¿Y ahora, qué?
Recordaba recientemente el columnista Patxo Unzueta un párrafo de las memorias de Jordi Pujol (Años decisivos, Destino 2012) en el que se criticaba severamente al tripartito y la defensa que había hecho de su reforma del Estatut. El líder nacionalista le echaba en cara al Govern de socialistas, ERC e Iniciativa que “ni preparaba el terreno ni se buscaban aliados fuera de Catalunya que garantizaran el éxito de la operación”. A la vista de lo que está sucediendo hoy en Catalunya cabría preguntarse si Pujol mantiene sus críticas o si por el contrario, al menos en privado, ve con obvia preocupación la política que está siguiendo su sucesor al frente de CiU, Artur Mas.
Y es que un primer y desapasionado balance de la situación devenida en Catalunya a partir de la última Diada muestra los mismos errores que Pujol denunciaba en la tramitación del nuevo Estatut, además, un daño mucho mayor para sus promotores. No nos engañemos: la táctica elegida en la preparación del terreno para avanzar en la conquista de estructuras de estado propio –la convocatoria anticipada de elecciones– fue un fracaso y los dirigentes actuales de Catalunya están en peores condiciones que se estaba entonces en lo que a aliados se refiere.
En nada se ha avanzado, salvo en la grandilocuencia de gestos y declaraciones. Aún peor, las últimas encuestas publicadas muestran a pocos meses de las últimas elecciones un acentuado descenso en el respaldo electoral de CiU, apenas transformado en ganancias para ERC, y un crecimiento del voto en los extremos (fuertes subidas de las CUP y de Ciutadans). Los posibles aliados de fuera de Catalunya, esos a los que Pujol considera imprescindibles, están más lejos que nunca, como reflejan las últimas declaraciones de populares y socialistas. Ni siquiera los compañeros de toda la vida, el PNV, han movido un dedo en señal de apoyo. El empresariado ha empezado a manifestar abiertamente sus temores y discrepancias.
Así las cosas, Artur Mas será recibido el próximo jueves 31 de enero por el Rey en la Zarzuela, un acto en el que previsiblemente le expondrá su proyecto soberanista. ¿Llevará el presidente autonómico un plan B en su cartera o se limitará a ratificar la hoja de ruta ya conocida? En el primer caso, va a tener dificultades con sus socios de programa de gobierno en Catalunya y con buena parte de la gente que se ha sentido movilizada tras el órdago lanzado. En el segundo, nada hoy hace augurar que no se entre en una dinámica de resultados impredecibles.
En ambas situaciones, su debilidad va a ser patente. Cedida la iniciativa política a ERC, como los sondeos sobre intención de voto reflejan; sin más apoyos nuevos en Catalunya que los votos prestados de Iniciativa y las CUP; sin puentes de diálogo ni con populares ni con los socialistas… las dificultades de la apuesta soberanista pillan al presidente de la Generalitat con menos munición que nunca. En estas condiciones, Mas se ha convertido en una parte del problema y no de la solución. Su futuro es incierto.
De estar de acuerdo con el análisis del ex presidente Pujol, CiU debería empezar a pensar de qué manera prepara mejor el terreno de un pacto que nos saque de este atolladero y quién tiene más capacidad para generar alianzas fuera de Catalunya que mejoren su autogobierno. Claramente, no parece que Mas pueda serlo.