¿Y si la moda fuera estratégica para nuestra economía?
Desde hace unos meses se van encadenando noticias esperanzadoras para la industria textil y para el conjunto de los sectores de la industria de la moda española, en comparación con la realidad socioeconómica general del país.
Noticias positivas como los excelentes resultados del Grupo Inditex, en constante y sólida expansión internacional y con importantes inversiones generadoras de miles de nuevos puestos de trabajo estables en varias comunidades autónomas. No menos positiva es la capacidad de reacción demostrada por Mango, que consolida su prestigio como marca de referencia en innovación y capacidad de adaptación a un mercado muy flexible y cambiante. A estos ejemplos se suman los planes de expansión de Cortefiel; la readaptación del Corte Inglés (Induyco) y sus marcas; Pronovias, líder mundial en moda nupcial; el éxito internacional de Desigual; el plan estratégico de Adolfo Domínguez; la renovación de Loewe; la calidad de la moda Gallega; o la fortaleza innovadora de los textiles técnicos desarrollados por pequeñas y medianas empresas de Catalunya y el País Valencià.
Una tendencia que también se manifiesta en el reconocimiento de la calidad de la piel de Ubrique y algunas de nuestras marcas de complementos, así como en la fuerza internacional del calzado español y su relación calidad-precio, como mes a mes reflejan sus altísimos niveles de exportación. O en otros sectores también de la moda, como el prestigio y la fuerza internacional de marcas como Tous, Puig y otras muchas de cosmética, joyería, óptica, complementos, etc., que compiten con éxito con los gigantes mundiales.
Otra buena noticia es que empieza a corregirse la tendencia, iniciada hace una década, de deslocalización hacia China y otros países, al evidenciarse que no todo eran ventajas. Así lo expresa el tímido camino de vuelta emprendido por algunos productos, determinadas prendas de mayor valor y con alta exigencia de calidad, que vuelven a producirse más cerca. Un fenómeno novedoso que supone una oportunidad para muchas empresas y comarcas muy castigadas por la crisis y necesitadas de actividad industrial.
Ahora surgen las dudas sobre si tendremos empresarios que respondan a la demanda de actividad; si habrá crédito, estamos viendo que no, para que su iniciativa no quede estrangulada; si tendremos profesionales de oficio; si tendremos industria auxiliar, etc. Esperemos que sí.
Esperemos, además, que no sea demasiado tarde para corregir el grave error que ha representado para nuestra economía y sociedad que actividades como el textil, el calzado y muchas otras que conforman el sector de la moda –actividades industriales con historia y oficio que antaño generaron miles de puestos de trabajo y conocimientos–, hayan sido relegados (por no decir maltratados) por las políticas europeas, la legislación y las administraciones públicas, los bancos y, también, por algunos creadores de opinión que los habían estigmatizado como sectores sin futuro.
Desde los gobiernos se les alentó a deslocalizar la producción porque España se merecía algo mejor. Sectores más punteros, con mayor valor añadido e innovación. Sectores que han sido llamados insistentemente por las voces políticas, económicas y sociales, pero que no han acabado de llegar, como refleja nuestra débil realidad industrial.
Conocemos las razones del por qué no han llegado aún, o al menos no suficientemente: nuestra ineficiente realidad educativa y formativa, la baja inversión, el escaso esfuerzo en I D i, la falta de cooperación y alianzas empresariales, así como el precio del suelo que expulsó del centro de las ciudades a miles de empresas generando unas plusvalías que sirvieron para cambiar y abandonar la actividad empresarial por otra mucho más rentable como la inmobiliaria.
Estas deseadas empresas y sectores punteros, las del cambio de modelo productivo, no han llegado porque no hemos entendido, como saben bien los países potentes y avanzados industrialmente, que ésto no se improvisa, ni se inventa, ni se construye solo con los discursos. La nueva economía no ha llegado porque cuando desaparece una pequeña industria o un taller auxiliar con él muere también una célula de potencialidad innovadora propia y externa. Porque una empresa puntera, de alto valor añadido, casi siempre resulta de la evolución de su producto, de aprovechar experiencias de procesos y de mejorar un oficio. Por poner un ejemplo, una empresa de material de precisión de última generación para quirófanos, muchas veces es el fruto de la evolución y la innovación de una antigua fábrica de tenedores y cucharas. Ésta ha sido la historia de muchas empresas industriales punteras del centro de Europa, donde nos enseñan que cerrar una instalación industrial es algo más que apagar la luz de un local.
Una de las medidas más urgentes y funcionales en la recuperación de la competitividad es favorecer la cooperación entre las empresas. Es necesario que los empresarios dejen atrás lo antes posible sus históricas reticencias a la cooperación, decidan actuar creando redes estables capaces de nivelar el coste de las transacciones, garantizando un mejor resultado en calidad del producto y en tiempos de respuesta a las exigencias del mercado, en particular a las exigencias de las grandes marcas de la moda española y de su necesaria apuesta por una producción éticamente sostenible y cuyo criterio fundamental de conducta sea la responsabilidad social rigurosa en todos los lugares de producción y comercialización, como hoy son una positiva referencia mundial el Grupo Inditex y Mango, por citar las dos más importantes.