Barcelona: Maragall gana y el independentismo pierde
ERC descabalga a Colau con un triunfo pírrico y sin margen para gobernar con JpC porque la fragmentación deja al independentismo con tres concejales menos
Ada Colau arrebató la alcaldía de Barcelona a Xavier Trias por menos de 18.000 votos, y cuatro años después, Ernest Maragall ha derrotado a Colau con un resultado aún más ajustado: ERC consiguió este domingo 161.000 votos, y Barcelona en Comú, 156.000, 20.000 menos que en 2015, pese a que la participación subió 5,5 puntos respecto de la de entonces y se encaramó al 66,2%
Aunque ambas fuerzas empataron en número de concejales, 10 para cada una, la histórica y ajustadísima victoria de Esquerra, la primera que la formación hoy presidida por Oriol Junqueras obtiene en unas municipales en Barcelona desde 1931, deja a Maragall en posición de arrebatarle a Colau la misma alcaldía que durante 15 años ya ocupó su hermano Pasqual de la mano del PSC.
La única opción de que la alcaldesa reeditara cargo pasaría porque lograra el apoyo de los ocho concejales que obtuvieron los socialistas, que doblan la representación conseguida hace cuatro años, y, además los seis de la coalición encabezada por Manuel Valls. Pero que se de esa segunda condición se antoja altamente improbable, teniendo en cuenta que el ex primer ministro francés ha hecho bandera de su lucha contra el populismo que entiende que representan los comunes en la misma medida en que se ha presentado como contramedida antiindependentista.
La CUP y Graupera se quedan fuera
Maragall, en todo caso, tiene ante sí un panorama tan o más complejo que el que se abrió ante Colau cuando llegó al gobierno municipal. Su victoria es aún más pírrica que la que en 2015 obtuvieron los comunes. Primero, porque estos consiguieron 11 ediles. Y segundo, porque va acompañada de una derrota del conjunto del independentismo, que pierde tres de los 18 representantes que hasta ahora tenía en el consistorio de la capital catalana: los de la CUP, que esta vez no ha conseguido el 5% de votos necesario para obtener representación. Tampoco lo ha hecho Barcelona és Capital, la cuarta candidatura independentista, que encabezaba el filósofo Jordi Graupera.
La suma de ERC y JpC sigue dando el mismo resultado que la de ERC y CiU tras los comicios de 2015: 15 concejales. Pero se invierten las tornas: los puigdemontistas han perdido la mitad de votos y de ediles y se quedan con cinco y como quinta fuerza, solo por delante de un PP que, con dos concejales, salvó los muebles literalmente por los pelos: para superar el listón del 5% le sobró apenas una centésima de punto.
Sin margen para un gobierno ERC-JpC
Para que se perciba hasta qué extremo puede resultarle áspera la gobernabilidad a una reedición en clave local del ejecutivo de Quim Torra, basta tener en cuenta que esos 15 ediles independentistas son tres menos de los que suman comunes y PSC, y uno menos de los que suma el bloque constitucionalista integrado por los socialistas, el PP y la coalición de Valls y Cs. El de Maragall es un triunfo, además de pírrico, envenenadísimo.
Le queda a Esquerra la opción de un acuerdo con los comunes, bien con estos entrando en un gobierno de coalición o bien asumiendo el rol de socios preferentes. Maragall se había encargado de deshinchar esa opción en la recta final de la campaña, pero este domingo, tras el triunfo, volvió a plantearla. Dijo que ofrecerá «mano tendida» a todas las fuerzas del consistorio para trabajar «por el bien de la ciudadanía»; incluidos, añadió, «unionistas y constitucionalistas». Aunque no habrá «ningún regateo», advirtió, «con la libertad, la justicia y la dignidad».
El mensaje suena difícilmente asumible para el PSC, y, por supuesto, para el PP y para Valls, pero no para los comunes, que sí avalan el eje del relato independentista centrado en denuncia de la represión de la que se siente víctima el independentismo. De hecho, la derrotada Colau ya planteó en su primera comparecencia tras la derrota la posibilidad de un gobierno de izquierda entre ERC, BC y los socialistas, aunque Collboni dejó claro que no está por la labor y que no piensa avalar la investidura de Maragall.
El problema de esa eventual entente entre Esquerra y los comunes, con o sin el PSC, es que podría acabar de dinamitar la tensa convivencia que JpC y Esquerra mantienen al otro lado de la plaza Sant Jaume, como advirtieron en campaña los neoconvergentes, que anoche, por boca de Elsa Artadi, ya le pidieron a Maragall que apueste por un gobierno «100% independentista». ERC tiene ahora la palabra, la iniciativa y el peso que quería en el Ayuntamiento, pero también unas cuantas decisiones espinosas que tomar.