López de Lerma: »En política o estás en la cocina o sirves cafés»
El ex político de CiU recuerda los años fecundos de gobernabilidad y señala que la Convergència de Homs está recluida hoy en el gallinero del Congreso
La presentación del libro de Josep López de Lerma, Cuando pintábamos algo en Madrid, editado por ED Libros definió este miércoles en Barcelona una tendencia hacia la revisión del proceso independentista en la que participan intelectuales de izquierdas, políticos de la ex Convergència, socialistas y personalidades del mundo de la cultura.
El ex político de CiU fue contundente con su antiguo líder, Jordi Pujol al afirmar que en «política o estás en la cocina o sirves cafés», en referencia a la etapa en la que el nacionalismo apoyaba a los gobiernos centrales sin tomar parte en ellos por deseo expreso del ex presidente.
La presencia en el acto de la dupla Duran Lleida – Miquel Iceta (primer secretario del PSC) y de otros ex miembros de Grupo Catalán en el Congreso, como Pere Macias, Sánchez Llibre o Manuel Silva expresó fielmente el sentido que puede tener ahora un renacimiento del mejor reformismo político que dio vigor a la vertebración de España —CiU contribuyó en un «80% del acervo jurídico-político de la España de hoy», en palabras de Xavier Vidal-Folch, uno de los ponentes de la noche- y que hoy se estrella contra los límites del procés y del régimen que lo sustenta.
La memoria política
El editor Fèlix Riera definió el texto de Lerma como una de las reflexiones que nos pueden ayudar a cambiar las cosas. Volvamos a tender puentes por lo menos metafóricos: «este libro se puede leer tranquilamente en el trayecto de tren Barcelona-Madrid».
López de Lerma ha manufacturado una serie de micro relatos que conforman la memoria política de cuatro décadas de democracia como un todo sabiamente fragmentado a la «manera de Chateaubriand o del inabarcable Winston Churchill» –escribe en el prólogo Riera– pero tratando el recuerdo con un estilo casi puntillista cercano a los textos biográficos de Indro Montanelli.
Miquel Roca, ausente
Este miércoles, la reunión en torno a Lerma con un público moteado de académicos y escritores (Joan Subirats, Agustí Colomines o Bru de Sala, entre otros) mostró también la distancia que existe hoy entre ex compañeros de viaje: Duran Lleida rehusó la primera fila y se sentó en un peldaño de la escalera interior de Laie. Macias se mantuvo en las últimas filas y otros excusaron directamente su ausencia en obligaciones profesionales. También asistieron prohombres de la empresa, como el presidente de Foment, Joaquim Gay de Montellà, o Joan Pujol, hábil negociador, también de Foment. También estuvieron José Montilla, y Ramon Espadaler, y ex miembros del Govern tripartito, como Miquel Salazar -ex ICF–, Jordi Pericàs o Arseni Gibert, y Alberto Fernández, el portavoz del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, así como Sonia Sierra, diputada de Ciudadanos.
Quien excusó su presencia fue Miquel Roca. La habilidad del racionalista neokantiano ha sido siempre proverbial a la hora de evitar las críticas duras contra Jordi Pujol. Y las hubo, sobre todo cuando Lerma señaló al ex presidente como un «mesías, que actuaba por libre; que era él y sus operarios a parte».
Finalmente remató la parte crítica de su exposición sobre la trayectoria de su antiguo partido recordando que el precio de la radicalización ha sido la expulsión al Grupo Mixto: «el grupo de Homs está hoy en el gallinero del Parlamento español».
Las negativas de Pujol
El cráter del libro de Lerma, cargado de un rico anecdotario en el que la hilaridad juega tanto como el deseo de pasar cuentas, se centra claramente en la figura de Pujol. A veces héroe ausente y otras líder abusivo de una causa no siempre explicitada. Lerma sabe bien lo que significa esperar el plácet del número uno en medio del silencio. Así lo hizo Pujol hasta por lo menos seis veces cuando «negó a CiU la entrada en alguno de los Gobiernos de la alternancia PSOE, PP».
No lo quiso y empobreció un reformismo que ha dado grandes resultados; una fórmula inaugurada por Cambó y nunca realmente asumida por la convergencia a medio camino entre martirologio catalán y la racionalidad.
Aznar y la política de entonces
El libro es hoy una revisitación del José María Aznar más conspicuo y desabrido, y también el más rancio. El que castiga a una delegación mexicana a un desayuno en Moncloa de café con una sola galleta; el que dice «yo no hablo de chapas» cuando se le propuso anteponer el acrónimo CAT a las matrículas de los vehículos vendidos en Catalunya, aunque ofreció una solución que el núcleo de los hijos de Pujol no aceptó; y claro está el de la radicalización centralista que siguió a los años dulces del Pacto del Majestic.
Lerma resucita el «estilo suelto» para el ensayo político. Lerma es un antídoto contra los antagonismos replicantes; es el camino de en medio para las peleas sin fin. Sus páginas muestran a un político de consenso y sentido del humor, que recuerda las exageraciones de un presidente del Congreso como Federico Trillo-Figueroa, autor de una tesis doctoral sobre el «poder político en los dramas de Shakespeare».
Expresa un entusiasmo analítico apartado de la vida pública, interiormente libre, como quiso estarlo anoche en el cenáculo de algunos de sus mejores amigos. En Cuando pintábamos algo en Madrid, el autor utiliza el recuento con sugestiva densidad; estiliza la tensión de los que fueron protagonistas y ahora ponen notas sin resentimiento, aunque sí con algo de amargura.