El pacto imposible de Sánchez y Rivera: una cuestión de programa
Las propuestas de PSOE y Ciudadanos sobre el 155 en Cataluña y la financiación autonómica convierten en inverosímil un acuerdo postelectoral
Albert Rivera repite cada vez que le preguntan por el asunto que Ciudadanos no pactará con el PSOE. La aritmética es la que es y, encuestas en mano, tan factible es que tras las elecciones del 28-A las derechas no sumen como que tampoco lo hagan las izquierdas. Y que en cambio sí que pueden salir las cuentas entre los de Pedro Sánchez y los de Albert Rivera.
Lo que está por ver, si se da ese escenario, es si Sánchez preferiría pactar con Rivera o volver a depender de los independentistas. Y si Rivera, más allá de sus reiteradas negativas preelectorales a cualquier entendimiento con el actual presidente del Gobierno, preferiría a la hora de la verdad seguir de flagelo en la oposición o aprovechar la oportunidad de gobernar, aunque sea de la mano del PSOE.
La cuestión es que un eventual entendimiento entre ambas formaciones parece cualquier cosa menos sencillo. Por lo de siempre, claro: el omnipresente conflicto catalán. La actitud de unos y otros respecto del que ahora mismo es el asunto medular de la política española un escollo que parece hacer inviable cualquier pacto. Más ahora que los programas electorales de ambas formaciones están sobre la mesa y ponen negro sobre blanco sus propuestas.
Empezando por ese 155 que los socialistas insisten en su programa en descartar de entrada para no aplicar “un estado de excepción territorial con carácter permanente”, y que en cambio abre el programa de Cs. Y sí, Sánchez aseguró que si tiene que volver a aplicarlo, lo hará, aunque «con consenso» y de forma «proporcional» al desafío que planteen las instituciones catalanes.
Pero el PSOE no cree que ahora se den las circunstancias para una nueva intervención de la Generalitat, y en cambio, los de Rivera abogan por llevarla a cabo “de forma inmediata” y “hasta asegurar el restablecimiento de la Constitución en Cataluña”. Lo que, teniendo en cuenta que para la formación naranja la Carta Magna está siendo vulnerada en estos momentos por las instituciones catalanas, equivale a una intervención indefinida.
Reformas constitucionales en sentido contrario
Hay otro ejemplo que, también a vueltas con el ovillo catalán, evidencia la incompatibilidad entre PSOE y Cs: ambos proponen una reforma constitucional, pero en sentido contrario.
Los dos partidos abogan por retocar el texto constitucional para clarificar el reparto competencial entre el Estado y las comunidades autónomas, los de Rivera dejan claro que de lo que se trata es de “garantizar la igualdad de los españoles y la unidad de mercado”, mientras que los socialistas, en las antípodas, proponen afinar la definición de “los aspectos identitarios, históricos, culturales, políticos y lingüísticos” y concretar una organización institucional y territorial “adaptada a las peculiaridades de cada comunidad”.
Los mismo vale a la hora de abrir el melón de la financiación autonómica, pendiente de renovación desde 2014, y que los socialistas plantean que quede regulada dentro de la misma Carta Magna.
No se moja el PSOE sobre el sentido de esa reforma de la financiación, pero sí los de Rivera, que, además de insistir en que el modelo debería de ser “más transparente, justo y equitativo” y garantizar “la igualdad de todos los españoles en el acceso a los servicios públicos”, meten el dedo en el cupo vasco, una de esas llagas que los socialistas nunca han osado tocar. y con la que además de tener de uñas a los independentistas catalanes, Sánchez pondría también en pie de guerra a los nacionalistas vascos.
Son desacuerdos demasiado profundos y que no afectan precisamente a una cuestión secundaria, sino al meollo en torno al cual lleva años pivotando la política española. Superarlos se antoja casi tan complejo como consensuar esas reformas constitucionales en sentidos divergentes, cuando no abiertamente contrarios, que proponen PSOE, Cs y hasta Podemos.