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Sala i Martin: «Las pensiones catalanas serían un 10% superiores a las españolas»

Además sostiene que el sistema tributario español está basado en dos conceptos: la autoliquidación y el miedo

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Si el Estado dejara de pagar las pensiones, «nosotros cumpliríamos». Estas palabras del consejero Andreu Mas-Colell reverberan, pero son una réplica que llega tarde; llueve sobre mojado en la Teoría de los Juegos: «La inconsistencia temporal», en palabras de Xavier Sala i Martín. Nadie ha de sufrir innecesariamente porque las pensiones son un contrato del ciudadano con la administración central, que es quien recauda las contribuciones obligatorias. Si se rompe el territorio, sigue siendo válido ante cualquier tribunal internacional el derecho individual a la pensión. Pero, en su libro Es l’hora del adeus, el profesor de Colombia dice más: «Las pensiones se pagan de forma automática cada mes a partir de las contribuciones de la gente que trabaja. El mundo laboral en activo aporta el dinero que es transferido a las clases pasivas». Tienen un efecto indoloro.

No hay una caja fuerte. Solo se utiliza la llamada hucha cuando las contribuciones no llegan porque la tasa de actividad es baja como ha ocurrido durante la crisis; pero en Catalunya llegan sobradamente. Sala i Martín remata: «No solo estarían garantizadas las pensiones en una Catalunya independiente sino que serían un 10% más altas que las españolas«. ¿Se puede decir más alto? «En Catalunya por cada pensionista hay 2,54 trabajadores activos y en España 2,48». No es tanto, pero miremos la otra variable: «El salario medio actual en Catalunya es de 24.449 euros en España 22.700«. Y si hubiera ruptura, ¿qué pasaría en el  paréntesis? El conseller ya lo ha dicho: «la Generalitat pagará», aunque su músculo financiero tiene un reducidísimo margen.

Visto así, no sé qué les vendió Gordon Brown a sus vecinos escoceses. Como no sea el miedo que da él mismo (un presbiteriano del concejo de East Renfrewshire y embotado en trajes diplomáticos de dudoso gusto). Sala i Martín no siente ni padece; sus refulgentes chaquetas no le condicionan. Él está en su salsa: llevar la contraria y aclarar conceptos económicos en los que, sobre el papel, tiene siempre las de ganar.

¿Funcionaría desde el primer momento una hipotética Agencia Tributaria catalana? «El sistema tributario español está basado en dos conceptos: la autoliquidación y el miedo. ¿Miedo? «Claro, el contribuyente calcula él mismo lo que ha de pagar y lo liquida; lo hace con el miedo que produce que los inspectores del departamento cacen sus trampitas, si se diera el caso, lo cual supone multas descomunales». Pero la Agencia Catalana también cogería a los tramposos: «Por supuesto; antes de finalizar el periodo de cuatro años, los impuestos no liquidados serían descubiertos y exigidos por los inspectores catalanes«.

El discurso de Sala i Martín está plagado de ejemplos. En el caso de este economista teórico no se da aquello de que el lenguaje científico de la economía son las mates y el resto es metáfora periodística. En su obra ha intercalado libros de difusión, como Economía liberal para no economistas, no liberales o Doncs, jo ho veig així con títulos como Economic Growth, junto a Robert Barro. También es autor de más de medio centenar de artículos en revistas académicas norteamericanas. Pueden habernos interesado más o menos su peleas menores con el profesor de la John Hopkins, Vicenç Navarro (economista de cabecera de  Podemos), pero lo cierto es que Sala i Martín roza alto, como escribe Gay Sormant (L’economie ne ment pas), cuando le sitúa en el mapa del debate sobre el crecimiento a la altura del Nobel Jean Tirole y de Thomas Piketty.  Fue premio Juan Carlos I de Economía (el galardón creado por Luis Ángel Rojo), después de que lo ganara Mas-Colell, pero antes que Xavier Vives, uno de los grandes. Más que el clásico enfrentamiento entre un neokeynesiano y un neoliberal (estamos saciados),echamos en falta una refriega dialéctica entre Sala i Martín y Luis Garicano, profesor de la London y autor de El dilema de España, un producto liviano del Ibex 35

La permanencia en Europa y la fuga anunciada de la banca en caso de independencia son ahora los vectores. En el primer caso, Sala i Martín se ha referido repetidamente a un trabajo del Colectivo Wilson en el que los expertos sostienen una multiplicidad de conceptos resumidos, según los tratados o los acuerdos. El profesor de Columbia defiende este argumento cambiando el orden de la pregunta: «¿A qué Europa se refieren los que dicen que Catalunya estará automáticamente fuera?»  «¿A la UE, a la Eurozona y el Consejo de Europa? Conviene recordar que Suiza forma parte de la EFTA y del Espacio Shengen, pero no a la UE ni a la Eurozona».  Los Cameron, Merkel y Obama, que han aludido al futuro de Catalunya se aferran al artículo 49 del Tratado de la UE que estipula el voto unánime de todos los miembros para permitir nuevamente la entrada; y claro, bastaría que uno solo, España, se opusiera para que Catalunya se quedara fuera.

Sala i Martín utiliza el silogismo y se olvida por una vez de las matemáticas: «Antes de vetar la entrada de Catalunya, España debería reconocer la existencia del nuevo estado. Mientras no lo reconozca, las empresas, los ciudadanos y las instituciones seguirían perteneciendo al Estado español». O sea, ¿seguiríamos siendo españoles? «El Estado español no puede hacer las dos cosas a la vez; no puede simultanear el no reconocimiento con el rechazo». Solo se puede rechazar aquello que se reconoce.

El órdago de la AEB, patronal bancaria y de la CECA (las cajas de ahorro) ha dejado tieso al más pintado. Si nosotros nos vamos, los bancos ser irán. Abandonar el entorno del euro es peor que marchase de casa ¿No? «La pregunta es si los bancos catalanes, a través de sus sucursales en España o en otros países de la Eurozona, tendrían acceso a los fondos del BCE. Esto depende del colateral, de las garantías registrales, y ha de tenerse en cuenta que los bancos catalanes podrían utilizar como garantías la Deuda del Estado y la deuda catalana, tocada ya por nuestro superávit fiscal de aquel momento hipotético».

La economía no tiene límites. Si está sometida al arte de lo posible, no existe. Voilà un homme!

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