La Puerta del Sol se llena de golpistas
Una marea de venezolanos que huyó de la represión y la miseria apoya en masa a Juan Guaidó como presidente. Éste es un relato de estos golpistas
Una marea de golpistas llenó la Puerta del Sol de Madrid este miércoles 23 de enero, día en que Venezuela celebra la llegada de la democracia y conmemora la caída del último dictador del siglo pasado, derrocado con una rebelión popular en 1958.
Los golpistas de 2019, una avalancha de venezolanos incontenible con sus gorras y banderas y armados con sus teléfonos móviles, llenó el kilómetro cero de todas las protestas en España para pedir el fin de un régimen que comenzó en 1999 y que asegura que la oposición «no volverá a gobernar nunca más».
Los golpistas llegaron con música venezolana en sus móviles pidiendo el fin del un régimen de Nicolás Maduro, que fue juramentado después de unas elecciones exprés en las que prohibió la participación de los líderes opositores e ilegalizó al principal partido de la oposición (Primero Justicia) y a la unión de partidos opositores (Unidad).
Un grupo de golpistas veteranos, decenas de jubilados que no cobran la pensión venezolana desde hace más de tres años, acudieron con sus consignas habituales. “Maduro: paga la pensión”, coreaban casi sin fuerzas, como si las reivindicaciones de tres años se hubiesen desgastado en cada concentración frente al consulado, en cada manifestación en Sol.
En la tarima, otro golpista, tomó la palabra. Se trataba de Neomar Lander. Su hijo, menor de edad, fue asesinado en junio de 2017 cuando la policía de Nicolás Maduro le disparó una bomba lacrimógena en el pecho. Lander es un agitador, un provocador que pide una investigación seria sobre el asesinato de su hijo que cayó en las protestas con otros 150 jóvenes que recibieron disparos en el pecho o en la cabeza durante las marchas.
Venezolanos que trabajan en Madrid
Durante el acto también llegaron los fanáticos burgueses. Eran los venezolanos que tienen el monopolio de la comida a casa en Madrid: reparten en Deliveroo, Glovo y Uber Eats pedaleando con bicicletas prestadas o alquiladas. Algunos de ellos dejaron sus carreras universitarias a medias. Son trabajos precarios, por horas. Sin Seguridad Social, sin vacaciones ni pagas extras. A veces pagan a otros conductores para poder trabajar con sus licencias porque no tienen papeles para darse de alta en las aplicaciones.
“Algunos conductores españoles se quejan de las condiciones de estas empresas. Pero para nosotros es una gran oportunidad. Llegas a España y puedes trabajar desde el primer día y mandar dinero a tus familiares en Venezuela”, comentaba Adrián, un joven deslumbrado por el país que le acoge: la seguridad en las calles, la sanidad pública, los supermercados llenos de comida y las farmacias llenas de medicinas.
Los golpistas, algunos desempleados, otros sobreviviendo con trabajos subpagados o esperando la tarjeta de asilo, corearon consignas contra Maduro, escucharon los discursos de políticos españoles de todos los grandes partidos (excepto Podemos) y exigieron que el gobierno español no reconozca al gobierno de Maduro.
Se marcharon poco después de las nueve de la noche, en metro o autobús donde regresaban a sus casas enganchados a las noticias de Facebook o Twitter, porque ninguna televisión local transmitía la juramentación de Juan Guaidó, el presidente del parlamento venezolano que fue electo con 16 millones de votos, la mayor participación en la historia del país. Allí, desde el teclado, exigían elecciones libres y democráticas, donde todos los partidos de oposición puedan participar y donde haya garantías internacionales de transparencia. Además de golpistas, también son provocadores.