De Gispert siembra el malestar en el gobierno de Torra
Esquerra lanza una batería de críticas a la expresidenta del Parlament por sus tuits insultantes después de que el president diera por zanjada la polémica
Quim Torra quiso dar el jueves por zanjada la polémica por la última salida de tono de Núria de Gispert, pero la controversia no solo sigue viva sino que ha vuelto a tensar las inestables relaciones entre los dos socios que integran su gobierno, Junts per Catalunya (JpP), que no ha dicho ni mu, y ERC, que ha pasado de tratar de esquivar la controversia a censurar abiertamente a la expresidenta del Parlament.
Preguntado por el tuit en el que De Gispert tachaba de cerdos a dos miembros de Cs, Inés Arrimadas y Juan Carlos Girauta, y dos del PP, Dolors Montserrat y Enric Millo, Torra consideró que ya no había tema porque la exdirigente de Unió Democràtica de Catalunya (UDC) eliminó el mensaje, aunque sin disculparse por el mismo. Pero desde entonces, han arreciado los reproches provenientes de Esquerra, que además no ha descartado todavía avalar la propuesta que el PSC llevará al Parlament para instar al govern a que le retire a De Gispert la Creu de Sant Jordi que la Generalitat le concedió el martes pasado.
Primero fue el presidente del grupo de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià, quien el mismo jueves, horas después de las declaraciones de Torra, consideró en TVE “un error grave” la actitud de la expresidenta del Parlament, que es reincidente en sus ataques y sus invitaciones a irse de Cataluña a Arrimadas y otros dirigentes constitucionalistas. “Son comportamientos que no deberíamos tolerar en nuestra sociedad y en nuestro proyecto, que quiere ser inclusivo y extender la mano a todo el mundo”, sentenció.
Sabrià era la avanzadilla de una maniobra coordinada de los republicanos, que ven en los exabruptos de tintes xenófobos a los que se ha aficionado De Gispert un torpedo a la línea de flotación de la apuesta de los de Oriol Junqueras por “ensanchar la base” independentista. Así que este viernes al líder parlamentario de los republicanos se le unieron dos de los consellers de Esquerra en el gobierno catalán: el titular de Trabajo y Asuntos Sociales, Chakir el Homrani, y la de Justicia, Ester Capella.
Ambos se desentendieron de la concesión de la distinción, que recordaron que corresponde al presidente de la Generalitat, y dijeron que “respetarán” la decisión de Torra de no retirársela a De Gispert, pero no ahorraron críticas a la actitud de esta. “Es reprobable”, concluyó El Homrani, que pidió “una reflexión. “Los responsables políticos tenemos la obligación de no jugar a este tipo de expresiones que son ofensivas”, zanjó. Capella, en la misma línea, dijo no compartir “determinadas maneras de expresarse” porque “la política debe caracterizarse por el respeto”.
Hasta el candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall, matizó vía Twitter que no está “nada de acuerdo con las expresiones que utilizó Núria de Gispert”, después de que el jueves, y a instancias del también alcaldable Manuel Valls, se negara a condenar el tuit de la discordia.
ERC, en un brete
La oleada de reacciones provenientes de ERC contrasta con el mutismo de JpC, ninguno de cuyos dirigentes ha afeado, al menos en público, su comportamiento a la expresidenta del Parlament. Y eso que la formación a la que ahora pertenece De Gispert, Demòcrates de Catalunya (de la que es portavoz), está integrada en el Parlament en el mismo grupo que Esquerrra. De hecho, los reproches no han sentado bien, y Demòcrates reaccionó pidiendo “lealtad” a sus socios parlamentarios, según fuentes de la formación citadas por Europa Press.
De ahí que la propuesta del PSC para retirar la distinción a la expresidenta de la cámara catalana, que los socialistas quieren que se vote en el pleno de la semana que viene, haya puesto en un brete a ERC, que en octubre pasado ya votó en contra de una reprobación a De Gispert –que salió adelante igualmente- por su contumaz insistencia en pedirle a Arrimadas que se vaya a Andalucía.
Volver a rechazar la censura a los exabruptos tuiteros de la expresidenta del Parlament socavaría las advocaciones de Esquerra al ensanchamiento transversal del soberanismo. Avalarla, en cambio, le supondría una guerra interna con sus socios parlamentarios de Demòcrates y un nuevo encontronazo, y van, con sus socios de gobierno de JpC. Normal que al menos los republicanos insistan en reclamarle que, la próxima vez, antes de darle a la tecla se tome la molestia de contar hasta diez.