencia económica de Cataluña y de sus empresas. En primera fila se visualizaba la soledad (empresarial) de Torra. Sólo Josep Sánchez-Llibre, presidente de Foment del Treball, y Marc Puig, otro de los vicepresidentes del Círculo, destacaban en una fila llena de consellers de la Generalitat y cargos institucionales como Pere Navarro, máximo directivo del Consorcio de la Zona Franca, este año patrocinador de las jornadas.
Torra sí se trajo parte del gobierno a arroparle —los consejeros Jordi Puigneró y Àngels Chacón—, pero tampoco la clase política catalana asomó la cabeza por Sitges. Si hace un año se movía por allí el exconseller Santi Vila —este jueves no vino; ya tiene cargo—, este año era Carles Campuzano, convergente de la vieja escuela defenestrado de su escaño en el Congreso por la gente de Puigdemont, de la que también forma parte Torra. Quién sabe si seguirá el camino de Vila.
Quim Torra no sorprendió a los empresarios en la reunión anual del Círculo, de hecho, llegó a dormir a alguno
En el público, pocos empresarios de primer nivel y algunas sillas vacías. Josep María Pujol, de Ficosa, considerado cercano en su día a Convergencia, llegó a dormirse durante el discurso de Torra. Antoni Abad, de la patronal Cecot, no suele faltar a la cita, como Carmen Mur, expresidenta de Manpower. La sorpresa fue la presencia de Pablo Raventós, expresidente de Unipost, la empresa postal que repartió la información del 9-N y a la que se encargó también la del 1-O, aunque se neutralizó. La compañía quebró, aunque no por sus relaciones con la Generalitat, que era un gran cliente.
Banc Sabadell, Naturgy, Cellnex y Grifols, las IBEX catalanas, no enviaron a sus primeras espadas. Tampoco La Caixa o Abertis, por poner dos ejemplos más. Las ausencias hablan del poco interés que genera un presidente que se da por amortizado, que ven sentenciado, pero también la actitud que tuvieron. Así como el año pasado hubo cierto murmullo, la reacción esta vez fue la indiferencia. Ni las preguntas fueron especialmente incómodas. “Políticamente, sabemos de qué pie calza, no nos ha sorprendido”, resumió Brugera.
Torra soltó un mitin y se fue volando
Torra fue a hablar de su libro. De hecho, parecía estar de paso. Dedicó buena parte de su discurso a hacer balance —político— del último año, con especial énfasis en los políticos presos, el juicio del procés y proclamas en contra de la democracia española. En el balance económico, aseguró que los últimos cinco años, coincidiendo con los del procés, han sido positivos, y habló del descenso del paro, el crecimiento de las exportaciones y la inversión extranjera. También pidió ayuda a los empresarios para defender en España un referéndum en España.
El final de su actuación ante los empresarios también fue significativo. No suele ser fácil para un político importante salir de la sala. Algunos cámaras y muchos empresarios se encaraman a la tarima para saludar, dar la mano y hacer algún comentario al susodicho. Si éste ha venido a jugar, devuelve el cumplido, el golpe en la espalda y le promete un encuentro cuya celebración es siempre dudosa. Diez minutos no se los quita nadie.
Preguntado por lo que le había parecido Quim Torra, Juan José Brugera se fumó un puro (literalmente)
Torra no tuvo problema para bajar de la tarima, tomar la puerta lateral de la sala de actos del Hotel Meliá Sitges y dirigirse hacia la salida. Ningún empresario le siguió ni le cortó el camino, y sólo el consejero delegado de un diario nacionalista catalán alargó el brazo para dar la mano al presidente catalán.
A menudo elocuente con pocas palabras, Juan José Brugera resumió, quizá involuntariamente, lo que le pareció Torra. Tras despedirle ante el coche oficial, algunos periodistas le preguntamos qué le había parecido el president. En la puerta del hotel, sin cámaras y en petit comité, Brugera preguntó, dibujando media sonrisa, a un empleado del Círculo que le acompañaba: “¿Estos son periodistas?”. Tras las risas, nos respondió: “Dejad que me fume un puro”. Sacó un cigarro y se lo encendió mientras se alejaba el coche de Torra.