La Casita Blanca cierra y deja atrás un siglo dedicada a dar cobijo al ‘amor’
Los planes urbanísticos del Ayuntamiento de Barcelona acaban con un meublé mítico
La Casita Blanca ha cerrado. Lo hizo el lunes pasado, discretamente, sin llamar la atención como era norma “de la casa”. Una expropiación municipal por 4,7 millones ha clausurado más que un negocio, un mito en la historia de Barcelona, el “meublé” más antiguo de la ciudad.
La piqueta hará su trabajo y en el lugar del histórico edificio quedará una zona verde, en lo que pretende ser la transformación en paseo de la avenida Vallcarca, entre la plaça Lesseps y la Ronda de Dalt.
Con el derribo del popular “meublé” se clausurará un episodio de la Barcelona no oficial, quizás canalla, que ya es historia. Atrás quedan, pues, los detalles refinados como la garantía absoluta confidencialidad de sus clientes; la clara limitación de sus servicios a parejas clásicas de hombre y mujer o la edad de 23 años como mínima para sus usuarios. Y luego están las míticas medidas como los tres timbres que cada habitación tenía en la mesita de noche: el rojo para llamar al camarero; el verde para salir y el amarillo para solicitar un taxi. También es legendario el cartel situado en el pasillo en el que se informaba del resultado del partido del Barça y el nombre de los goleadores: todo para facilitar la vida a los maridos que quisieran festejar una cana al aire y dar una coartada a quien la necesitase.
Las 43 habitaciones que tenía el popular establecimiento diferían también de lo habitual en los hoteles que alquilan estancias a parejas. Sobrias, elegantes y menos recargadas de lo que es habitual, con un aire general marcado por el tono rojo.
Los precios oscilaban como todo. En su último listado las cuantías iban desde los 50 euros por una hora en la habitación más sencilla a 110 euros por pasar 12 horas en la más lujosa. Pero, quizás porqué sus propietarios, la familia Sendra, de Vilafranca del Penedès, veían que el negocio finalizaba, los últimos meses se hacían ofertas: las habitaciones de las categorías D y F, se podían alquilar 12 horas a 47 y 39 euros respectivamente, toda una ganga, si hay amor de por medio.
El local centenario que nació como una ampliación de una mejillonería, puede seguirse en pleno siglo XXI por Internet a pesar de que esté oficialmente clausurado. La página web del establecimiento aún funciona y con un clik puede uno pasear por esta porción de historia una parte de Barcelona y Catalunya.
Atrás quedan la canción que le dedicó Joan Manuel Serrat. Las historias desmentidas del atraco que un grupo de maquis al mando de Quico Sabaté hiciera en pleno franquismo o el documental de Carles Balagué. La Casita Blanca entra en la leyenda barcelonesa junto a las historias como la de la Monyos.
Ahora, los y las que requieran servicios parecidos a los que ofrecía la Casita no tendrán más remedio que ir a ciertos hoteles más asépticos y con menos pedigrí que proliferan en algunos barrios de la Ciudad Condal. Es una regla básica de len la economía, donde hay una necesidad siempre surge una oferta que la cubre.