Yo te veto, tu me votas

Sánchez no tiene nada que decir a sus posibles socios, nada nuevo que ofrecerles, ni siquiera nada que reiterar

A veces, el movimiento no se demuestra andando. Si observamos los gestos, los brazos y las piernas de Pedro Sánchez, diríase que, en efecto, parece que esté caminando de un modo algo raro. Si abrimos el foco hasta sus pies descubriremos que no va a ninguna parte, puesto que anda sobre una cinta como las de los aparatos de gimnasia. Está plantado. No se desplaza, simula.

Algo hay que hacer para que no parezca que no se hace nada. Al estar cerrado por vacaciones de lideres mundiales la agenda internacional y ante la falta de avances de toda negociación que le acerque a la investidura, Sánchez se dedica a perder el tiempo mediante una falsa maniobra consistente en dar vueltas y más vueltas a la misma rotonda como los huelguistas de Hong Kong.

En efecto, después de la ronda de contactos con entidades sociales escogidas a la carta, lo único que habrá ganado el vencedor de las elecciones y vendedor de motos sin motor son unas cuantas portadas que van a ir directas a la papelera de las hemerotecas. Jamás van a ser consultadas.

En vez de arremangarse, de acercarse, de bajar de la nube para pisar la realidad de las cifras que en democracia suman mayoría, el PSOE aumenta sus restricciones

A sus posibles socios no tiene nada que decirles, nada nuevo que ofrecerles, ni siquiera nada que reiterar. Al contrario, en vez de sentarse a hablar o dirigirles mensajes por la megafonía de los medios, les da la espalda. No es que el contador de los contactos está a cero, es que está en negativo, congelado a 20 o 30 bajo cero.

Bueno, mientras marea la perdiz con la finalidad explicitada de rodear a Podemos a fin de que se rinda, parece que, tras mucho esfuerzos y temblores, en las alturas de la política se ha conseguido un voto, el del valenciano Bernat Baldoví. Como si no lo tuviera de antemano.

¡Caramba! En vez de 123 ya son 124. Hasta los 175 preceptivos todavía faltan 51. Mira por donde, los 42 de Podemos siguen siendo imprescindibles. Tiempo al tiempo, parece decirse el candidato que fracasó en su primer intento. Como ya se gastó el cartucho de las falsas expectativas de conseguir apoyos por la derecha, sigue con su política de amedrantar a su izquierda haciéndose fotos con entidades que no están representadas en la Cámara baja.

En vez de arremangarse, de acercarse, de bajar de la nube para pisar la realidad de las cifras que en democracia suman mayoría, el PSOE aumenta sus restricciones. Ahora ya no se trata de vetar a Pablo Iglesias sino a Unidas Podemos en su totalidad. Yo te veto, tu me votas.

Lo normal sería abrir una nueva baraja, reconducir las relaciones con Podemos y lanzar una oferta de coalición mejor que la anterior

¿Y si no me votas, qué? Recuérdese que el días antes de afrontar el primer debate, el que acabó en fracaso, Sánchez había sido tajante. No habrá segundo intento, o ahora o nunca. O salgo investido o elecciones. Pues no, ni una cosa ni la otra sino todo lo contrario.

Sabido es, o debería serlo, que cuando las amenazas no se cumplen, quien las profiere pierde credibilidad. Así como las amenazas creíbles son un gran motor de la acción humana, puesto que quienes se las creen suelen acatar a fin de que no caigan sobre ellos las malas consecuencias, las no cumplidas son más contraproducentes que las no creídas.

El lobo de las elecciones no viene, y si llega no será porqué Sánchez las haya convocado; sino porque habrá vuelto a fracasar, quedando así en una posición de salida más incómoda. Si en otoño vuelve a someterse a las votaciones del Congreso, se presentará desgastado y vapuleado, sacando pecho pero con menos espacio, menos argumento, menos relato.

Antes del fracaso de julio, Sánchez tenía la pelota y la jugaba. Ahora la ha perdido y se dedica a marear la perdiz en la banda. Por fortuna del candidato, sus contrincantes tampoco dan pie con bola. Iglesias anda desaparecido, o agazapado, como si la ronda de Sánchez en la rotonda no fuera con él. A encuentros intrascendentes, oídos cansinos.

Por su parte, PP y Cs tampoco disponen de la menor posibilidad de jugar a nada.

Si lograran sumar sus escaños, conseguirían igualar al PSOE, pero todavía les faltaría 52 votos para los 176. ¿De dónde esperan sacarlos? No va a ser de Podemos ni de los partidos de ámbito no estatal. ¿Entonces? Esperar que el PSOE se abstuviera en masa para que un candidato de la derecha fuera investido es peor que una ocurrencia, un despropósito que degrada todavía más la imagen, y la realidad, de la vida política española.

Errejón se hace el muerto

Sánchez pretende algo que a estas alturas resulta un punto menos que imposible: ver pasar el cadáver de su enemigo Iglesias por delante de Ferraz. Es más que dudoso que tal cosa vaya a suceder. Errejón, la auténtica amenaza para Iglesias, ya ha dicho que no se va a presentar a unos nuevos comicios.

Iglesias puede esperar sin aflojar y sin aflojar esperará. Sánchez ya a perdido la ocasión de cumplir con la palabra dada de ir a nuevas elecciones. La jugada se complica, pero él en sus trece. Cara de póquer, vueltas al tiovivo y a ver quién se amilana.

Lo normal sería abrir una nueva baraja, reconducir las relaciones con Podemos y lanzar una oferta de coalición mejor que la anterior. Sin embargo, llegados a tal punto de degradación de las relaciones, las apuestas se inclinan por nuevas elecciones. Las gane o las pierda, y aunque sea investido in extremis, Sánchez se habrá desgastado, habrá perdido el crédito, y tal vez hasta el aura. El alma, ni se sabe si la tuvo.