Y entre tantas siglas, la vieja Convergència firmó su declive
Desde 2016, los herederos de Convergència utilizaron cuatro nombres para presentarse a las elecciones. Ahora es el turno del quinto: Crida per la República
Maria Senserrich, coordinadora general del Pdecat, ha declarado recientemente: “lo importante es sumar”. Es lo único que han intentado -no siempre lo han conseguido- los políticos que están a favor del procés independentista. El problema es que de tanto sumar están empezando a restar. Y es que llevan un tiempo mareando al personal.
Durante muchos años lo tuvimos claro. Por un lado estaba Convergència Democràtica de Catalunya y por otro iba Unió Democràtica. Por un lado Pujol y Mas, por el otro Durán y Espadaler. Cuando hablabas de ellos tenías a CiU. Esto duró, concretamente, de 1974 a 2016. Vinieron momentos complicados de corrupción y el procés. Unió decidió ir por libre y Convergència pensó que la corrupción de los Pujol manchaba la marca. Además tenían la sede embargada. Los mejor era cambiar de marca.
Ahora es el turno de Crida por la República, que quiere comerse al Pdecat
Pero claro, cuando uno está acostumbrado a un nombre es complicado cambiarlo. No te encuentras cómodo y empiezas a marear la perdiz. Desde julio de 2016 a julio de 2018 hemos conocido: Partit Demòcrata Català, Partit Demòcrata Europeu Català, Junts pel Sí y Junts per Catalunya.
Y no acaba aquí la historia. Ahora tenemos la Crida per la República. Este partido quiere comerse al Pdecat. Porque hasta ahora había dos líneas dentro de la antigua Convergència. Los herederos y los que se erigieron como el partit del president: un engendro con el cual fue a las elecciones catalanas, mientras en Madrid todavía se presentaban los restos de la vieja marca.
Crida: origen 1981
Ahora todo esto queda finiquitado y nos ponen encima de la mesa Crida per la República. El nombre no es desconocido. En 1981 ya se fundó la Crida a la Sol·lidaritat donde encontramos personajes como Jordi Sánchez o Carles Riera. Aquella Crida se puede considerar un pariente lejano de la actual ANC.
Parece ser que finalmente, los herederos de la antigua Convergència han tirado la toalla. A muchos les justaba la marca Junts per… para presentarse a las elecciones municipales, porque así podían poner el de su pueblo. Cabe suponer que con este giro sólo habrá un nombre y será Crida. A no ser que prefieran volver a esconder unas siglas acabadas de estrenar.
Aunque Puigdemont diga lo contrario, la suspensión de Llarena le ha hecho mucho daño
Por otro lado, Elsa Artadi, un peso pesado de la candidatura del president, ya no lo tiene tan claro. Ella y cierto entorno vinculado con el Palau de la Generalitat están desentendiéndose de Puigdemont. ¿Por qué? Aunque el president del Parlament diga otra cosa, la suspensión de los seis diputados por parte del juez Pablo Llarena les ha hecho daño. Mucho daño.
Si no les retiran las actas, tampoco podrán votar delegadamente. Con lo cual los independentistas se quedan en 64 escaños. Si suponemos que todos los demás se unen -complicado- sumarían 66. Con lo cual el Parlament ya no tiene mayoría independentista. Esto no lo pueden permitir.
Artadi maniobra tras leer las encuestas
Además, hay otro factor. Las últimas encuestas le dan la victoria ERC con 36 diputados y JpCat se quedaría con 27 diputados. Perderían 7 diputados y quedarían débiles ante los republicanos.
Así las cosas, la táctica de Artadi es convocar elecciones en septiembre -asumiendo que toda la retranca de la cárcel y el exilio les será favorables-, coger con el paso cambiado a ERC y apuntarse un tanto sin tener que pedir el acta a nadie.
Al final es lo de siempre: hacer creer que desean la independencia. La realidad es que sólo persiguen el poder. Tienen un enemigo común y no son los partidos constitucionalistas. Al contrario, JpCat y ERC son rivales que se soportan para mantener sus respectivas poltronas. La independencia es una excusa para seguir viviendo de la política -y del procés– y engañar a los suyos que todo es y será posible. Tampoco les importa Cataluña ni su futuro. Son unos ególatras y unos egoístas. Y así nos van las cosas en Cataluña.