El enigma Nadlan planea sobre la Generalitat
El fracaso de la venta de dos edificios del Govern a la inmobiliaria de un ejecutivo israelí sigue envuelto en el secretismo
Muchos empresarios del sector inmobiliario se preguntan quién es Morris Moshe Benisty, el ejecutivo israelí que se ha echado atrás en la compra de dos edificios de la Generalitat después de abonar 16 millones de euros como paga y señal.
Moshe es el administrador único de Nadlan BCN SA, una inmobiliaria constituida en marzo pasado, tan solo tres meses antes que el departamento de Economía de la Generalitat, encabezado por Andreu Mas-Colell, le adjudicase un lote de dos edificios por 63,5 millones de euros. En el momento de la firma, aportó el 25% del importe, que previsiblemente no recuperará por incumplimiento de contrato.
Sin comentarios
Este ejecutivo israelí desembarcó en Barcelona el año pasado, cuando constituyó JMB Investments, otra inmobiliaria que comparte sede con Nadlan BCN en la última planta de un modernísimo edificio de oficinas de Núñez y Navarro, en la calle Pau Claris esquina con Córcega, precisamente frente la sede central de Convergència.
La directora de Nadlan, Adriana Bararu, abogada de origen rumano afincada en Cataluña desde hace más de una década, explica a Economía Digital que lo que publica la prensa sobre la operación de los dos edificios de la Generalitat «no se ajusta a la realidad» pero declina hacer más comentarios. Con suma amabilidad, la directora de la inmobiliaria indica que Morris Moshe Benisty, que describe como «una persona muy discreta», tampoco hará comentarios.
16 millones de garantía
Los responsables de Nadlan BCN se han mantenido en silencio durante todo el proceso. A la pregunta de si se planteaban emprender acciones legales pera recuperar los cerca de 16 millones de euros que depositaron como garantía, remiten al «sin comentarios».
«Sin comentarios» también es la respuesta que se da desde el despacho de abogados de Joan Laporta, el expresidente del Barça, al cual diversos medios han situado como intermediario en la fallida operación de compraventa de dos edificios de la Generalitat.
Nadie sabe nada
El departamento de Andreu Mas-Colell ha optado por pasar la patata caliente al próximo gobierno catalán, que deberá decidir si convoca otro concurso público para vender los dos edificios y si emprende acciones judiciales contra Nadlan BCN por supuesto incumplimiento de contrato. En la actual Consejería de Economía, nadie sabe nada, como diría Andreu Buenafuente.
Tanto misterio ha disparado las especulaciones. Sobre Nadlan BCN y Morris Moshe Benisty, en el sector inmobiliario se rumorea que se trataría de un ex agregado militar que pasó por embajadas de Israel en Sudamérica o del ejecutivo de una corporación de equipos médicos, tal solo por coincidencia de nombre, e incluso ha circulado entre empresarios un dosier que lo vincula a la empresa chipriota Rovesta LTD, tal como informó el semanario El Triangle.
Nadlan equivale a inmobiliaria
Desde hace años opera en Cataluña una promotora inmobiliaria llamada Nadlan Desarrollos, pero uno de sus administradores, Eduardo Guillermo Landsmann, se apresura a decir que no tienen absolutamente ninguna relación con Nadlan BCN: «Me han llegado a preguntar si somos primos, pero no tenemos nada que ver, ni los conozco».
Con mucho humor, Landsmann añade que «podíamos haber comprado los edificios de la Generalitat, pero no teníamos el contacto». Explica que eligió el nombre de Nadlan porque «me gusta» y porque en Israel hay muchísimas empresas con la misma denominación ya que el término hebreo «‘nadlan’ equivale a lo que aquí llamamos ‘inmobiliaria’ o en Estados Unidos ‘real state'».
Dos licitaciones
Cuando la Generalitat adjudicó el lote de dos edificios a Nadlan BCN, en junio pasado, algunas informaciones de prensa apuntaban al «origen» israelí de esta inmobiliaria, no solo por su administrador, sino también por su denominación, pero, en realidad, no consta si tiene una matriz o vinculaciones con algún grupo de aquel país. Ni tan siquiera ha transcendido quienes son los accionistas.
El departamento de Andreu Mas-Colell convocó el concurso para vender estos dos edificios hace un año. Necesitó dos licitaciones porque la primera quedó desierta y, en la segunda, los adjudicó a una empresa constituida tres meses antes que, al final, se ha retirado de la operación. Eso sí, dejó como depósito casi 16 millones de euros. Quizá sea la mejor venta de Mas-Colell: ha hecho caja sin desprenderse de patrimonio.