El Barça huye de las coacciones de Tsunami Democràtic
Un directivo del Fútbol Club Barcelona confiesa en privado: "Esto ha pasado de revolución pacífica a tocada de pelotas"
Acusado a menudo de ser cómplice de las reivindicaciones independentistas catalanas, la protesta de Tsunami Democràtic con motivo del clásico contra el Real Madrid podría cambiar, al menos por una vez, la fama nacionalista del Fútbol Club Barcelona.
La junta directiva que encabeza Josep Maria Bartomeu asiste con cierta incredulidad a las presiones de la plataforma secesionista Tsunami, que exige al club la exhibición de una lona gigantesca con el lema «Spain, sit and talk» («España, siéntate y habla») para permitir que el partido se dispute con normalidad en el Camp Nou. “El Barça ni puede ni debe poner la pancarta que se nos pide”, dice un miembro de la junta de Bartomeu.
Economía Digital ha podido hablar con varios directivos del club azulgrana. En una junta en la que conviven independentistas y constitucionalistas, todos coinciden en un primer objetivo al ser preguntados: “Lo importante es que el partido se juegue”. Incluso los que ven con simpatía las iniciativas soberanistas no dudan: “Esto ha pasado de ser una revolución pacífica a una tocada de pelotas”.
El plan de Tsunami Democràtic es rodear el Camp Nou cuatro horas antes del encuentro —previsto el próximo miércoles, día 18, a las 20.00 horas—. Y para ello ya cuenta con 18.000 inscritos. La entidad concretó esta semana su chantaje para que el clásico pueda jugarse sin incidentes: «Es muy fácil que el partido se juegue con normalidad: es necesario garantizar la presencia del Spain sit and talk en las gradas y en el terreno de juego».
«Una cosa es tolerar una pancarta en la grada y otra es poner otra en el césped»
Mientras los responsables de seguridad del FC Barcelona coordinan con los Mossos d’Esquadra el dispositivo para hacer frente al cerco del Camp Nou, la respuesta institucional del club a Tsunami dominó la conversación el martes en el viaje de la directiva a Milán con motivo del partido contra el Inter. Y una idea reinó sobre las otras: una cosa es permitir una pancarta en la grada y otra es que la ponga el club en el césped.
Del anonimato de Tsunami a las pérdidas económicas
Las fuentes consultadas se muestran contrarias a atender las exigencias de una entidad anónima. «¿De dónde se supone que debemos sacar la pancarta?», se preguntan. Estas fuentes ignoran si el presidente Bartomeu tiene algún tipo de hilo directo con Tsunami, pero están convencidas de que nadie se ha dirigido directamente al FC Barcelona más allá del típico amigo de un amigo que dice que conoce a alguien.
Miembros de la junta distinguen entre que el club se haya posicionado a favor del derecho a decidir o en contra de la sentencia del procés y entre convertir el clásico en un altavoz de Tsunami. El límite de la connivencia es que afecte a la disputa de un partido de fútbol. La imagen es lo principal, dicen, pero la cúpula azulgrana también mira al bolsillo porque la recaudación prevista para un día así en el estadio puede superar los 5 millones de euros.
La versión oficial del Barça: «Hay que centrarse en el partido, El Clásico se jugará»
La posición está fijada: es huidiza con las presiones pero no es de firmeza. De hecho, todos los directivos consultados pidieron que su nombre no apareciera en esta información.
Existe temor a plantarse en público, pues algunos asumen que hará falta algún tipo de gesto –¿permitir alguna pancarta en la grada?— para garantizar un clásico tranquilo. Uno de ellos bromea: “Si me garantizan que por poner un cartel de Spain sit and talk el partido se disputará con normalidad, lo pago yo mismo de mi bolsillo”.
El FC Barcelona se condena así a volver a indignar a la parte de su masa social que clama que «no hay que mezclar fútbol y política» cada vez que el club no es firme contra el independentismo. Jordi Cardoner, vicepresidente de la entidad compareció ante la prensa el martes para resumir la versión oficial: «Nos tenemos que centrar en el partido, estoy convencido de que se jugará». Pero añadió: «Esperamos que todo el mundo tenga un espacio para expresarse libremente; como ha sido siempre, el Camp Nou es un espacio de libre expresión para nuestros socios».
Los precedentes soberanistas del Barça
Presumiblemente, las críticas se amontonarán como ya sucedió el pasado mes de octubre cuando la entidad emitió un comunicado tras conocer la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes del procés. «La cárcel no es la solución», rezaba la nota, que añadía: «La resolución del conflicto pasa, exclusivamente, por el diálogo político». Por ello pedía «a todos los responsables políticos” que “lideren un proceso de diálogo y negociación para resolver el conflicto, que también debe permitir la liberación de los líderes cívicos y políticos condenados”.
En cambio, el RCD Espanyol lanzó un texto mucho más aséptico: «Somos una entidad puramente deportiva que no pretende representar ni los sentimientos, ni los posicionamientos personales e individuales de todos sus socios».
Peor fue presión durante el 1 de octubre de 2017. Mientras en Cataluña se celebraba el referéndum, estaba prevista la disputa de un FC Barcelona-Las Palmas en el Camp Nou. El club pidió a los Mossos d’Esquadra un informe que desaconsejara la celebración del partido para poder suspenderlo sin ninguna sanción deportiva, pero el cuerpo policial rechazó hacerle el favor a Bartomeu y garantizó la seguridad del enfrentamiento.
El sector más independentista del barcelonismo siempre acusó a Bartomeu de tibio
Sin el respaldo de las fuerzas de seguridad, la directiva no se atrevió a anular el encuentro –también presionada por los futbolistas, partidarios de jugar– y optó por jugarlo a puerta cerrada. La anormalidad volvió a ser vista por los sectores constitucionalistas de la afición como una cesión al independentismo.
No obstante, la decisión tampoco agradó al soberanismo, que siempre vio a Bartomeu y su junta demasiado tibia. El sector más duro del secesionismo no dudó en acusar a los dirigentes azulgranas de «traidores» y desató una crisis que se saldó con la dimisión de los directivos Carles Vilarrubí y Jordi Monés en desacuerdo por la celebración del partido.