El boomerang roza a Mariano Rajoy y corta la cabeza de Pablo Iglesias
Rajoy reprocha a Iglesias una y otra vez que no es de fiar, sin que el líder de Podemos pueda lograr complicidades
Hasta la aparición de las armas automáticas, los ejércitos, en campo abierto, formaban sus unidades de infantería en filas o columnas y disparaban sobre el enemigo y recibían sus descargas sin romper la formación. Quien aguantaba, ganaba. Siempre, una sangría. La victoria estaba tan manchada de sangre que era una derrota camuflada de gloria. Este martes fue un desgaste de fuerzas en las que Mariano Rajoy aguantó las descargas y salió vivo. Pablo Iglesias quedó en entredicho. Desde luego demostró que no es Napoleón.
Pablo Iglesias se enfrentó a Mariano Rajoy sin fuerzas suficientes. Le faltaron apoyos. No encontró fuerzas aliadas. Contra pronóstico, Mariano Rajoy acepto el envite y, después de aguantar más de dos horas de descargas de Irene Montero, pasó a la contraofensiva. “Usted, señor Iglesias, no es de fiar.”
Duro, muy duro. Utilizó sistemáticamente la hemeroteca en descargas sucesivas. Una hemeroteca que, desarrollada con orden sistemático, es letal; una losa para Pablo Iglesias, que demostró que su capacidad para sostener una cosa y la contraria no tiene límites. “Señor Iglesias, usted no es de fiar”, un aserto difícil de debatir que fue respondido con “¿cuántos amigos tiene usted en la cárcel; no cabrían sumando el espacio del Congreso y el Senado”. Poco más.
El líder del PP deja a Iglesias tocado, con una frase lapidaria: «Usted no es de fiar»
Los teloneros no deben eclipsar a la estrella. Se deben limitar a entretener a los espectadores hasta que salga a escenario el boss. Irene Montero utilizó mucha pólvora. Nos descubrió, en dos horas largas, que el Partido Popular es el rey de la corrupción. Detalló minuciosamente un diccionario del crimen organizado durante años por el Partido Popular. A estas alturas ocurre como con las cosas que son obvias, que ya se saben por una reiteración de hechos que no están en discusión. Demasiada pólvora distrae; fuegos de artificio.
Iñigo Méndez de Vigo leía abstraído un libro del que nadie ha sido capaz de averiguar el título. La bancada del PP hacía ruido que trataba de amortiguar la presidenta del Congreso. “Guarden silencio” fue la frase más escuchada. Montero agotó a “la peña”. Alguno de sus diputados se durmió ostensiblemente. Errejón aplaudía sin conviccióny a medida que discurría la sesión los rostros de Montero e Iglesias demostraban que no estaban contentos.
Pasaban los minutos y la reiteración con distintos adornos y formulaciones se hizo insoportable. Me acordé de los mítines de facultad en los que los oradores nunca sabían cómo acabar.
Las bancadas reclamaban en silencio al “boss”. Se confirma que la sobreactuación diluye la fuerza del mensaje por mucho que sea indiscutible.
La sorpresa fue que Pablo, en su condición de estrella del rock, abordó la misma partitura que Irene Montero. No respetaron el reparto de papeles, sino que se superpusieron. La misma música con algún añadido de buenismo en las intenciones.
Iglesias recibió el reproche de Oramas: «A usted no le gustan las mujeres que no sean sumisas»
Las dos terceras partes de la diatriba de Iglesias fueron reiteración del catálogo de Montero. El programa, un vademécum de buenas intenciones. Poco más. Lo retrató el mejor parlamentario que tiene este Congreso, Aitor Esteban, portavoz del PNV. “Usted no ha explicado un programa. Propone un poco de esto y de lo otro”. Desnudó al candidato con la maestría de los buenos parlamentarios. Suave en la forma y demoledor en el fondo. Muy eficaz en su discurso.
Quizá fue peor todavía cuando recriminó a Iglesias a los suyos su vagancia parlamentaria. Enumeró hasta una docena de asuntos en trámite que podrían mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y que Podemos está bloqueando, con sus peticiones continuas de prórroga para aportar sus enmiendas. Le faltó decirle a Iglesias que debían trabajar un poco. Aitor Esteban dijo que no se fiaba de Iglesias, porque dicen, pero no hacen. Le inquirió sobre la forma en que se habían trabajado la moción, sin intentar consensuar nada.
El debate también demostró que Pablo iglesias no entiende la empatía más que como sumisión del contrario. ¡Qué manera de hacer imposible sumar aliados!
Imposta humildad para pedir disculpas a quien necesita y machaca a los más débiles. Es el caso de la diputada canaria Ana María Oramas. Le dio en los tobillos a Iglesias: “a usted no le gustan las mujeres que no son sumisas”. “Usted es una tránsfuga! Todos nos acordamos del episodio en que Iglesias soñaba con “azotar hasta hacer sangre” a Mariló Montero.
El PNV le recordó a Iglesias que obstaculiza iniciativas en el Congreso, que debería trabajar más
Con Aitor Esteban fue casi peor. A un posible aliado, que mostró disposición para escuchar propuestas serias y elaboradas, le perdonó ser conservador. Puede parecer mucho en Iglesias, pero la terminó de arreglar recordando la inscripción histórica en el frontispicio del PNV: “Dios y leyes viejas” Estaba fuera de contexto.
Al fin llegaron dos modestas unidades de apoyo. Disimulo ineficaz para la soledad de Podemos. Nada menos que Bildu y Esquerra Republicana de Cataluña. No sé si es una soledad bien acompañada.
La intervención del portavoz del PdeCat, la antigua Convergencia, reavivó la nostalgia de la era de Miquel Roca i Junyent o de Josep Antoni Duran i Lleida. Carles Puigdemont intentó sin éxito que los diputados de su partido apoyaran la moción de censura. Solo consiguió la abstención de quienes eran partidarios de votar en contra.
La última descarga fue la de Joan Tardá. Buen orador, gusta escucharle, aunque sean disparates. Besos y abrazos con Iglesias al que emplazó para apoyarles el 1 de octubre. Él, a lo suyo. Hasta Quevedo debe ser del Partido Popular por lo que escribió de los catalanes.
Rajoy sale reforzado en el intento de Iglesias de forzar un nuevo bipartidismo
Tengo que confesar que estar más de ocho horas de debate me supieron a poco. Todo lo que venga este miércoles va a ser demoledor para Iglesias. Ciudadanos, el PSOE y el Partido Popular. Creo que Pedro Sánchez se ha equivocado con la abstención. Cipriá Ciscar preguntó en la reunión del Grupo si la abstención existe, con la ironía de un viejo político. Ante la ocupación torticera del espacio del PSOE, la respuesta contundente para denunciar la impostura de Iglesias solo podría ser el voto en contra. Eso le pedía el cuerpo a la mayoría del grupo socialista. Pero Sánchez manda.
A las nueve de la mañana se espera que los enfermeros y enterradores hayan recogido los muertos y heridos del campo de batalla. Se forman los batallones de infantería para las descargas de hoy. Las tropas de Iglesias están mermadas. Mariano Rajoy – ¡Hombre, algo desgastado! – resiste y hoy estará tranquilo sabiendo que quien las va a pasar moradas es el PSOE. De momento, se confirma el diagnóstico. Pablo Iglesias en ningún momento ha parecido presidenciable y Mariano Rajoy sale reforzado en este intento de nuevo bipartidismo.