Y después de Colau ¿qué?
La alcaldesa ha seguido dinamitando Barcelona con un Collboni ejerciendo casi, casi, de palmero
Alguien podría entender que el título de este artículo implica un exceso de optimismo, que doy a Colau por amortizada. No es así. Tampoco confundo el deseo, desembarazarnos de ella, con la realidad. Simplemente, considero que existe esa posibilidad en un grado razonable. A la postre, mal que le pese, no hubiera repetido mandato si no hubiera sido por la opción de Manuel Valls, “el candidato de las élites”, como decía doña Ada.
¿Fue una decisión equivocada? Difícil juzgarlo, a toro pasado. La alternativa era Ernest Maragall, a cuya candidatura le interesaba Barcelona, fundamentalmente como una plataforma independentista. Al fin y al cabo para el nacionalismo en general, y especialmente para el independentismo, la capital de Cataluña siempre ha sido sospechosa de mestizaje y de catalanidad dudosa.
Desconfío profundamente del resto de candidatos con posibilidades
Recordemos a Torra, poco menos que reclamando la capitalidad para Gerona. Debe tenerse en cuenta también que la aludida decisión se tomó en función de dos hechos que ahora o no existen, o se han aclarado. En primer lugar, en 2019 ERC seguía echada al monte, que no es la situación actual. Lo cual no quiere decir que el hecho no se pueda repetir en un futuro más o menos próximo. En segundo lugar, la confianza que debía tener Valls en que Jaume Collboni pudiera moderar los ímpetus colauitas. Sabemos ahora que esa confianza no estaba justificada. La alcaldesa ha seguido dinamitando Barcelona con un Collboni ejerciendo casi, casi, de palmero. Solo en el tiempo de descuento ha hecho el figurón.
Elecciones de mayo
Confieso que comparto con muchos barceloneses un sentimiento no constructivo, respecto a mi voto en mayo: tengo claro a quién no votar (nuestra Ada, sin hache) y me asaltan vahídos cuando pienso que tengo que decidirme por un candidato alternativo. Por primera vez en mi vida, me tienta la solución referéndum: poder votar Colau no. Y punto. Y es que desconfío profundamente del resto de candidatos con posibilidades. Ni siquiera me da confianza la afirmación de Trias de que no pactará con Colau. ¿Lo haría con Janet Sanz, por ejemplo? En cualquier caso, no estaría de más que los otros dos cabezas de lista mayoritarios aclararan también su posición ante ese supuesto.
Recientemente, se han publicado, en diferentes medios, sendas entrevistas con Maragall y Trias. A pesar de mí, digamos, nihilismo, por supuesto que me interesaba saber cuáles eran los planes de esos dos candidatos para, al menos, aminorar los destrozos de estos ocho últimos años. Y me he encontrado con muchos lugares comunes sobre cuestiones que era inevitable abordar, aunque tampoco de forma dígase contundente: transporte, política metropolitana… Y poco más. Ni palabra, por ejemplo, sobre los eriales en que se han convertido gran parte de los jardines ciudadanos.
Trias promete autobuses. Supongo que los “rápidos” que estableció durante su mandato. Rápidos a base de suprimir paradas. Aceptación, como hechos consumados, de las dos medidas más discutidas de Colau, el eje verde y el tranvía. Sobre lo primero, confirma lo que ya adelanté en este mismo medio hace unas semanas: la alcaldesa ha precipitado la realización con toda la mala fe, en un trágala probablemente irreversible. Y hablo, sin morderme la lengua, de mala fe, porque el calificativo se ajusta perfectamente a lo hecho: emprender un cambio urbanístico radical, sin consenso y con alevosía, deprisa y corriendo, como bomba de relojería para un posible sustituto. Una acción puramente ideologista y doctrinaria.
En cuanto al tranvía, parece que Trias piensa dejarlo como “un viaje a ninguna parte”, ya que no completaría la conexión. La opción la justifica con la perla que el tranvía, en general, es una estructura (sic) obsoleta. Le vendría bien darse una vueltecita por distintas ciudades europeas utilizando, eso sí, transporte público. Una cosa es desmarcarse de la alcaldada con la que se ha promovido el citado tipo de transporte y otra las afirmaciones demagógicas. El candidato debe temer que se carguen la reforma que él impuso en la Diagonal, para beneficio fundamentalmente de los comercios. El culebrón aeropuerto, lo aparco; habría que echarle de comer aparte.
De Collboni, de quien también se publicó una entrevista unos días antes, ni me ocupo. ¿Para qué? Ya sabemos su potencial.
Panorama desolador
En definitiva, un panorama desolador. La decadencia de la ciudad parece difícilmente parable. La pinza de los dos populismos, el independentista y el podemita, ha funcionado perfectamente. De hecho, se han retroalimentado. Ada Colau ha hecho el juego al independentismo cuando le ha convenido y Junts y ERC, sobre todo, tampoco se lo han puesto difícil. En el fondo, en relación con lo dicho antes, Barcelona les importa un comino. Con todo, lo más grave es la dejación que ha hecho la otrora potente burguesía barcelonesa de su supuesto papel dirigente. Como escribí recientemente, de ella solo afloran los restos del naufragio.
Como en la ruleta, no va más. Si Trias es el más votado, tendrá que pactar. Posiblemente, antes con el PSC que con ERC, dado el mal rollo existente en el campo independentista. Si ganase Collboni, tripartito al canto que, posiblemente, sería la opción preferida de Sánchez, teletrabajando desde Madrid; lo cual implicaría que los colauitas mantendrían gran parte de su nefasta influencia. Y si repitiese Colau, Dies Irae.