Las sanciones de la Unión Europea segarán la economía rusa, pero también tendrán su impacto en el Viejo Continente. Las restricciones a las importaciones y exportaciones ya se notan en productos como el acero que se encarecieron hasta un 20% en algunos casos. De la mano de la escalada del gas y la energía hacen que en muchas industrias ya duden si podrán mantener su negocio durante mucho tiempo.
Preocupa en los hogares, pero la subida del precio de la luz es un quebradero de cabeza incluso mayor para la industria. El gasto en luz es cada vez mayor en las fábricas españolas y en plena escalada de precios durante la segunda mitad de 2021 hubo compañías que ya tuvieron que recortar producción durante las horas en los que el MW era más caro. De momento aguantan, pero también advierten: de no revertirse la tendencia, en el primer semestre de 2022 llegarán las consecuencias.
El sector lamenta que la Unión Europea es hoy un destino lleno de costes para fabricar. Y la guerra en Ucrania no hizo nada más que empeorar la situación. Así lo avisa el director general de la Asociación de Empresas con Gran consumo de Energía (AEGE), Fernando Soto: «La situación es caótica y catastrófica», explica en una conversación con Economía Digital.
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Como ya sucedió hace décadas, la industria sopesaba antes de la crisis marcharse hacia destinos con menores costes; hacia lugares donde la legislación medioambiental sea más laxa que la europea. Irse sería la medida más drástica, pero hay plantas que ya trabajan desde hace meses menos horas, que para cuando la electricidad es más cara. «Cuando los precios son prohibitivos tienes que parar», lamenta el dirigente patronal.
«Este año ya ha habido una gran planta metalúrgica que cerró la producción durante dos años y muchas cerraron durante semanas», añade Soto. Y la situación en España es todavía peor que en los grandes mercados continentales. Alemania puede tirar del carbón y Francia de las nucleares. Por el contrario, España no depende tanto del gas ruso como otros países.
La voz de AEGE no es la única que advierte de los problemas. En otoño, el presidente de Repsol, Antonio Brufau, se había expresado en la misma línea. «Las empresas europeas pierden competitividad a nivel global y pueden tener la tentación de mudarse a países con normativas más laxas», advirtió.
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La industria electrointensiva es claramente la que más sufre los efectos de la escalada. Para Celsa, por ejemplo, antes de la guerra la factura de la luz había pasado de representar el 10% a ser el 25% de sus gastos.
José Antonio Jainaga, presidente de Sidenor, también puso cifras a la subida de precios. El dirigente de la acerera vasca calcula que en el último trimestre el sobrecoste será de entre cuatro y cinco millones de euros cada mes. «La subida del gasto es de 50 millones de euros al año, un verdadero desastre», lamentaba en declaraciones a El País.
No es solo la energía, también el acero
La energía y el gas no son los únicos motivos que tensionan las cuentas de la industria. A pesar de los aranceles impuestos por la Unión Europea, Rusia y Europa exportan acero y otros metales al continente. Con el estallido de la guerra, no sale un kilo de acero de ambos países desde la semana pasada. Y según explica un alto directivo del sector, los precios ya subieron entre un 10% y un 20%.
Además, en el sector del acero las productos se adquieren prácticamente mes a mes, por lo que la escasez no tardará en notarse en la compra de productos como coches o la vivienda. No habrá desabastecimiento, aseguran, pero sí una subida de precios. El acero procedente de ambos países es utilizado en países como Polonia o Alemania, que necesitarán los artículos de otros mercados. Al haber menos oferta y la misma demanda, el coste ya va al alza.
Ya lo había advertido en otoño Luca de Meo, presidente de Renault. «El precio de los coches va a subir por los chips y el alza de la energía», advirtió. Ahora, el acero será otro factor a tener en cuenta. De hecho, Volkswagen ya admitió que deberá cerrar su fábricas en Alemania si el conflicto no se resuelve en las próximas semanas.
La automoción es otro sector que sufre la subida, con la particularidad de que la escasez de microchips asesta una doble puñalada al negocio. La industria representa aproximadamente el 10% del PIB español y, en plena reconversión, perder competitividad frente a Alemania y Francia o los países del este puede implicar que no se asignen modelos eléctricos a la red de plantas del país.
No hace falta recurrir a productos con tanto valor añadido. Los ganaderos y los supermercados mantuvieron en verano un duro conflicto por el precio de la leche: los precios de referencia ya no servían por la subida de los costes energéticos. Al final, la guerra se saldó con la cadena de referencia, Mercadona, anunciando que aumentará unos tres céntimos el litro y no comercializará por debajo de 0,60 euros.
Además, Ucrania es conocido como el granero de Europa. De allí importamos en 2020 el 25% del maíz que necesitábamos del exterior, algo menos del 10% de la cebada y del trigo y hasta el 85% del aceite de girasol. Buena parte se destina a la alimentación de ganado, por lo que la escalada repercutirá en productos como la carne y los lácteos.