Prueba del Mercedes-Benz GLA 200 d: Un SUV compacto premium que convence por su equilibrio
Es el SUV más pequeño de Mercedes, y tiene la difícil misión de demostrar que su calidad no es inferior a la de sus hermanos mayores
Si tuviéramos que usar una única palabra para definir la segunda generación del Mercedes GLA, probablemente escogeríamos ‘equilibrio’, una sensación que el SUV más compacto de Mercedes transmite de forma constante, y más aún en su versión diésel de acceso a la gama, que es, desde nuestro punto de vista, la más interesante por precio y economía de uso.
La primera generación del GLA (X156) estuvo a la venta entre 2014 y 2020. En general, se trataba de un buen vehículo, pero su refinamiento estaba lejos de lo que ofrecían sus hermanos mayores. El Mercedes GLC (o su predecesor, el GLK) sí que podía entenderse como una versión a escala del Mercedes GLE (o de su predecesor, el Clase M), pero esto no ocurría entre el GLA y el GLC.
Por eso esta segunda iteración del Mercedes-Benz GLA (denominado internamente H247) tenía algunas asignaturas pendientes que Mercedes no podía dejar de aprobar si quería demostrar que sus automóviles de motor transversal pueden estar a la altura de sus modelos “longitudinales”. Y es que repasando la historia de los “transversales” encontramos vehículos como el primer Mercedes Clase A, el Citan, los primeros Clase B o el casi olvidado Mercedes Vaneo, que no siempre han ofrecido los acabados, la calidad de rodadura y, en general, la experiencia de conducción que cabe esperar de cualquier automóvil que luzca la estrella de tres puntas en su frontal.
La segunda generación del GLA es una ruptura con el pasado
Consciente del salto hacia delante que había de dar, Mercedes ha optado por poner toda la carne en el asador y partir de una nueva plataforma (o una profunda evolución del diseño anterior) e incorporar nuevos motores. En su actual gama podemos encontrar cinco versiones de gasolina, dos diésel y un híbrido enchufable, aparte de los eléctricos EQA, y de entre toda esta panoplia, una de las versiones más interesantes y la más popular es el diésel de acceso a la gama que hoy probamos.
Bajo el capó del Mercedes-Benz GLA 200 d se esconde el nuevo motor OM654920, un turbodiésel de dos litros y cuatro cilindros que en esta variante ofrece 150 CV y 320 Nm. Estrenado en 2018 por varios modelos Mercedes, se basa en un ligero bloque de aluminio dotado de camisas de cilindros de baja fricción, con los catalizadores y el filtro de partículas integrados justo a la salida del colector de escape (para beneficiarse lo máximo posible del calor generado por la combustión y por la fricción de los elementos internos del motor), además de otros refinamientos como un doble circuito de recirculación de gases de escape, todo ello con un formato de carrera larga que favorece la eficiencia a medio régimen.
A pesar del inevitable gasto de energía en el tratamiento de los gases de escape de este motor, que cumple con la norma de emisiones Euro 6d, el OM654 es un 23 % más eficiente que su predecesor, el OM651, y prueba que los motores diésel siguen teniendo futuro y capacidad de evolución.
En la práctica, ofrece una buena respuesta a cualquier régimen de giro, con una sonoridad baja (de la que el aislamiento acústico de este GLA tiene bastante que ver) y una práctica ausencia de vibraciones. Es un importante salto adelante en cuanto a refinamiento, pero no tanto en materia de consumo, que ya era muy bueno en el anterior modelo. Resulta sencillo movernos en el entorno de los seis litros cada 100 kilómetros, cifra que empeorará claramente en la medida en que empleemos el GLA 200 d más asiduamente en entornos urbanos, si bien por otra parte no resulta fácil exceder los siete litros.
Tampoco hay, sobre el papel, una clara mejora en prestaciones, a pesar de que el actual GLA 200 d es algo más potente que su equivalente de la anterior generación, lo que se explica por el hecho de que el nuevo modelo es algo más pesado. Nuestra unidad, con un buen aporte de equipamiento opcional, registra 1615 kilos, que es bastante para un SUV compacto que, en esta versión, carece de tracción total.
