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Probablemente, uno de los papeles más difíciles de fijar en el escenario político que dibuja el soberanismo catalán es el de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). La formación de Oriol Junqueras es capaz de jugar los papeles de «poli bueno y poli malo» con tanta facilidad que desorienta incluso a sus más próximos.
En estos momentos, a ERC se la considera la parte más fiable y sólida de ese conglomerado histriónico que dirige el independentismo. Más, claro, que Junts per Catalunya (JxCat) o el menguante Pdecat. Mucho más que el etéreo Consell per la República. Y, por supuesto, más que esa formación entre asamblearia y antisistema que es la CUP.
Sin embargo, si es así, ¿cómo entender que sea la parte del Govern más crítica con la actuación de la policía autonómica que depende del propio Govern? Si ERC aspira a suceder al inestable Quim Torra y tejer desde el poder alianzas con socialistas y comunes para seguir avanzando en el autogobierno, sin recurrir a la unilateralidad, ¿cómo se puede entender su postura?
Por puro cálculo electoral, contestan quienes pretenden conocer los entresijos del partido que aún lidera Junqueras. Lo que busca ERC es que otros les hagan el trabajo sucio de desgastar a Torra y Carles Puigdemont y llegar después sin coste a la Plaça de Sant Jaume. Sin coste, se supone, que ante los independentistas más hiperventilados.
Pero, claro, para hacer una tortilla hay que romper huevos.
¿Cuáles serán las repercusiones de los disturbios de Barcelona en los resultados del 10-N?
Aún suponiendo que ese cálculo sea correcto y la estrategia elegida les permita llegar incólumes al poder, ERC estaría cometiendo una grave irresponsabilidad ante la ciudadanía, especialmente la catalana, permitiendo que se mantuviera al frente del govern una persona tan aislada e incapaz de gobernar como Quim Torra.
Los analistas de La plaza han dado vueltas y más vueltas al papel de los republicanos, para a continuación volcarse sobre las repercusiones que los disturbios de Barcelona pueden tener en los resultados electorales del 10-N y en la extraña coincidencia que parece haber entre los todos los partidos en elegir la moderación como su principal estrategia.