¿Y esto quién lo liderará?
Mientras se va de elección en elección los seguidores del catalanismo siguen pensando que es la fórmula para que retorne la paz en Cataluña
Josep Antoni Durán Lleida, sin duda el mejor líder democristiano que Cataluña produjo en el siglo XX, finaliza sus memorias – El riesgo de la verdad– con el título que encabeza este análisis.
¿Qué es esto? Pues el sin número de asociaciones, plataformas, movimientos, inquietudes y hasta partidos políticos que se dan en Barcelona – siempre se les olvida el resto del país – que imitan a Proust en su À la recherche du temps perdu.
Hay una necesidad de vertebrar una fuerza política anclada en Cataluña que se sitúe a la derecha del PSC
Una simulación bastarda, por supuesto, pues aquí y ahora el tiempo perdido no es otro que el político y el que va de Artur Mas hasta nuestros días, con el binomio Puigdemont–Torra, ya que hasta la propia Guardia Civil ha abandonado aquello de ‘la pareja’.
Nadie se atreve a decirlo, pero el oscuro deseo de todos ellos, ya sin Mastroianni entre nosotros, consiste en la reconstrucción del antiguo espacio que ocupó CiU.
Diré más: quieren ser CiU. Pero, como bien dice Durán, este invento se “jodió”, en tiempo y forma desconocidos, por lo que, aún viendo la necesidad de vertebrar una fuerza política anclada en Cataluña que se sitúe a la derecha del PSC, está convencido – y así lo dice en su libro- que el catalanismo ha sido barrido por el independentismo. El democristiano, por no creer, ya no cree en el catalanismo como fuerza redentora. No le falta razón.
La naturaleza supremacista condena a Torra: él es la verdad y la vida, en versión laica
Hablemos claro. De aquel catalanismo resurgido cuando se iba a sustituir el régimen franquista por un régimen democrático regido por la ley, como no puede ser de otra manera, tan sólo queda hoy el PSC como fuerza política viva y a tener en cuenta.
Por eso comete errores como militar en el ‘buenismo’ cuando los cañones de sus adversarios no dejan títere con cabeza. No digo el de Junqueras, pero el independentismo de Quim Torra tiene naturaleza supremacista.
Y, en consecuencia, él es la verdad y la vida, en versión laica. Los demás sobran. Sigue atado al romanticismo étnico cuando el robot va sustituyendo a los humanos. ¡Qué cosas!
Mientras se va de elección en elección y no hay tiempo para vertebrar una opción de centro-derecha, los seguidores del catalanismo que hemos conocido, y algunos practicado, siguen pensando que es la fórmula para que la paz retorne al ruedo catalán.
Durán Lleida cree que el catalanismo está muerto y enterrado
Si lo fue hasta hace poco – ya han pasado años–, ¿por qué no puedo serlo en un futuro inmediato?, dicen, tanto para convencer a terceros como para autoconvencerse.
Quizás Platón, padre de la cultura occidental proclive al razonamiento, hubiera dicho lo mismo, pero Durán Lleida cree, y no le faltan razones, que el catalanismo está muerto y enterrado.
De resurrección, con la recogida en los Evangelios, ya es suficiente, aunque esto último sea de mi cosecha y no de la cabeza políticamente mejor amueblada que hoy tenemos en Cataluña, y quizás, y sin el quizás, en toda España.
El líder está elíptico
Mientras las reuniones se suceden en forma de tertulia, siempre con idénticas conclusiones – constatar que la ingeniería de la astucia fue un error y que la declaración independentista nos ha llevado al colapso–, el sujeto que debe liderar la vuelta al respeto y a la tolerancia, lo normal en toda sociedad auténticamente democrática, sigue siendo elíptico, como en la gramática, pero aún más.
Tanto que, hoy por hoy, bien podría entonarse aquello de que “ni está ni se le espera”. La Cataluña de los aristócratas, de la burguesía y de los prohombres ya no existe, y aquellos que los han sucedido o miran hacia otro lado o simplemente contribuyen a la causa del independentismo.
Como el bueno de Joan Tardà, alguien debía decirlo.