Arantxa Sánchez Vicario revoca los poderes de su familia para gestionar su fortuna
El patrimonio de la tenista se gestionaba desde el entorno familliar hasta que estallaron las desavenencias
El día de Sant Jordi, como es tradicional en Catalunya, es día de presentaciones de libros. En el village del Real Club Tenis Barcelona, el pasado 23 de abril se vivía una agitación especial. Se celebraba el Open Banc Sabadell de tenis. El torneo no contó este año con la presencia de Rafa Nadal entre los tenistas participantes, pero continúa siendo el espejo en el que se mira y quiere ser vista la más alta sociedad barcelonesa. En el estand de los organizadores, Elsa Anka toma el micrófono. Le habían encomendado explicar la iniciativa de Emilio Sánchez y Marisa Vicario, autores de un libro en el que detallan cómo educaron a una estirpe de tenistas de primer nivel. Bajo el título Forja de Campeones, los dos progenitores de la estirpe Sánchez Vicario dan a conocer los valores que transmitieron a sus hijos, la importancia del esfuerzo como guía personal y el respeto al ser humano. Marisa Vicario apenas puede reunir unas palabras, embargada por la emoción del acto.
Todos los hijos Sánchez Vicario participaron en el acto, menos una. La campeona Arantxa no asistió al acto, ni su esposo, ni su hija Arantxa, de poco más de un año de edad. Era el preludio de que algo se había complicado en una familia que se presentaba públicamente unida, pero cuyos problemas se habían acentuado por cuestiones económicas. ¿Qué había sucedido? ¿A qué obedecía la emoción y las lágrimas de Marisa Vicario? La familia acababa de quebrarse. Arantxa Sánchez Vicario había revocado legalmente los poderes a su padre Emilio y a su hermana Marisa para que gestionaran su fortuna. Las relaciones estaban tan deterioradas que hija y padres todavía mantienen serias diferencias, según explican fuentes próximas a la familia conocedoras del desencuentro económico.
La hermana gestora
El patrimonio de Arantxa siempre se gestionó directamente desde el núcleo familiar. Primero se ocupó su padre y después colaboró su hermana Marisa. Precisamente ella trabajó en la oficina barcelonesa del banco de negocios Merril Lynch. Según algunas fuentes como tributo de la entidad para administrar directamente los intereses de la tenista española más laureada en los tiempos en los que los premios y galardones se sucedían. Según la propia Marisa, «mi trabajo no tenía nada que ver con mi familila». Desde hacía unos años, y ya lejos de la institución especializada en la gestión de grandes fortunas, la familia contaba con una pequeña oficina, dirigida por Marisa Sánchez Vicario, que actuaba a modo de family office, desde donde se seguía la evolución del patrimonio.
La fortuna personal atesorada por Arantxa Sánchez Vicario durante su etapa de deportista de élite es una incógnita, aunque algunas fuentes financieras la sitúan, a la vista de los premios reconocidos por organismos internacionales (equivalentes a la ATP) y actualizada en el tiempo, en el entorno de los 30 millones de euros. La gestión de esos fondos le ha costado algún que otro disgusto. En diciembre pasado, el Tribunal Supremo se pronunció sobre un recurso presentado por la representación legal de la tenista a una sentencia de la Audiencia Nacional emitida en 2003 que condenaba a la deportista a pagar 3.487.216,50 euros. ¿El motivo? La justicia acreditaba que Arantxa tenía fijada su residencia en España durante el periodo 1989-2003 y no en Andorra, tal y como sostenían sus abogados ante la administración tributaria. En consecuencia, la declaración del IRPF debía formularse conforme a la legislación española.
Aquel incidente con Hacienda y el fallo final del Supremo despertaron la sospecha de que los intereses personales no siempre habían sido gestionados con suficiente diligencia. A partir de hacerse efectiva la multa, Arantxa comenzó a examinar cuáles habían sido las inversiones y gestiones realizadas por su entorno y a tomar conciencia de que la mejor manera de evitar pérdidas como la descrita en un futuro era tomar una determinación.
El segundo matrimonio despierta recelos familiares
Las diferencias entre Arantxa, sus padres y sus hermanos (Emilio, Javier y Marisa) se remontan en el tiempo. El 12 de septiembre de 2008, la extenista contrajo matrimonio con Josep Santacana. Eran sus segundas nupcias (antes estuvo brevemente esposada con Joan Vehils, periodista y actual director del diario Sport). La prensa del corazón reiteró hasta la saciedad que aquel era un enlace que los padres desaprobaban. Sin embargo, la tenista impuso su voluntad a la de sus progenitores y formó una nueva familia con el empresario barcelonés. “Llevan un nivel de vida muy normal”, asegura una persona próxima a la pareja. “Es más, su actual marido ha logrado darle el equilibrio y separarla de la presión de los focos públicos”. Sus amistades señalan que la tenista desarrolla una vida completamente nueva fuera del mundo del tenis.
¿Qué sucedió para que Arantxa decidiera dar el paso que la distancia frontalmente de sus padres y hermanos? Las tesis de su círculo más próximo son diversas, pero coinciden en un común denominador: cuando deja de contar con su hermana, revoca los poderes de los padres y asume la gestión de su fortuna de manera directa, la campeona tiene una visión diferente de cuál debe ser su nueva vida. “Marisa y su padre la querían aprovechar para seguir generando recursos, para que participara en eventos públicos, para que hiciera publicidad… y ella lo ha parado todo, desea una vida sencillamente normal”, explica una fuente próxima a la ex tenista.
Pero no parece que se trate del único lamento que la deportista de élite mantiene con su núcleo familiar. Al parecer, a la sentencia del Supremo hay que añadir otro tipo de inversiones y manejos con la fortuna amasada en sus años de competición de los que ha tenido conocimiento en los últimos tiempos y que le harían suponer que no siempre se han tenido en cuenta sus intereses directos y sí los del grupo familiar que pivotaba en torno a los ingresos generados por su actividad deportiva.