En cualquier caso, hay potencia más que suficiente para un uso normal del vehículo, e incluso podemos hacer un uso más dinámico siempre que queramos, y no tendremos problemas para realizar adelantamientos seguros en vías de doble sentido. De hecho, nos sorprende la buena disposición de este motor sobrealimentado de carrera larga para subir de vueltas con alegría y estirar las marchas cuando se lo solicitamos.
El cambio automático es de serie; la tracción total, no
Y ya que hablamos del cambio de marchas, el GLA 200 d monta necesariamente una caja automática de ocho velocidades y doble embrague que ofrece un funcionamiento netamente más satisfactorio que el de su predecesora, de siete relaciones. No es perfecta, algo que ocurre con la práctica totalidad de cambios de embragues alternos, requiere que nos acostumbremos a pisar el acelerador hasta la mitad del pedal para salir de parado, y en ocasiones puntuales mantiene regímenes de giro innecesariamente altos, algo que los cambios de doble embrague suelen hacer cuando “les sorprendemos”, por ejemplo, si deceleramos en los momentos en los que su cerebro electrónico había decidido pre-engranar una marcha superior en lugar de una inferior.
Pero, en general, es bastante mejor que otras cajas de este estilo cuando maniobramos, especialmente si lo hacemos en una rampa, momento en el que se manifiestan las debilidades de esta tecnología cuyos embragues no son amigos de trabajar a medio acoplar, un problema que no existe con los convertidores de par, que son los encargados del acoplamiento entre el motor y las cajas de cambio automáticas tradicionales.
Además, esta caja incorpora una funcionalidad que nos encanta, y es que permite circular con inercia cuando la carretera tiene una pendiente favorable. Así, si levantamos el pie del acelerador en estas circunstancias, el motor se desacoplará del cambio, y la resistencia a la rodadura se reducirá notablemente
Por todo ello, motor y cambio aprueban con muy buena nota, y lo mismo ocurre en realidad con el resto de la cadena cinemática. La dirección es un buen ejemplo de cómo la asistencia eléctrica puede ser tan buena como la asistencia hidráulica o mejor siempre que se aprovechen sus ventajas y se mitiguen sus inconvenientes; ventajas como la posibilidad de variar la intensidad de la asistencia de forma constante e inconvenientes como el tacto artificial que introduce.
En cualquier caso, lo mejor que podemos decir es que pasa casi siempre desapercibida, que es lo que ha de hacer una buena dirección. Quizá nos sorprenden los topes “secos” cuando maniobramos, algo que no es ni bueno ni malo en sí mismo y que nos recuerda más al tacto de los coches japoneses que al de los europeos.
Dinámicamente, el Mercedes GLA 200 d aprueba con nota
Tampoco tenemos queja de los frenos ni de las suspensiones, que ofrecen un tacto perfecto para casi cualquier circunstancia, contribuyendo definitivamente a esa sensación de equilibrio que hemos comentado desde el inicio de la prueba. En este punto hay que aclarar que nuestra unidad monta el paquete deportivo AMG Line, un conjunto de opciones tanto estéticas como funcionales entre las cuales se encuentra un ajuste específico para la dirección y para las suspensiones que, lejos de ser realmente “deportivo”, ofrece esa versatilidad y esa calidad de rodadura que, sencillamente, hace que su intervención pase casi absolutamente desapercibida.
Evidentemente, no todo es perfecto en este Mercedes GLA 200 d. De entrada, en nuestra unidad de pruebas echamos en falta el sistema de tracción total 4Matic, que está disponible por algo menos de 2.000 euros extra y que creemos que merece mucho la pena. No solamente es interesante para quienes decidan que quieren emplear su SUV fuera del asfalto, aunque sea de forma ocasional, sino para quienes alguna vez vayan a circular sobre nieve o incluso asfalto mojado por la lluvia, situaciones en las que la tracción delantera lo tiene complicado para pasar al suelo todo el par motor disponible.
Entendemos, no obstante, que Mercedes ofrezca su SUV en versión de tracción delantera. El acoplamiento del tren trasero (que se realiza automáticamente y sólo cuando es necesario mediante un embrague de discos), el árbol de transmisión y los palieres traseros implican un aumento de peso de 55 kilos, así como un aumento de la resistencia a la rodadura que se traduce en un incremento del consumo de 0,3 litros cada 100 km según el ciclo de homologación, y probablemente en torno a medio litro en condiciones reales. Esto supone además un incremento de 5 gramos de CO2 por kilómetro que Mercedes ha de compensar vendiendo más modelos enchufables. Con estas cartas sobre la mesa, casi nos parece un milagro que los fabricantes sigan ofertando en Europa sus sistemas de tracción total y que, como Mercedes, lo hagan a precios realmente atractivos.
