Prueba del Mini John Cooper Works: Un deportivo compacto en vías de extinción
El Mini John Cooper Works es una de las pocas alternativas que ofrece el mercado actualmente para quien busque un deportivo compacto
Suele decirse que los años 90 del pasado siglo fueron la época dorada de los compactos deportivos, con modelos como el Peugeot 205 GTi 1.9, el Renault Clio Williams o el Volkswagen Polo G40. Pero lo cierto es que si los condujéramos hoy nos daríamos cuenta de que se trata de una afirmación romántica, edulcorada por la nostalgia que todos los aficionados tenemos de aquellos vehículos.
Probablemente, los mejores compactos deportivos hayan nacido ya en el siglo XXI, si bien no han sido capaces de crear masa crítica, condicionados por una normativa de emisiones que no se lo pone fácil a los vehículos cuya ingeniería no prioriza las emisiones sino las prestaciones y las sensaciones al volante.
Los hot hatch están hoy en claro peligro de extinción, y uno de los escasísimos modelos que aún sobreviven en el mercado es el Mini John Cooper Works de tres puertas que hoy vamos a probar.
Así es el Mini John Cooper Works
El punto de partida es la tercera generación del “moderno” Mini de tres puertas, un modelo convertido en marca en el año 2000, tras deshacerse BMW de Land Rover, Rover y MG. Aquel primer Mini (R50) fue todo un éxito y, en consecuencia, casi sin darnos cuenta disfrutamos hoy de toda una gama de modelos y de una tercera generación del hatchback de tres puertas (F55) que mantiene su planteamiento estético y su filosofía.
Así, estamos ante un vehículo muy compacto para los tiempos que corren, con una longitud de 3,87 metros y únicamente cuatro plazas. Dentro no sobra el espacio, pero resulta fácil encontrar una buena postura al volante a costa de reducir considerablemente el espacio para los ocupantes de las plazas traseras, que pueden encontrar buen acomodo siempre que los asientos delanteros no se posicionen muy retrasados.
La accesibilidad y el volumen del maletero son harina de otro costal. El Mini de tres puertas es un coche práctico y manejable en entornos urbanos que no renuncia a ofrecer un soberbio comportamiento en carretera y autopista, pero a la hora de usarlo, “tres son multitud”.
Mini John Cooper Works: repleto de detalles
Antes de ponerme a los mandos no puedo evitar dar una vuelta alrededor del vehículo observando todos sus detalles. Nuestra unidad corresponde a las especificaciones técnicas propias del “modelo” John Cooper Works, pero además cuenta con el “acabado” John Cooper Works, lo que quiere decir que al motor de 231 CV (170 kW) y al bastidor deportivo asociado a este propulsor se suman diversos elementos de equipamiento. En lo que respecta al exterior, el acabado John Cooper Works añade un kit de aditamentos para la carrocería en el que destacan un alerón y un difusor trasero, así como numerosas piezas acabadas en negro piano.
Dentro, el acabado JCW añade también unos soberbios asientos deportivos y, a nivel técnico, un juego de amortiguadores de dureza variable excelentemente afinados. Solamente por eso ya es recomendable invertir en los alrededor de 3.500 euros que cuesta este conjunto de opciones.
En el interior del Mini John Cooper Works
Abro la puerta (sin marco para las ventanillas) y accedo a un interior cuyo diseño es, sencillamente, una pequeña obra de arte. Y es que Mini ha conseguido ofrecer una estética única, reconocible y a la vez práctica sin recurrir a materiales de aspecto lujoso y sin que nadie haya logrado (que sí intentado) replicarlo, algo que ya tenía mérito en la primera generación, pero que tiene aún más mérito en esta tercera entrega.
Tras sincronizar el teléfono (tarea que apenas requiere esfuerzo con una interfaz impecable que es común con la de los modelos hermanos de BMW), intento lograr la mejor postura de conducción posible, y mi única pega viene de un mando para el control del reglaje lumbar muy duro y difícil de accionar, al estar ubicado justo en el costado del asiento, a media altura, un lugar que requiere articular el brazo de manera antinatural.
Para poner en marcha el Mini John Cooper Works hay que recurrir a un pulsador inspirado en los botones de aviación, en la consola central. Tras accionarlo, el pequeño Mini emite un grave rugido, y el motor cobra vida inmediatamente.
