¿Y si Miquel Iceta ofrece la solución al embrollo catalán?
El bloque independentista no se esperaba esto. Con cada ocasión que ha tenido, le ha faltado un último esfuerzo, y el resultado en Cataluña es de empate, sin que nadie se atreva a vislumbrar una posible salida. El embrollo es enorme.
Artur Mas se juega su investidura con la CUP, una formación que depende de un partido político: Endavant-Osan, que tiene las cosas muy claras, y que, además, no ha querido engañar a nadie. Convergència vive momentos de desesperación, y sus dirigentes se aferran a la negociación, hasta el último instante, para que Mas obtenga el voto a favor de dos de los 10 diputados de la CUP, aunque sea justo antes de las elecciones generales del 20 de diciembre.
Esa es la realidad: un partido roto, que ha sacrificado su identificación ideológica –el centro-derecha liberal—en aras de un proceso soberanista sin mucho futuro. Un líder muy tocado, pero que sigue siendo el único activo con el que cuentan. Y, frente a ellos, cada vez más instituciones y colectivos, que no entienden que Cataluña pueda estar tantos meses paralizada, sin impulso político.
Ante esto, ¿qué salida puede haber? Los mismos dirigentes convergentes, los que han visto con mayor reparo la evolución del proceso soberanista, admiten que existe una posible solución, y que la tiene, atención, Miquel Iceta.
Llegados a este punto, pensarán que, de nuevo, como le ocurre a muchos analistas en los últimos años, se confunde el deseo con la realidad. Pero la reflexión es oportuna, aunque dependerá, eso sí, del buen hacer del líder del PSOE, Pedro Sánchez.
En la semana del 9 al 13 de noviembre se constatará que Mas no podrá obtener los votos de la CUP, ni en primera ni en segunda votación en el pleno de investidura. En esa misma semana, tal vez justo antes de la primera votación, el pleno votará la resolución acordada entre Junts pel Sí y la CUP, sobre la ruptura con España, que será recurrida por el Gobierno de Mariano Rajoy.
La cuestión es que se iniciará un plazo de dos meses, a partir del 9 de noviembre, en el que Junts pel Sí intentarán convencer a la CUP para convocar un nuevo pleno y una nueva votación. Pero todo apunta a que los propios convergentes –ERC se lo mira, un tanto anonadada sobre los pasos que está haciendo CDC—ya no intentarán nada hasta después de las elecciones generales.
Y es aquí donde aparece Iceta, que fue muy consciente en la noche electoral del 27S que los 16 diputados del PSC podían ser de vital importancia. Iceta podrá ofrecer en ese momento sus diputados para investir a Mas y emplazarle a que, de una vez, gobierne, siempre que en España se abra un nuevo escenario con un Gobierno de Sánchez y Ciudadanos. En ese caso, los diputados que obtengan CDC y ERC en Madrid podrían ayudar al cambio.
¿El pago? Los independentistas deberían entender que el proceso se congela hasta mejor vida, y que la reforma constitucional es la única vía razonable para solucionar el embrollo.
¿Rocambolesco? No tanto. El problema es que apenas existe otra salida, al margen de unas nuevas elecciones en marzo, que dibujarían una nueva etapa. Piensen en Iceta.