¿Y la responsabilidad de los partidos nacionalistas con España?
El presidente de la Comunitat Valenciana, Ximo Puig, estuvo este martes en el Círculo de Economía. Explicó que España debe entenderse desde sus diferentes miradas, la de aquellos que representan no la España ideal, no la España mitificada, sino la España «posible». Y eso se debe aceptar, y, en parte, se ha aceptado con un estado de las autonomías que ha servido y ha dado frutos positivos, aunque, como el mismo Puig recordó, da muestras de agotamiento.
España tiene ahora un grave problema de gobernabilidad. Es difícil de explicar que se pueda estar todo un año con un gobierno en funciones. La idea de que la economía avanza y se puede vivir sin políticos es muy simpática, pero no es cierta. Hay proyectos paralizados, inversiones que se retienen, acuerdos pendientes de ratificación, y reformas necesarias que no se afrontan.
La responsabilidad es de todos los partidos con representación en el Congreso, aunque es cierto que no se puede repartir de forma equitativa. La tiene el PP, por no haber ofrecido un programa más concreto para lograr socios de gobierno –aunque en el debate de investidura de Rajoy consiguió el apoyo de Ciudadanos, y la tiene fundamentalmente el PSOE, porque, sin tener la posibilidad real de articular una alternativa, no es capaz de facilitar el arranque de la legislatura, con una abstención, con el argumento de que no lo entenderían los suyos, sin ver que existe una gran diferencia entre los intereses partidistas, los que se cuidan del militante, y los intereses de los electores, los que votan y quieren resultados tangibles y no discursos religiosos.
Justo antes, esa responsabilidad recayó en Podemos, que no quiso facilitar un gobierno del PSOE que había llegado a un acuerdo con Ciudadanos, y también en el PP, que, después de que Rajoy rechazara ir al debate de investidura, no quiso saber nada de la investidura de Pedro Sánchez.
Pero, y esa es una gran anomalía que en algún momento se deberá solventar, ¿qué pasa con los partidos nacionalistas? Eso incluye al PNV y a los partidos catalanes, ahora independentistas, como el PDC y Esquerra Republicana. Es fácil pensar que sólo les ocupa lo que ocurra en sus territorios. El PNV tenía por delante unas elecciones autonómicas, que ha solventado con nota, gracias a ese perfil de gestor que se ha labrado el lehendakari Urkullu. Pero lo que ocurra en el resto de España al PNV también le interesa. Y esos cinco diputados serían ahora la clave para que Rajoy pudiera gobernar –le faltaría un diputado que podría llegar de la formación aliada con el PSOE, Nueva Canarias– y permitiera, al mismo tiempo, que el PSOE pudiera liderar la oposición sin caer en la descomposición, que es algo que puede suceder en los próximos meses.
También el PDC, la ex Convergència, tiene responsabilidades. ¿Qué hará con sus ocho diputados? ¿Para qué los quiere? A los catalanes, sean independentistas o no, les conviene una España que comience a funcionar. No se puede situar la cuestión del referéndum como línea roja. El PDC ha llegado a esa situación incomprensible en Cataluña por sus propios méritos, provocando un callejón sin salida, del que son conscientes sus dirigentes, aunque no sean capaces de oficializarlo. Y Esquerra Republicana lo mismo, aunque pueda argumentar que lleva más años que el PDC defendiendo la independencia.
Desde el otro lado, también se deben pedir esfuerzos. Es cierto que es muy difícil pedir apoyos a quienes insisten en que tienen otro proyecto para otro hipotético país, pero a esa situación se ha llegado por muchos motivos, que se deberían analizar sin despachar el asunto sin más. La imagen de esta semana en el Parlamento catalán no ayudará, con esa apuesta por un referéndum vinculante que quiere defender el presidente Carles Puigdemont para superar la cuestión de confianza.
Pero aún estarían a tiempo. El PNV es quien está más cómodo, con más capacidad de maniobra. El problema es que, como apuntó Ximo Puig, se ha establecido una especie de creencia religiosa, «esotérica» entre los partidos que les impide relacionarse entre ellos. Pero lo que se pide es que haya un gobierno en España, para, posteriormente, ejercer la política con toda su nobleza para, a través de negociaciones y acuerdos, lograr avances para el conjunto de la sociedad, también para los nacionalistas.