El Carec, la inspiración liberal de Mas que se quedó a medias
El acuerdo fiscal, que se inspira en el concierto económico vasco, es su propuesta más elaborada
La nueva generación de Convergència Democràtica, la que trazaba el futuro en el último mandato de Jordi Pujol, entre 1999 y 2003, tenía las cosas claras. Catalunya necesitaba un estímulo de corte liberal, que pudiera liberar las energías de los ciudadanos más emprendedores. Y Artur Mas asumió postulados que el grueso de la sociedad catalana, pero también la propia militancia de CDC, no estaba dispuesta, todavía, a compartir.
Fue en 2006 cuando Artur Mas se dispuso a hacer realidad aquel giro liberal, pensado por un grupo de dirigentes, caracterizados por su juventud. El cheque escolar, presentado como una de las grandes novedades en la campaña electoral, no cuajó. Recibió una gran oposición por parte de todos los sectores implicados. Incluso Jordi Pujol consideró que Mas iba demasiado rápido en la transformación de una sociedad que se autodefinía de centro-izquierda, aunque fueran medidas que ya aplicaban los países nórdicos.
Y en 2010 una de las primeras decisiones del president Mas fue constituir un Consejo Asesor para la Reactivación Económica y el Crecimiento (Carec), que presidió Salvador Alemany, presidente de Abertis. Se trataba de un grupo de sabios, orientados hacia un liberalismo social, que debía proponer medidas para lograr un salto adelante de Catalunya.
Pero el intento se ha quedado a medias. En gran medida, porque el objetivo principal era el de establecer las bases de un acuerdo fiscal, que Mas pudiera negociar con el Gobierno central. El Carec, y, en concreto, el propio Alemany, tenía el encargo de acercar posiciones, de establecer conexiones que facilitaran el acuerdo. Las condiciones políticas, sin embargo, pese a la discreción de Alemany, han hecho imposible cualquier pacto. El Carec nació con el gobierno del PSOE, y se encontró poco después con una mayoría absoluta del PP.
Propuesta descafeinada
El propio Mas ya tuvo que descafeinar una primera propuesta de acuerdo, planteada por el comité de sabios, para salvar una cumbre anticrisis que se organizó poco después de su constitución, con todos los partidos. El contenido más claramente desregulador y liberal, como una propuesta para crear un contrato de trabajo único, se acabó abandonando. Pero otras, como el copago sanitario, que defendía con determinación uno de los miembros del Carec, Guillem López-Casasnovas, se retomó más tarde, y dio pie al euro por receta.
El Carec, en cualquier caso, ha sido un intento de Mas de contar con una base científica que le permitiera proyectar un discurso nuevo, más dinámico, para rehacer la economía catalana. El comité, integrado por profesores universitarios, como Oriol Amat; Germà Bel; Jordi Galí; el propio López-Casasnovas o por profesionales del mundo del derecho y la fiscalidad, como Heribert Padrol o Joaquim Triadú, tenía claro que debía arriesgar y proponer medidas que estuvieran más allá del ámbito de la Generalitat.
Prueba de ello fue un informe en el que, en diciembre de 2011, el Carec apostaba por bajar las cotizaciones sociales para reducir los costes laborales, con la idea de que bajaran los precios e impulsar, así, las exportaciones, dando más recorrido también al mercado interior. Y aumentar, de forma paralela, el IVA, y tasas sobre algunas formas de consumo, y más puntos porcentuales en las rentas de capital. También reclamaba una tasa turística, que Mas acabó defendiendo y que se acaba de aplicar desde este mes de noviembre.
Junto a esas propuestas, el Carec planteó medidas que impulsaran o facilitaran una mayor dimensión de las empresas catalanas, uno de los grandes problemas de la economía catalana.
Con cierto sacrificio personal, –los 15 integrantes del Carec se reunían cada viernes, sin que en ninguna sesión hubieran faltado más de dos personas, y sin ninguna retribución–, el comité de sabios ha tenido siempre presente que no podía ser conformista.
Pero Mas no ha sabido o no ha podido recoger todo ese legado, que, ciertamente, respondía a un giro liberal que, en el contexto de una grave crisis, ha sido difícil defender.
Lo que está por venir
La gran obra hasta ahora del Carec –que seguramente tendrá continuidad con la victoria electoral de este domingo de Artur Mas—es el documento sobre el pacto fiscal. Fue en mayo de 2012. Y se trataba de un planteamiento que Mas se hacía suyo para negociarlo con el Gobierno de Mariano Rajoy. El final ya lo conocemos, y las elecciones del domingo son la consecuencia, por lo menos según la versión del propio presidente de la Generalitat.
Lo que proponía el Carec es una relación bilateral de Catalunya con el Gobierno central y la recaudación de todos los impuestos que se generan en la comunidad por parte de la Generalitat, que debía, además, tener capacidad normativa en el caso de los impuestos indirectos. La inspiración del Carec era el régimen foral del País Vasco y de Navarra. La idea era que la Agencia Tributaria de Catalunya recaudara y gestionara todos los impuestos para, posteriormente, realizar una transferencia a la administración central por los servicios que presta en Catalunya. Y dado el contexto de crisis, el Carec planteaba que el nuevo modelo se aplicara de forma progresiva.
Se trataba, en realidad, del modelo que lleva defendiendo CiU desde que rechazó el nuevo modelo de financiación que pactó el tripartito con el Gobierno del PSOE en 2009, y que respondía, en realidad, a los postulados del Estatut, que había pactado CiU con el Gobierno del PSOE en 2006. La política catalana tiene estas cosas.
Por eso, el Carec ha sido, pese a su atrevimiento en algunas cuestiones económicas, muy prudente. Sus integrantes han sido asesores de Mas, y han sido conscientes de ello. Tal vez, demasiado conscientes.