Le tomo la palabra a Carlos Lareau, uno de los habituales analistas de La plaza: los populismos matan. Él acaba así una de sus intervenciones, tras constatar que los países más castigados por la pandemia en número de fallecidos han sido gobernados por líderes populistas.
Ciertamente, los populismos matan. También corroen, minan poco a poco la credibilidad de las instituciones, destruyen el tejido social y la cohesión necesaria para que una comunidad pueda avanzar pese a sus contradicciones.
En España tenemos varios populismos rampantes (RAE: “que es muy ambicioso y trepa sin escrúpulos en la escala social”). Y se han puesto las botas en la campaña para las elecciones a la Asamblea de la Comunidad de Madrid.
Hay uno que preocupa, al parecer, por lo que podría hacer en un futuro. Pero curiosamente hay otro, bastante menos señalado, cuyo presente ya debería inhabilitarle. Aunque hace tiempo ya que Podemos ha dejado de ser un proyecto creíble, su manera de ser, su metodología política, mantiene casi intacta su capacidad de hacer daño.
En estas elecciones ha sido capaz de convertir en un arma electoral el tema de unas amenazas que cualquier manual de buen comportamiento político recomienda callar y dejar discretamente en manos de la policía para que procedan.
El populismo es como un cáncer, de muy difícil tratamiento. Con extremada rapidez degenera en metástasis que empieza a afectar a todo el cuerpo político. Como entender, si no, el comportamiento de numerosos cuadros del Gobierno, con el inefable García Marlaska a la cabeza, capaz de decir unas barbaridades que le inhabilitarían en condiciones normales para mantenerse al frente de un ministerio, y especialmente de uno tan sensible como es el de Interior.
O las tonterías contenidas en el manifiesto titulado “Ahora sí” en el que unos supuestos intelectuales dicen cosas que bajo los gobiernos del PP en la Comunidad de Madrid se han vivido “26 infernales años de atentados contra los derechos y la dignidad de la mayoría ciudadana”. ¿En serio?
Lo pero es cuando esas afirmaciones tan poco serias penetran con naturalidad en personas, en teoría, “sosas, serias y formales”, como afirmaba ser al principio el candidato socialista, Ángel Gabilondo.
En fin, no adelantemos más otros contenidos del podcast. Por lo demás, la solución el próximo 4 de mayo.