Y ‘Tito’ viajó a Waterloo
La reunión de Carles Puigdemont en Waterloo con un grupo de taxistas es de las cosas más raras que se hayan visto
Entre las muchas cosas estrafalarias que suceden en Cataluña, la reunión de un grupo de taxistas propuesta por su líder, Tito Álvarez, con Carles Puigdemont es de las cosas más raras hemos visto hasta ahora.
El combativo taxista envío a Waterloo a una comitiva tras la claudicación de la Generalitat y la imposición, ni que sea temporal, sin paliativos de todos sus postulados.
Puigdemont anunció pomposamente que intercedería para resolver el asunto. Desconozco si no estaba al tanto del decreto que el Govern que actúa bajo su inspiración había promulgado cuando hizo sus solemnes declaraciones a la puerta de su chalet.
La reunión es un resumen perfecto de lo que sucede en Cataluña: un tipo, Tito, que hace huelga sin negociar nada y solo acepta que se imponga su voluntad promueve una encuentro con otro, KRLS, que vive en una realidad paralela que cada vez atrae el interés de menos gente y acaban acordando algo que simplemente es ilegal y además irrealizable.
Puigdemont y los enviados de Tito han hecho bien en celebrar su reunión presencialmente; si lo hubieran hecho mediante la app de Skype o Facetime seguramente Ada Colau hubiera solicitado que fueran sancionados por usar la tecnología para trabajar.
En un lugar donde la política fuera medio normal uno podría concluir que el conseller Damià Calvet, si existe un conseller con este nombre aunque usted no lo conozca ni sepa de sus actividades, y Colau han pactado destrozar el sector de las VTC y mandar a miles de personas al paro a cambio de que unos se voten a los otros el presupuesto.
Colau odia a Uber y Cabify porque son empresas, aplican tecnología y además son norteamericanas
Pero Cataluña no es un lugar convencional: aquí Colau odia a Uber y Cabify solo porque son empresas, aplican tecnología y además son norteamericanas. ¡Que tres grandes pecados!
Lo de Colau es el volver a la edad del Cobre que, en su Barcelona, Hamilcar Barca y sus elefantes no hubieran podido fundar la ciudad porque ella es animalista y el uso de paquidermos para el transporte está prohibido.
Si Barcelona fuera un lugar donde la política tuviera un atisbo de racionalidad alguien hubiera explicado a Colau y a Calvet que el decreto que será definitivo el martes, además de costar miles de empleos, va a costar a la ciudadanía millones de euros en forma de sentencias ganadas por Uber, Cabify y las empresas de VTC por limitación a la competencia y atentado al libre mercado.
Colau, o quien gane la alcaldía en mayo, ya puede estar planteándose un recargo en la tarifa del bus y del metro (del taxi no porque Tito se cabrea), al estilo del recargo del Castor en el recibo de la luz para pagar la broma de lo del decreto anti Uber.
Lo de Puigdemont con Tito es fenomenal. Al ex presidente prófugo, que según el gran Salvador Sostres va por la vida con chaleco antibalas y tiene a un escolta que hace funciones de probador de comida como sucedía en Asterix y Cleopatra, le daba igual recibir a los amigos de Tito que a Unauto, la patronal de las VTC; lo suyo era tener un segundo en TV3.
Mientras tanto en IFEMA abrían champán pensando qué ferias podrían trincarle a la Fira y en Lisboa la fiesta era total descontando los días para se anuncie que el Mobile World Congress cambia de extremo en la Península Ibérica.