La Comunidad de Madrid corre ya hacia sus elecciones del 4 de mayo, mientras Cataluña corre hacia… no se sabe bien dónde tras el acuerdo alcanzado entre ERC y las CUP para la investidura de Pere Aragonès.
En Madrid las fuerzas políticas, teóricamente afines, se presentan profundamente divididas entre sí: Errejón no quiere saber nada de Iglesias, pero tampoco Gabilondo, el candidato socialista, que asegura rotundo que no pactará con el líder de Podemos en ningún caso.
Pero este bolero, recuerdan aquello de que ni Sánchez ni los españoles dormiríamos tranquilos con Iglesias en el Gobierno, ya lo hemos escuchado antes.
En Cataluña, la división entre el soberanismo y el constitucionalismo es estable, sólida y conocida. La división entre los componentes soberanistas, también. Así estamos: poniendo en el centro problemas que no son problemas y dejando de lado cosas como la política con la que afrontar la grave crisis en la que estamos inmersos.
De divisiones están aprendiendo rápidamente Pablo Casado y su fiel escudero, Teodoro García Egea. Como dice Carlos Lareau en este episodio de La Plaza, parecen empeñados en arreglar lo que no está estropeado.
En España hay tres plazas importantes para el PP: Andalucía, donde han desalojado del poder al PSOE y donde viven 8 millones y medio de personas; Valencia, un feudo tradicional, y Madrid donde Ayuso representa hoy el lugar político de donde huía Casado. En las dos primeras hay enfrentamientos internos. En la tercera, hay dudas.