El soberanismo se quita la careta para forzar la independencia el 9N
Más de medio millón de personas reclaman a Mas que haga lo que sea para votar y “crear un país nuevo”
Cuando uno vota, ¿ya sabe el resultado que se obtendrá en las urnas? La respuesta es obvia, pero el movimiento soberanista catalán lleva jugando con el equívoco desde la Diada de 2012. Y, en la recta final, en la conmemoración del tricentenario de 2014, con la fecha fijada para el 9 de noviembre, los catalanes que han formado este jueves una V –de voto y de voluntad– en las calles de Barcelona, que superaron con creces el medio millón, tenían claro el objetivo: la independencia de Cataluña.
Los cánticos de “independencia” se mezclaban con un “queremos votar”, algo menos efusivo. Las esteladas eran la única insignia, con algunas senyeras aisladas, cuando en 2012 dominaban algo más las senyeras.
El President Mas ha identificado, desde el inicio del proceso, “el pueblo catalán” con esos manifestantes, que, pese a su gran número, pese a protagonizar las mayores movilizaciones en los últimos tres años desde la transición, no ha provocado un aumento sustancial de independentistas.
Presión total al President
Y esos soberanistas, los ya convencidos, los que siguen defendiendo la independencia de Cataluña, bajo el eufemismo del “queremos votar”, presionaron este jueves al President Mas de una forma clara, nítida y diáfana. “President, ponga las urnas, el 9N votaremos independencia”, clamó Carme Forcadell, la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), una ex concejal de Esquerra Republicana, que se ha convertido en una especie de conciencia de un supuesto catalán demócrata al que le piden ir a las urnas.
Forcadell se reunió, junto con la presidenta de Òmnium Cultural, Muriel Casals –la otra pata del soberanismo más activo– con el President Mas una vez finalizada la concentración en la confluencia entre la Diagonal y la Gran Via de Barcelona. A Mas le reclamaron que haga lo posible por “poner las urnas”, aunque el President tiene un guión establecido, que difícilmente podrá variar. Le pidieron «unidad» e insistieron en que facilitara la consulta.
Mas rechaza poner las urnas en la calle
Pero, precisamente, Mas ha tratado en los últimos días de reconducir una situación que –todavía más– le podía superar por completo. Y ha blindado a CiU, a algunos de sus dirigentes, frente a los cantos de sirena del presidente de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, que reclama votar sí o sí el 9 de noviembre, diga lo que diga el Gobierno central y el Tribunal Constitucional cuando admita a trámite el recurso de Mariano Rajoy.
El President, en todo caso, necesitaba comprobar la capacidad de movilización del soberanismo en la Diada para mantener un cierto pulso al Gobierno español. Y convocará la consulta, justo después de que el Parlament apruebe la ley catalana de consultas, que lo hará el día 19.
Pero no forzará la situación –las urnas en la calle– si el Constitucional suspende cautelarmente la consulta.
Una Diada amortizada
Lo que ocurrió este jueves, por tanto, estaba amortizado de antemano, aunque existía la posibilidad de que una movilización absolutamente masiva pudiera haber modificado el guión.
Y lo que demostró, con las arengas en toda regla de Forcadell y Casals al finalizar la concentración, es que el dereho a decidir se ha camuflado durante tres años del anhelo de “independencia” de una parte de la sociedad catalana, importante, numerosa, no despreciable, pero una parte. Es lo que se desprende, sin demasiadas interpretaciones, de los discursos de Forcadell y Casals, a pesar de que muchos de los manifestantes, de buena fe, apoyen únicamente la posibilidad de votar.
“Llegaremos hasta el final, no hemos llegado hasta aquí para retroceder, y votaremos el 9N, votaremos independencia”, clamó Forcadell.
El reconocimiento de lo que fue la movilización de la Diada lo remachó Forcadell con el anuncio de que, a partir de ahora, la ANC “iniciará una campaña para que los que dudan se puedan sumar”, pero no sumar a la reclamación de una votación, si no para “votar independencia”.
Mas aguanta el tirón y pide a Madrid que reaccione
Previamente, Muriel Casals lo había expresado de otro modo. “No permitiremos, de nuevo, que nos pisen nuestra soberanía –recordando el tricentenario de 1714– porque la libertad no es negociable”.
Ahora Mas deberá gestionar esa inyección independentista, buscando, con Esquerra, ICV y la CUP –los partidos favorables al llamado derecho a decidir– qué hacer cuando el Constitucional anule la consulta. Y deberá sortear la posibilidad de sacar las urnas a la calle.
Tras la reunión con Forcadell y Casals, Mas quiso comparecer en el Palau de la Generalitat, junto con la vicepresidenta Joana Ortega, para reclamar “a Madrid y Bruselas que escuchen la petición de los catalanes”.