Dejamos para el final el capítulo de la vida a bordo, donde este GLA ha dado ese importante paso adelante que realmente necesitaba dar. Con los asientos deportivos opcionales del pack AMG Line tapizados en gamuza sintética y dotados de reglaje lumbar eléctrico, el buen tarado de sus suspensiones y un más que correcto aislamiento acústico, viajar en este SUV compacto es una agradable experiencia. También son útiles las plazas traseras, con unas puertas amplias y un razonable espacio tanto para las piernas como para la cabeza respecto al techo; una clara mejora respecto a la generación precedente.
Hay además un maletero de formas muy aprovechables aunque no muy grande si lo comparamos con el de rivales como el Audi Q3 o el BMW X1, que esconde bajo el piso el kit de reparación de pinchazos. No hay posibilidad de equipar una rueda de repuesto, ni siquiera de emergencia, algo que siempre es delicado en un SUV, ya que las posibilidades de dañar un neumático son mayores cuando circulamos fuera del asfalto.
Capítulo aparte merece la instrumentación electrónica, que no solo es vistosa sino práctica por su excelente nitidez en cualquier condición de iluminación y su capacidad de personalización, si bien hay que aclarar que el tamaño de las pantallas de serie es menor que el de la unidad de pruebas, que cuenta con mejoras opcionales como el disco duro o el navegador.
La ergonomía del GLA es intachable
Algo que nos encanta es que hay mandos dedicados para la climatización, la interfaz de modos de conducción e incluso un pulsador “comodín”. Además, el sistema de reconocimiento de voz funciona muy bien a la hora de buscar emisoras de radio o programar un destino en el navegador, por lo que apenas tendremos que manipular la interfaz de info-entretenimiento, que cuenta con una práctica superficie táctil que se maneja fácilmente apoyando la muñeca en un soporte dispuesto a tal efecto… si eres diestro.
También nos convence el equipamiento de serie, que incluye la cámara de marcha atrás, el climatizador, faros LED, barras longitudinales en el techo y apertura automática del portón.
No nos ha convencido tanto el control de crucero adaptativo opcional con reconocimiento de las señales de tráfico, que comete demasiados errores y disminuye nuestra velocidad cuando detecta señales “fantasma” situadas en vías adyacentes. Tampoco lee correctamente las señales de “fin de límite de velocidad máxima”. Y, como de costumbre en Mercedes (no es algo exclusivo de este GLA), el sistema de advertencia de mantenimiento de carril es excesivamente brusco, frenando sensiblemente el vehículo cuando pisamos la raya del arcén, algo que en ocasiones, en carreteras estrechas, hacemos a propósito al cruzarnos con un vehículo más ancho y que no diremos que nos pone en peligro pero sí que nos parece que mata moscas a cañonazos, algo que un sistema de seguridad jamás debería hacer.
Por lo demás, el Mercedes GLA 200 d es un automóvil tremendamente satisfactorio. Si es tu opción de compra, ni lo dudes. Solamente déjanos sugerirte que equipes los faros LED matriciales opcionales (por menos de 600 euros, son una ganga), así como el navegador, que te obligará a adquirir otras opciones en un pack, pero merece la pena aunque solo sea por lo bien que funcionan los comandos orales. Ah, sí, una cosa más: considera hacerte también con la tracción total. Tu SUV no solo será más seguro, sino que adquirirá una nueva dimensión.
Las claves del Mercedes-Benz GLA 200 d
- Segunda generación del SUV más compacto de Mercedes.
- Motor diésel de nueva generación.
- 150 CV y 320 Nm.
- Cambio automático de 8 velocidades.
- Consumo: 5,3 l/100 km.
- 0-100 km/h: 8,6 s.
- Tracción total opcional.
- Dimensiones: 4.410 x 1.834 x 1.611 mm.
- Maletero: 425 litros.
- Precio desde 43.921 euros.