Hace más de siete años desde que Artur Mas dejó de ser presidente de la Generalitat de Catalunya. Al delfín de Jordi Pujol no le duró el cargo lo que a su mentor y estuvo solo cinco años después de que la CUP le obligara a hacer el famoso «paso al lado» para que los partidos independentistas pudieran formar Govern. La tumba la empezó a cavar él mismo en 2012, cuando lanzó el órdago al Estado y convocó elecciones con la promesa de convocar un referéndum. Pero algo está durando más que su presidencia. Se trata de su plaza de aparcamiento en plena vía pública, enfrente de su casa, en una conocida calle por encima de la Diagonal, cercana a la plaza Francesc Macià. Mas mantiene este privilegio, reservado a presidentes en activo, con una señal en plena calle que reserva esa plaza. Podría ser un descuido administrativo, pues las fuentes consultadas aseguran que no suele usarla.