Inserto la primera velocidad (o, más bien, la ‘D’, ya que en la actual gama el cambio ha de ser automático sí o sí), y nada más ponerme en marcha sé que voy a pasarlo en grande al volante. Y es que hay mil maneras de disfrutar este Mini JCW. Puedes pasear con él, puedes intentar hacer la vuelta rápida en un track day (una jornada abierta al público en un circuito) o puedes simplemente circular con cierta agilidad dentro de los límites legales. Da igual cuál sea tu estilo de conducción o el uso que le des a este Mini porque las sensaciones que transmite son universales: facilidad de conducción, respuesta precisa a las solicitudes que hagas sobre cualquiera de sus mandos y, si quieres, soberbias prestaciones acompañadas de un embaucador sonido.
Mini JWC: Sencillamente, un buen deportivo
Esencialmente, en este Mini vas a encontrar prácticamente todo lo que cabe esperar de un buen deportivo, comenzando por un motor que empuja con ganas a prácticamente cualquier régimen de giro, si bien sacarle el máximo partido requiere un poco de anticipación, ya que, cuando quieres disponer de la máxima potencia, la respuesta no es inmediata.
En este sentido, el cambio de marchas automático tampoco es la mejor solución, aunque en la mayoría de las situaciones resulta preferible a una caja manual. Se trata de un cambio de engranajes planetarios acoplado al motor mediante un convertidor de par. Puede manejarse de forma secuencial a través de las levas que hay tras el volante, es rápido, no presenta sensación de “resbalamiento”, y su lógica de acción se adapta al programa de conducción seleccionado (ecológico, normal o deportivo). Pero, incluso así, hay situaciones en las que preferiríamos mantener o engranar una marcha más corta y la electrónica que gobierna la caja no va a estar de acuerdo.
No tenemos objeciones a la dirección, cuya asistencia es siempre la justa y necesaria para ayudarnos a mover el volante con rapidez pero sin restar apenas sensibilidad. Por su parte, los frenos son enérgicos y se dosifican con facilidad. También es ideal el tarado de muelles y amortiguadores, firme pero no incómodo. De hecho, los técnicos de Mini han resuelto magistralmente el problema habitual de los amortiguadores de dureza variable, que suelen estar en mayor armonía con los muelles cuando seleccionas uno de los modos de conducción disponibles para sacrificar esa armonía en los otros dos, ya que resulta difícil que un mismo muelle case bien con lo que virtualmente son tres amortiguadores diferentes.
En este caso, insistimos, no hay desacuerdos. No hay rebotes de alta frecuencia de los muelles en firmes rizados ni se acumula el trabajo de los amortiguadores cuando adoptan su tarado más confortable. Abordar curvas sin que la carrocería apenas se incline es un auténtico placer, y ello no implica tener que sufrir en zonas de baches; muy al contrario, la buena sintonía de los componentes de la suspensión, un esquema independiente en las cuatro ruedas que garantiza un guiado de calidad, junto con un peso relativamente contenido (1.350 kilos) logran el milagro.
El comportamiento del Mini John Cooper Works
Dicho todo esto, los más puristas echarán en falta un comportamiento un poco más vivo, un tren trasero más ágil que haga que el vehículo se muestre más ágil en los virajes más cerrados cuando se acerca al límite de adherencia. Pero está claro que en Mini han preferido curarse en salud y ofrecer un vehículo con un comportamiento asequible a cualquier conductor, independientemente de su nivel de “pilotaje”.
Y es que por muy rápido que circules con este hot hatch, resulta difícil que te sorprenda con una mala postura, una espantada del eje trasero o cualquier reacción poco previsible. La idea de este vehículo, de principio a fin, es ofrecer el máximo disfrute, el mayor aporte lúdico posible, independientemente de que lo uses para dar un paseo con las ventanillas bajadas mientras reproduces tu lista favorita de canciones en su equipo de sonido opcional de 12 altavoces firmado por Harman Kardon, o para refinar tu técnica al volante en un track day. Y esa capacidad de ofrecer placer tan alejada del concepto de automóvil-electrodoméstico que domina el actual panorama del mercado es precisamente lo que hace tan especial este Mini John Cooper Works, un auténtico modelo en vías de extinción.
Las claves del Mini John Cooper Works
- Versión deportiva de la tercera generación del Mini hatchback.
- Dimensiones: 3,87 x 1,73 x 1,41 metros.
- Cuatro plazas.
- Motor 2.0 turbo de 231 CV y 220 Nm.
- 246 km/h y 0-100 km/h en 6,1 s.
- Etiqueta C de la DGT.
- Cambio aut. de 8 vel. y tracción delantera.
- Precio desde 43.200 euros.