El Príncipe, consciente de que se debe negociar sobre la singularidad catalana
Los empresarios catalanes consideran que la Corona puede ayudar a resolver el encaje de Catalunya
El nacionalismo catalán siempre había jugado con una idea. El propio ex President Jordi Pujol lo hizo hace ya algunos años. Si la Corona decidiera implicarse, si pudiera ejercer un papel determinante, la relación de Catalunya con el resto de España se podría resolver. El monarca como referente del sueño austracista.
Y ahora, justo cuando se conmemoran 300 años de la derrota de Barcelona en 1714, en la Guerra de Sucesión, y aunque aquel nacionalismo catalán moderado ha derivado hacia posiciones independentistas –el propio Pujol– algunos de los principales empresarios catalanes vuelven a mirar hacia la Zarzuela. Pero ahora lo hacen confiados en que el Príncipe Felipe pueda ser el hombre que lidere una especie de segunda transición.
En defensa de las peculiaridades catalanas
Esa idea la pudieron expresar, aunque siempre de forma indirecta, sin grandes proclamas, los empresarios que forman parte del llamado grupo Puente Aéreo en su cena con el Príncipe Felipe en el domicilio de la familia Godó. Y el Príncipe, prudente, con ganas de escuchar, no les defraudó.
Los diferentes empresarios consultados aseguran que de sus palabras se pudo constatar una cuestión significativa: su “sensibilidad”, y su idea de que se debe dialogar para que Catalunya se encuentre a gusto, para que se pueda reconocer su singularidad. Es decir, el Príncipe Felipe consideró que el problema de Catalunya es también una cuestión de sentimiento y de reconocimiento de sus peculiaridades, y que no se puede cerrar los ojos a esa realidad.
El conocimiento del Príncipe de la realidad catalana es profundo. No es la primera vez que entabla un contacto directo con la clase empresarial. Lleva años haciéndolo. Y esa experiencia se puso de manifiesto en la cena en el domicilio de la familia Godó.
La visión de Torreblanca y Puig
Hubo dos empresarios más directos para reclamar un mayor papel de la Corona. Fue Manuel Torreblanca, del Grupo Godia, quien consideró que debería ser la Corona la institución que, en estos momentos, debería adoptar un papel más activo para encontrar una solución al bloqueo político entre el Gobierno catalán y el Gobierno español.
También lo hizo Marc Puig, presidente de Puig. Pero éste último pidió, en concreto, un papel al propio Príncipe Felipe, dejando en el aire una cuestión que puede ser la clave del futuro de España a corto plazo: la asunción de las responsabilidades de la Corona española en manos del Príncipe.
La prudencia del Príncipe
El Príncipe se parapetó en sus limitaciones institucionales. La Corona, aseguró, tiene su papel, pero dentro del marco de la Constitución. Y él se debe a ella. Otra cosa es que él, personalmente, pueda ayudar y buscar posibles salidas. En cualquier caso, los empresarios presentes lo vieron como un interlocutor ya de presente, con el que, a partir de ahora, se podrían vislumbrar soluciones.
La cuestión es que, frente al inmovilismo de Mariano Rajoy, que sigue sin considerar que exista un problema catalán, el Príncipe Felipe es consciente que se ha agravado y que se debería iniciar un diálogo productivo.
El freno de Madrid
Pero ese posible diálogo –al margen de que la consulta soberanista sigue siendo irrenunciable para una buena parte de la sociedad catalana– no se podrá concretar si el poder económico de Madrid no ayuda. Y, tras las intervenciones en la cena de Ignacio Garralda, presidente de Mutua Madrileña y de Juan Miguel Villa Mir, presidente de OHL, ese diálogo se podría alejar. Los dos se mostraron firmes en la defensa de las tesis de Rajoy.
La parte catalana lo tiene claro. Lo demostró José Manuel Lara (Planeta) y Josep Oliu, presidente del Banc Sabadell, quien insistió en la vía económica para resolver el conflicto político. Lara apostó por intensificar el diálogo. Pero Madrid sigue sin ver en qué debería consistir ese diálogo.
La lección económica de Nin
Todos, sin embargo, escucharon con mucha atención la intervención de Juan María Nin (CaixaBank), que se centró en el horizonte económico. Pese al optimismo que el Gobierno de Mariano Rajoy trata de insuflar, Nin dibujó un escenario complicado para Europa en los dos próximos años. El centro de la economía mundial volverá a ser Estados Unidos, con un mayor crecimiento, y, lejos esta vez de actuar como motor para las economías europeas, podría ser el punto de inflexión para que la economía mundial mire ya definitivamente hacia Asia, en detrimento de la zona euro.
El Príncipe escuchó, y habló, lo justo. Es un interlocutor preciado, y, a partir de ahora, deseado.